30/12/21

Escuchar el llanto de las víctimas

Por Noam Chomsky

Las víctimas reales de la «agonía estadounidense» son los millones de personas atormentadas y dolientes de gran parte del Tercer Mundo. Nuestras instituciones ideológicas altamente refinadas nos protegen para que no veamos su desesperada situación ni nuestra contribución a su mantenimiento. Si somos honestos y tenemos la suficiente valentía moral, no dejaremos pasar ni un día más sin escuchar el llanto de las víctimas. Podríamos poner la radio por las mañanas y escuchar las voces de la gente que escapó de las matanzas de Quiché y de las montañas de Guazapa; y la prensa diaria publicaría en sus portadas las fotografías de los niños muertos a causa de la enfermedad y de la desnutrición en los países en los que reina el orden, y las cosechas y el ganado se exportan al mercado estadounidense, con una explicación de por qué estas cosas son así. Oiríamos las extensas y detalladas historias de terror y de tortura que se producen en nuestras posesiones, recopiladas por Amnesty International, Americas Watch, Survival International y otras organizaciones de derechos humanos. Pero, afortunadamente, nos aislamos de la espeluznante realidad. Actuando así, nos sumimos en un nivel de depravación moral que tiene pocos equivalentes en el mundo moderno, es más, quizá estemos también poniendo la base de nuestra propia destrucción.

Fuente: Chomsky, N. (1985), La quinta libertad, Crítica, Barcelona.

23/12/21

Vasco de Quiroga

Por Eduardo Galeano

1560

Michoacán

Cristianismo primitivo, comunismo primitivo: el obispo de Michoacán redacta las ordenanzas para sus comunidades evangélicas. Él las ha fundado inspirándose en la Utopía de Tomás Moro, en los profetas bíblicos y en las antiguas tradiciones de los indios de América.

Los pueblos creados por Vasco de Quiroga, donde nadie es dueño de nadie ni de nada y no se conoce el hambre ni el dinero, no se multiplicarán, como él quisiera, por todo México. El Consejo de Indias jamás se tomará en serio los proyectos del insensato obispo ni echará siquiera una ojeada a los libros que él, porfiadamente, recomienda. Pero ya la utopía ha regresado a América, que era su realidad de origen. La quimera de Tomás Moro ha encarnado en el pequeño mundo solidario de Michoacán; y los indios de aquí sentirán suya, en los tiempos por venir, la memoria de Vasco de Quiroga, el alucinado que clavó los ojos en el delirio para ver más allá del tiempo de la infamia.

Fuente: Galeano, E. (1982), Memoria del fuego I. Los nacimientos, Siglo XXI, México, D.F.

16/12/21

Mahoma versus los judíos

Por Jesús Mosterín

Al negarse los judíos a reconocerlo como su profeta, el decepcionado Mahoma reaccionó vindicativamente. Hizo matar a varios de sus críticos y, con excusas triviales, expulsó de la ciudad a la tribu judía de los Banu Qaynuqa en 623 y a la de los descendientes de al-Nadir en 625. Hombres, mujeres y niños hebreos tuvieron que abandonar sus casas y campos con lo puesto. Todos sus bienes fueron confiscados y entregados al profeta, que repartió las casas ahora vacías entre sus seguidores llegados de La Meca. Si dos de las tres tribus judías de Medina fueron expulsadas de la ciudad, la tercera, la de los Banu Qurayza, tuvo un destino aún más aciago. Mahoma acabó condenando a muerte a sus hombres y reduciendo a la esclavitud a sus mujeres e infantes. Acusados por Mahoma de conspirar con los hebreos de Jaibar, los judíos qurayzíes fueron encerrados durante un mes en su propio barrio, hasta que «Dios introdujo el terror en sus corazones». Aunque los judíos se rindieron a los muslimes, no les sirvió de nada; la totalidad de los hombres judíos adultos fueron pasados a cuchillo y la totalidad de las mujeres e infantes fueron repartidos o vendidos como esclavos. Los seguidores de Mahoma cavaron zanjas cerca del mercado y arrojaron a ellas más de 700 cabezas cortadas de judíos.

Fuente: Mosterín, J. (2012), El islam, Alianza Editorial, Madrid. 

9/12/21

Puros y perros falderos

Por Bertrand Russell

El proyecto anarquista de la distribución gratuita y equitativa de los productos derivados del trabajo no evita la necesidad de alguna medida de valor que posibilite el intercambio. Puesto que cada uno elegiría una porción diferente y, por ejemplo, al repartirse los bienes de lujo, las damas ancianas no querrían su cuota de puros ni los jóvenes un perro faldero. Esto exigiría un mecanismo que estableciera a cuántos puros equivaldría un perro faldero. Con diferencia, la fórmula más simple consistiría en seguir entregando unos ingresos y permitir que estos valores relativos se ajustaran a la demanda. En caso de que se recurriera a un sistema monetario, alguien podría empezar a acumular dinero y llegar a convertirse, con el tiempo, en un capitalista. A fin de prevenir esto, lo mejor sería entregar unos billetes que sólo pudieran utilizarse durante cierto periodo, pongamos por caso, un año desde la fecha de su emisión. Esto permitiría ahorrar para las vacaciones anuales, pero no indefinidamente.

Fuente: Russell, B. (1918), Caminos de libertad, Tecnos, Madrid.

2/12/21

Thomas Müntzer

Por Eduardo Galeano

Thomas Müntzer encabezó la insurrección campesina, en Alemania, en 1525.

Este sacerdote, enemigo de los príncipes y los señores de la tierra y de la guerra, fue seguido por una multitud de hombres que se negaban a ser propiedad de otros hombres.

Lutero maldijo a este loco de remate, su hijo renegado:

Yo no creería en Müntzer, aunque se hubiera tragado al Espíritu Santo con plumas y todo.

Y Müntzer le contestó:

Yo no creería en Lutero, aunque se hubiera tragado cien mil Biblias enteras.

La revolución ocupó tierras, incendió castillos y enfrentó al ejército y al alto clero, pero al cabo de un año cayó derrotada.

Los vencedores mataron a miles de siervos alzados y cortaron la cabeza de Müntzer, que fue exhibida, como lección, en la plaza de la ciudad imperial de Mühlhausen.

Fuente: Galeano, E. (2016), El cazador de historias, Siglo XXI, Ciudad de México.

25/11/21

Escapar de la barbarie

Por Noam Chomsky

En la actualidad tenemos los recursos técnicos y materiales para satisfacer las necesidades animales del hombre. No hemos desarrollado los recursos culturales y morales –o las formas democráticas de organización social– capaces de hacer posible el uso humano y racional de nuestra riqueza material y nuestro poder. Resulta concebible la implantación de los ideales liberales clásicos tal como han sido desarrollados y expresados en su forma libertaria socialista. Pero eso sólo podrá hacerlo un movimiento revolucionario popular, arraigado en amplias capas de la población y decidido a eliminar todas las instituciones represivas y autoritarias, estatales y privadas. Crear ese movimiento es un reto al que nos enfrentamos y del que debemos salir triunfantes si queremos escapar de la barbarie contemporánea.

Chomsky, N. (1970), El gobierno del futuro, Anagrama, Barcelona.

18/11/21

Los ancestros prehumanos

Por Jesús Mosterín

Casi todos los detalles de nuestra anatomía y fisiología los hemos heredado de los ancestros prehumanos que nos precedieron. Ellos nos han transmitido la visión estereoscópica y cromática, la atrofia del olfato, las manos prensiles, la posición erguida y la marcha bípeda, la proporción de los dedos que permite apoyar y presionar el pulgar contra las yemas de los otros dedos, posibilitando la manipulación precisa de los objetos, y la coordinación sensoriomotriz del ojo y la mano a través del cerebro. De ellos hemos heredado también la mayor parte de nuestra psicología profunda, de nuestras necesidades básicas, de nuestros impulsos fundamentales, de las motivaciones permanentes de nuestra conducta. Ellos nos han transmitido el omnivorismo, nuestra capacidad de comunicarnos mediante gestos como la sonrisa y muchos otros rasgos, como la continua receptividad sexual de las hembras, quizá seleccionada en el curso de la evolución porque contribuía a que los machos volviesen y aportasen alimentos para las madres y las crías, que no podían valerse por sí mismas durante el periodo excepcionalmente largo de la crianza humana.

Fuente: Mosterín, J. (2006), El pensamiento arcaico, Alianza Editorial, Madrid.

11/11/21

Las funciones del Estado

Por Mario Bunge

La teoría marxista del Estado se reduce a la tesis de que la única función que cumple es salvaguardar los intereses de la clase dominante. Esta afirmación es falsa, en general, ya que desde su emergencia hace cinco milenios el Estado ha tenido dos funciones, no una: conservar el régimen y administrar el bien común, la res publica, en particular, el territorio y las obras públicas. En muchos casos también ha sido función del Estado proteger a los débiles y asistir a los menesterosos. Baste recordar los gobiernos de Hammurabi, Pericles y Asoka, como asimismo los estados de bienestar de nuestros días.

Fuente: Bunge, M. (2015), Evaluando filosofías, Gedisa, Barcelona.

4/11/21

El opresor y el libertador

Por Eduardo Galeano

Túpac Amaru había sido el último rey de los incas, que durante cuarenta años había peleado en las montañas del Perú. En 1572, cuando el sable del verdugo le partió el pescuezo, los profetas indios anunciaron que alguna vez la cabeza se juntaría con el cuerpo.

Y se juntó. Dos siglos después, José Gabriel Condorcanqui encontró el nombre que lo estaba esperando. Convertido en Túpac Amaru, él encabezó la más numerosa y peligrosa rebelión indígena en toda la historia de las Américas.

Ardieron los Andes. Desde la cordillera hasta la mar se alzaron las víctimas del trabajo forzado en las minas, las haciendas y los talleres. De victoria en victoria, amenazaban el menú colonial los sublevados que avanzaban, a paso imparable, vadeando ríos, trepanado montañas, atravesando valles, pueblo tras pueblo. Y a punto estuvieron de conquistar el Cuzco.

La ciudad sagrada, el corazón del poder, estaba ahí: desde las cumbres se veía, se tocaba.

Habían pasado dieciocho siglos y medio, y se repetía la historia de Espartaco, que tuvo a Roma al alcance de la mano. Y tampoco Túpac Amaru se decidió a atacar. Tropas indias, al mando de un cacique vendido, defendían el Cuzco, ciudad sitiada, y él no mataba indios: eso no, eso nunca. Bien sabía que era necesario, que no había otra, pero...

Mientras él dudaba, que sí, que no, que quién sabe, pasaron los días y las noches y los soldados españoles, muchos, bien armados, iban llegando desde Lima.

En vano le enviaba desesperados mensajes su mujer, Micaela Bastidas, que comandaba la retaguardia:

 

Tú me has de acabar de pesadumbres...

–Yo ya no tengo paciencia para aguantar todo esto...

–Bastantes advertencias te di...

–Si tú quieres nuestra ruina, puedes echarte a dormir.

 

En 1781, el jefe rebelde entró en el Cuzco. Entró encadenado, apedreado, insultado.

En las cámaras de torturas, lo interrogó el enviado del rey.

¿Quiénes son tus cómplices? –le preguntó.

Y Túpac Amaru contestó:

Aquí no hay más cómplices que tú y yo. Tú por opresor, y yo por libertador, merecemos la muerte.

Fue condenado a morir descuartizado. Lo ataron a cuatro caballos, brazos y piernas en cruz, y no se partió. Las espuelas desgarraban los vientres de los caballos, que en vano pujaban, y no se partió.

Hubo que recurrir al hacha del verdugo.

Era un mediodía de sol feroz, tiempo de larga sequía en el valle del Cuzco, pero el cielo fue negro de pronto y se rompió y descargó una lluvia de ésas que ahogan al mundo.

También fueron descuartizados los otros jefes y jefas rebeldes, Micaela Bastidas, Túpac Catari, Bartolina Sisa, Gregoria Apaza... Y sus pedazos fueron paseados por los pueblos que habían sublevado, y fueron quemados, y sus cenizas arrojas al aire, para que de ellos no quede memoria.

Fuente: Galeano, E. (2008), Espejos, Siglo XXI, Buenos Aires.

28/10/21

Aristóteles versus Madison

Por Noam Chomsky

Aristóteles observó lo mismo que vería Madison siglos después. Si Atenas era una democracia de hombres libres, los pobres se unirían y les quitarían sus propiedades a los ricos. Sin embargo, dieron soluciones opuestas al mismo dilema. La solución de Madison fue reducir la democracia, es decir, organizar el sistema de manera que el poder estuviese en manos de los ricos y fragmentar la población de diferentes formas para impedir que se unieran y organizaran para arrebatarles el poder. La solución de Aristóteles fue la opuesta: propuso lo que en la actualidad se denomina «estado del bienestar», es decir, que se intentara reducir la desigualdad mediante comidas públicas y otras medidas apropiadas para una ciudad-Estado. Al mismo problema, soluciones opuestas. Una es: reduce la desigualdad, y se acaba el problema. La otra es: reduce la democracia. Pues bien, en estas aspiraciones contradictorias se basan los fundamentos del país [Estados Unidos].

De la desigualdad se derivan numerosas consecuencias. No sólo es sumamente injusta en sí, sino que además tiene unos efectos muy negativos para la sociedad en su conjunto. Incluso en temas como la salud. Existen excelentes estudios –como el de Richard Wilkinson y otros– que muestran que cuanto más desigual es una sociedad, sea rica o pobre, peores son sus niveles de salud. También para los ricos. Porque la desigualdad tiene en sí un efecto corrosivo y nocivo en las relaciones sociales, en la conciencia, en la vida humana y en muchos otros aspectos, con toda suerte de consecuencias negativas. Pues bien, son problemas que deben remediarse. Aristóteles tenía razón: para remediar la paradoja de la democracia hay que reducir la desigualdad, no reducir la democracia.

Fuente: Chomsky, N. (2017), Réquiem por el sueño americano, Sexto Piso, Madrid.

21/10/21

La flecha del tiempo

Por Brian Greene

Así que ¿por qué vemos un huevo que se aplasta pero no se desaplasta? ¿De dónde procede la flecha del tiempo que todos experimentamos? Hasta aquí es adonde nos ha llevado esta aproximación. Gracias a una fluctuación rara pero no imposible a partir de un estado primordial poco notable y con alta entropía, una minúscula pepita de espacio de 10 kilogramos logró las condiciones que llevaron a una breve ráfaga de expansión inflacionaria. El tremendo hinchamiento produjo un espacio estirado enormemente grande y extraordinariamente suave, y, cuando la ráfaga terminó, el campo inflatón liberó su energía enormemente amplificada llenando el espacio casi uniformemente de materia y radiación. Cuando se redujo la gravedad repulsiva del inflatón, la gravedad atractiva ordinaria se hizo dominante. Y, como hemos visto, la gravedad atractiva explota minúsculas inhomogeneidades provocadas por agitaciones cuánticas para hacer que la materia se aglutine, formando galaxias y estrellas y llevando en última instancia a la formación del Sol, la Tierra, el resto del sistema solar, y las otras características de nuestro universo observado. (Como se discutió, unos 7.000 millones de años después del bang la gravedad repulsiva se hizo una vez más dominante, pero esto es sólo relevante en la mayor de las escalas cósmicas y no tiene impacto directo sobre entidades más pequeñas como las galaxias individuales o nuestro sistema solar, donde sigue reinando la gravedad atractiva ordinaria.) La energía de relativa baja entropía del Sol fue utilizada por las formas de vida animal y vegetal de baja entropía en la Tierra para producir aún más formas de vida de baja entropía, elevando lentamente la entropía total mediante calor y residuos. Finalmente, esta cadena produjo una gallina que produjo un huevo –y usted ya conoce el resto de la historia: el huevo rodó por la encimera de su cocina y se aplastó contra el suelo como parte del impulso incesante del universo hacia mayor entropía–. Es la naturaleza uniformemente suave, altamente ordenada y de baja entropía del tejido del espacio producido por el estiramiento inflacionario que es el análogo a tener las páginas de Guerra y paz en su disposición numérica adecuada; es este estado de orden primitivo –la ausencia de baches o alabeos severos o agujeros negros gigantescos– el que preparó al universo para la evolución posterior hacia entropía más alta y con ello proporcionó la flecha del tiempo que todos experimentamos. Con nuestro nivel de comprensión actual, ésta es la explicación más completa que se ha dado para la flecha del tiempo.

Fuente: Greene, B. (2004), El tejido del cosmos, Crítica, Barcelona.

14/10/21

Remiendos y transformaciones

Por Noam Chomsky

Los remiendos … son los preliminares de los cambios a gran escala, que no pueden tener lugar hasta que una parte considerable de la población no se comprometa en serio. Las transformaciones sólo pueden provenir de los esfuerzos concertados de una población comprometida. Eso no va a ocurrir, ni debería ocurrir, a menos que la gente considere que los intentos de reforma, los remiendos, chocan con barreras sólo superable mediante cambios institucionales. Surge entonces la exigencia de un cambio institucional. Pero, mientras no se llegue a esa conclusión, no hay ninguna razón para que la gente asuma riesgos, haga el esfuerzo o afronte la incertidumbre y las represalias que conllevan esos intentos. Ésa es la razón por la que todo revolucionario serio es un reformista. Un revolucionario serio no quiere un golpe de Estado. Quiere que los cambios surjan de la base, del pueblo organizado. ¿Por qué iba la gente a asumir el riesgo de acometer una transformación institucional si pensase que las instituciones existentes permiten lograr metas justas y satisfactorias?

Fuente: Chomsky, N. (2007), Lo que decimos, se hace, Península, Barcelona.

7/10/21

Somoza

Por Eduardo Galeano
1972
Managua
El turista llega al país en avión o barco de Somoza y se aloja en uno de los hoteles que Somoza tiene en la capital. El turista está cansado, y se echa a dormir sobre cama y colchón fabricados por Somoza. Al despertar, desayuna un café Presto, propiedad de Somoza, con leche de vacas de Somoza y azúcar cosechada en una de sus fincas y refinada en uno de sus ingenios. Enciende un fósforo de la empresa Momotombo, de Somoza, y prueba un cigarrillo de la Tabacalera Nicaragüense, que Somoza posee en sociedad con la British-American Tobacco Company.
El turista sale a la calle, cambia dinero en un banco de Somoza y en la esquina compra el diario somocista «Novedades». Leer «Novedades» es una imposible proeza, de modo que arroja el diario a la basura que mañana, al amanecer, será recogida por un camión Mercedes importado por Somoza.
El turista sube a un autobús de la empresa Cóndor, de Somoza, que lo llevará hasta la boca del volcán Masaya. Yendo hacia el penacho de fuego va viendo, por la ventanilla, los barrios de latas y charcas donde malvive la baratísima mano de obra que Somoza usa.
El turista regresa al anochecer. Bebe un ron destilado por Somoza, con hielo de su compañía Polar, y después come carne de una de sus terneras, pasada a cuchillo en uno de sus mataderos, con arroz de una de sus arroceras y ensalada que adereza con aceite Corona, que es de Somoza y de la United Brands.
Media hora después de medianoche, revienta el terremoto. Quizás el turista sea uno de los doce mil muertos. Si no va a parar a alguna fosa común, descansará en paz dentro de un ataúd de la empresa funeraria de Somoza, envuelto en un sudario de la textil El Porvenir, que también pertenece a Somoza.
Fuente: Galeano, E. (1986), Memoria del fuego 3 EL SIGLO DEL VIENTO, Siglo Veintiuno, Madrid.

30/9/21

Mil madres Teresas

Por Jesús Mosterín

El planeta Tierra pura y simplemente no puede sostener a un número ilimitado de seres humanos. En cualquier caso, el número máximo solo se alcanzaría en condiciones de extrema miseria. Pero el objetivo civilizado no es que haya la mayor cantidad posible de gente (no importa cómo vivan), sino más bien que la gente viva lo mejor posible (no importa cuántos sean). El objetivo no es alcanzar el máximo, sino alcanzar el óptimo de la población. Y ese óptimo ya hace tiempo que lo hemos superado.

En los países más desarrollados (Estados Unidos, Canadá, Europa, Rusia, Japón, Corea del Sur, Australia, Singapur) la bomba de población ha sido desactivada. Los problemas que se plantean a sus 1.100 millones de habitantes parece que tienen solución. Lo malo es que ellos solo constituyen un sector de la humanidad. Otro sexto largo de la población mundial vive en China, donde en las últimas dos décadas se ha frenado la explosión demográfica mediante la implementación de la política del hijo único. Los otros cuatro sextos de la humanidad siguen multiplicándose desaforadamente. La explosión demográfica de África, Latinoamérica y Asia meridional –el crecimiento de la población por encima de la reposición de las muertes– añade 80 millones de bocas hambrientas suplementarias al año, unas 220.000 al día. Y los recursos escasos que habrían de concentrarse en pocos infantes, a fin de proporcionarles la alimentación y la educación adecuadas, se dispersan entre cada vez más criaturas cada vez más miserables.

Desde la época de los sumerios (hace cinco mil años) hasta el siglo XVIII, el progreso técnico se traducía directamente en incremento demográfico a niveles de miseria constante. Para la inmensa mayoría de la gente, a pesar de todos los descubrimientos e invenciones, el nivel de vida no subía; solo los números de la población aumentaban. Actualmente esta situación ha cambiado en Europa, Norteamérica y los países del Pacífico (como Japón y Australia), que, juntos, representan un sexto de la humanidad. Esta parte privilegiada del mundo ha alcanzado el equilibrio demográfico, en ella la población ya no crece, y, por lo tanto, el progreso tecnológico se traduce en una elevación constante del nivel de vida (a pesar de las obvias excepciones). Pero gran parte del mundo subdesarrollado fuera de China, que incluye dos tercios de los seres humanos, sigue anclado en la miseria provocada por la galopante expansión demográfica.

La explosión demográfica es la principal causa de la miseria y el hambre en el mundo, así como del creciente deterioro ecológico del planeta, además de estar detrás de diversas guerras civiles (como la de la superpoblada Ruanda). La familia que podría alimentar y educar bien a un hijo o dos distribuye sus escasos recursos entre diez, con lo que todos pasan hambre, o son abandonados a la mendicidad y la delincuencia. Las ciudades que podrían albergar humanamente a un número limitado de habitantes se convierten en hormigueros invivibles, pasto de las infecciones, el caos urbanístico y el aire irrespirable, rodeados de inmensos arrabales chabolistas sin desagües ni servicios, en los que se hacinan millones de miserables sin trabajo, sin salud y sin esperanza. Los bosques, marismas y montañas que podrían continuar albergando la riqueza y diversidad bilógica del planeta son talados, quemados y roturados por masas famélicas e inconscientes. El volcán demográfico en constante erupción vomita constantemente nuevos millones de hambrientos y desesperados que van de un lado a otro, buscando su suerte en la destrucción de las últimas selvas tropicales o en el hacinamiento de las nuevas favelas.

La relación de la superpoblación con la miseria humana ya era el tema central del primer demógrafo, Malthus. En 1968, Paul Ehrlich publicó The population bomb [La bomba de población], en que advertía claramente de la amenaza demográfica. En los años 1970, la «revolución verde», con semillas mejoradas de arroz, trigo y maíz, produjo un incremento considerable del rendimiento agrícola, lo que hizo disminuir la preocupación por la superpoblación, aunque ya en 1970 el padre mismo de la revolución verde, Norman Borlaug, al recibir el premio Nobel, insistió en que el problema de fondo de la pobreza era la explosión demográfica y que había que aprovechar el respiro de la revolución verde para detenerla. Una vez muerto Mao y acabado el período de locuras colectivas por él inspirado, China introdujo su política del hijo único e inició la liberalización de su economía, medidas que condujeron a su impresionante despegue económico y a la mejora sustancial del nivel de alimentación y educación de los niños. Los presidentes demócratas americanos, como John F. Kennedy, Lyndon B. Johnson, Jimmy Carter y Bill Clinton, eran conscientes del problema de la superpoblación y promovían la planificación familiar en el mundo. Sin embargo, Ronald Reagan, ignorante, despreocupado de los problemas globales y dependiente políticamente del voto de los fundamentalistas cristianos del sur profundo de Estados Unidos, torpedeó la Conferencia Internacional sobre Población celebrada en México en 1984 y, en alianza con el Vaticano y las dictaduras islámicas, se opuso frontalmente a todos los esfuerzos de las Naciones Unidas para promover la planificación familiar como la más eficaz medida de lucha contra la pobreza. La oposición del Vaticano y del presidente de Estados Unidos han logrado que hoy día el tema del crecimiento demográfico se haya convertido en tabú en ciertos círculos, como señala Colin Butler.

La explosión demográfica se produce sobre todo en los países pobres, cuyas mujeres carecen de la información, la libertad y los medios para evitar los embarazos o abortar. La primera vez que estuve en Ciudad de México me hospedé en cada de unos amigos, donde una mujer venía a limpiar varios días a la semana. Por su cara ajada y sus movimientos cansinos yo estimaba que debía tener una edad avanzada. Cuál no sería mi sorpresa cuando, hablando con ella, me enteré de que solo tenía veintiséis años y que ya tenía seis hijos. Un par de veces había intentado usar algún medio anticonceptivo legal, y otra había considerado un aborto ilegal, pero lo único que había conseguido en cada caso fue una paliza de su marido, un desempleado borrachín y temeroso de que se dudase de su hombría, si su mujer no quedaba de nuevo embarazada.

Los expertos aconsejan a los gobiernos de esos países poner en marcha políticas vigorosas de control de la natalidad como requisito indispensable, aunque no suficiente, para escapar del círculo infernal del hambre y la degradación del medio. Muchos de esos gobiernos seguirían tales consejos si no fuera por la presión en contra que ejerce el fanatismo religioso, y en especial la Iglesia católica. En 1968, cuando la explosión demográfica era ya alarmante, el papa Pablo VI condenó la planificación familiar, la anticoncepción y el aborto en su encíclica Humanae vitae. Su sucesor, el papa Wojtyla, Juan Pablo II (1920-2005), se convirtió en vendedor ambulante de la irracionalidad demográfica, viajando incansablemente por los países más pobres y necesitados de planificación familiar y empleando a fondo su influencia para evitar que remediasen su problema. En los países avanzados, los católicos se han limitado a ignorar la postura de su Iglesia. Los índices de natalidad de los católicos son semejantes a la de los no católicos. Y precisamente Italia y España se encuentran ahora entre los países con menor tasa de fecundidad (el número medio de hijos por mujer), a un nivel de 1,3 infantes, bastante menos de la tasa de reposición, que es del 2,1.

La influencia de la Iglesia católica ha hecho que en toda Latinoamérica el aborto siga prohibido, y que los organismos internacionales sean incapaces de adoptar una política racional de contención de la explosión demográfica. La morbosa obsesión de Juan Pablo II lo llevó a beatificar a Gianna Beretta, una fanática antiabortista cuyo único mérito fue morir por negarse a una operación de útero que le habría salvado la vida, pues estaba embarazada y pensaba que la vida del feto es más valiosa que la de la madre. Una opinión así es un insulto a las mujeres y a la inteligencia, y más digna de lástima que de admiración. Ya vimos que en la Conferencia Mundial sobre la Población y el Desarrollo, celebrada en México en 1984, el Gobierno de Reagan se alineó con el Vaticano en contra del derecho al aborto y de todo freno a la explosión demográfica. En la siguiente Conferencia, celebrada en 1994 en El Cairo, la Iglesia ya no pudo contar con el apoyo de Estados Unidos, cuyo presidente Clinton estaba a favor de la planificación familiar y del aborto legal (a pesar de las llamadas telefónicas personales de Wojtyla, apremiándole a mantener la postura de Reagan), aunque, tras la elección de George W. Bush como nuevo presidente, el Vaticano volvió a tener un aliado en este asunto. El Fondo de Población de Naciones Unidas tuvo que acusar formalmente a la Iglesia católica de ejercer una influencia negativa que compromete el equilibrio demográfico mundial. El Consejo Pontificio para la Familia replicó acusando a la ONU de practicar el «imperialismo anticonceptivo».

En líneas generales, cuanto más deprisa crece la población, mayor es la pobreza y la conflictividad. Zonas como la Franja de Gaza, Níger, Angola, Somalia, Ruanda y Afganistán se encuentran entre las de tasa de fecundidad más alta del mundo. El mayor crecimiento demográfico se da en el África subsahariana (con excepción de Sudáfrica), que bate también todos los récords de miseria del planeta y es un desastre total y sin paliativos (de nuevo con excepción de Sudáfrica). La población crece imparablemente, a pesar de las constantes guerras civiles que la asolan, de la desertización antropógena y de la trágica propagación del sida. Como ya vimos, más de cien millones de mujeres africanas han sido mutiladas en sus genitales. Así, privadas de todo placer sexual y convertidas en meras máquinas de parir, viven condenadas a una cadena ininterrumpida de embarazados y partos no deseados, sumidas en la miseria y amenazadas o infectadas por el sida.

Ante esta situación espeluznante, en sus viajes a África, el papa Wojtyla se dedicó a despotricar contra la única posibilidad de salir de ella. El Sínodo de la Iglesia Católica sobre África, convocado por Wojtyla y celebrado en el Vaticano en 1994, invitó a los jefes de Estado africanos a boicotear el documento final de la Conferencia de El Cairo sobre la Población, pues la ONU «quiere imponer [...] la liberalización del aborto, la promoción de un estilo de vida sin referencias morales y la destrucción de la familia». Y el Consejo Pontificio para la Familia exhortó a los fieles a defender a la mujer de «las campañas antinatalistas lesivas para su salud y dignidad». Realmente, hacen falta dosis considerables de obnubilación ideológica para considerar que la liberación de la mujer africana de su degradante condición de máquina de parir es lesiva para su salud y dignidad, y destructiva de la familia.

Desde el papa Pablo VI, la doctrina de la Iglesia católica ha sostenido la tesis contradictoria de que la reducción artificial de la natalidad (mediante la planificación familiar, los anticonceptivos y el aborto) es antinatural y debe prohibirse, mientras que la reducción artificial de la mortalidad (mediante la higiene, las vacunas y los antibióticos) es natural y debe autorizarse. Obviamente, tan cultural y no natural es la una como la otra.

El planeta tiene ya unos seis mil quinientos millones de habitantes, muchos más de los que puede aguantar de un modo sostenible y con un nivel de vida aceptable. Pero en muchos países pobres, en vez de reducirse, la población sigue explotando como una bomba y hundiéndolos cada vez más en la miseria. En 2050 la semidesértica Nigeria tendrá más habitantes que toda Europa occidental. La paupérrima África tendrá bastantes más habitantes que Norteamérica, Europa, Rusia, Japón, Corea y Australia juntos. De hecho, la población africana, que todavía en 1900 representaba el 8,1 por 100 de la población mundial, pasó a representar el 12,9 por 100 en 2000 y constituirá el 20 por 100 en 2050. La India sobrepasará ampliamente a China, que siempre había sido más populosa, y alcanzará los 1.630 millones de habitantes. Ya hace bastantes años, Bertrand Russell no entendía el ideal de convertir la mayor cantidad posible de masa terrestre en carne humana. Es un ideal difícil de compartir, excepto para el Vaticano y los fundamentalistas cristianos e islámicos, que confían en la providencia divina y desprecian la racionalidad humana.

Algunos misioneros cristianos ayudan abnegadamente a los desharrapados a los que tratan de convertir, pero el Papa les impide darles lo que más necesitan, la planificación familiar. Las prohibiciones papales y la obsesiva presión de la Iglesia contra todo intento de control demográfico y de liberación de las mujeres del yugo de los embarazos no deseados causan más miseria de la que mil madres Teresas podrían nunca aliviar.

Fuente: Mosterín, J. (2006), La naturaleza humana, Espasa Calpe, Madrid.

23/9/21

Los jóvenes olvidados

Por Roberto Bolaño

En gran medida todo lo que he escrito es una carta de amor o de despedida a mi propia generación, los que nacimos en la década del cincuenta y los que escogimos en un momento dado el ejercicio de la milicia, en este caso sería más correcto decir la militancia, y entregamos lo poco que teníamos, lo mucho que teníamos, que era nuestra juventud, a una causa que creímos la más generosa de las causas del mundo y que en cierta forma lo era, pero que en la realidad no lo era. De más está decir que luchamos a brazo partido, pero tuvimos jefes corruptos, líderes cobardes, un aparato de propaganda que era peor que una leprosería, luchamos por partidos que de haber vencido nos habrían enviado de inmediato a un campo de trabajos forzados, luchamos y pusimos toda nuestra generosidad en un ideal que hacía más de cincuenta años que estaba muerto, y algunos lo sabíamos, y cómo no lo íbamos a saber si habíamos leído a Trotski o éramos trotskistas, pero igual lo hicimos, porque fuimos estúpidos y generosos, como son los jóvenes, que todo lo entregan y no piden nada a cambio, y ahora de esos jóvenes ya no queda nada, los que no murieron en Bolivia, murieron en Argentina o en Perú, y los que sobrevivieron se fueron a morir a Chile o a México, y a los que no mataron allí los mataron después en Nicaragua, en Colombia, en El Salvador. Toda Latinoamérica está sembrada con los huesos de estos jóvenes olvidados.

Fuente: Bolaño, R. (2004), Entre paréntesis, Anagrama, Barcelona.

16/9/21

Segunda fundación de Bolivia

Por Eduardo Galeano

Enero

26

En el día de hoy del año 2009, el plebiscito popular dijo sí a la nueva Constitución propuesta por el presidente Evo Morales.

Hasta este día, los indios no eran hijos de Bolivia: eran nada más que su mano de obra.

En 1825, la primera Constitución otorgó la ciudadanía al tres o cuatro por ciento de la población. Los demás, indios, mujeres, pobres, analfabetos, no fueron invitados a la fiesta.

Para muchos periodistas extranjeros, Bolivia es un país ingobernable, incomprensible, intratable, inviable. Se equivocan de in: deberían confesar que Bolivia es, para ellos, un país invisible. Y eso nada tiene de raro, porque hasta el día de hoy, también Bolivia había sido un país ciego de sí.

Fuente: Galeano, E. (2012), Los hijos de los días, Siglo Veintiuno, Buenos Aires.

9/9/21

Stalin versus los judíos

Por Jesús Mosterín

Stalin era profundamente antisemita y ordenó más asesinatos de judíos que nadie (excepto Hitler), incluyendo el del propio Trotski, llevado a cabo en México en 1940. Cada dos por tres, Stalin lanzaba tremendas purgas de cientos de miles de imaginarios enemigos, de intelectuales, de campesinos e incluso de miembros de su propio Partido Comunista. El porcentaje de los judíos purgados (es decir, asesinados) siempre era desproporcionadamente alto. En 1953, cuando todavía quedaban unos dos millones de judíos en Rusia, Stalin estaba preparando una «solución final» de la cuestión judía que consistiría en la deportación masiva de todos los judíos a Siberia, como ya había hecho con otros grupos étnicos, lo que sin duda habría causado la muerte de la mayoría de los implicados, dadas las condiciones en que se efectuaban dichas deportaciones. En 1953 los nueve médicos de Stalin (seis de los cuales eran judíos) fueron absurdamente acusados de tratar de envenenarle. Estaba previsto que este juicio apañado fuera el preludio de la deportación de los judíos, que ya estaba preparada, pero la imprevista muerte de Stalin, sin necesidad de envenenamiento alguno, puso fin a todo el proyecto.

Fuente: Mosterín, J. (2006), Los judíos, Alianza Editorial, Madrid.

2/9/21

11 de septiembre

Por Noam Chomsky

Para saber realmente cómo fue [el golpe de Estado chileno], comparémoslo con nuestro 11 de septiembre e imaginémoslo a la misma escala que el que tuvo lugar en Chile en 1973 con nuestra decisiva colaboración. Para que la analogía sea adecuada, hay que utilizar cantidades equivalentes, es decir, ajustadas al número de habitantes, ya que la población estadounidense es mucho más numerosa. De acuerdo con esto, imaginemos que, el 11 de septiembre de 2001, Al Qaeda hubiese volado la Casa Blanca, asesinado al presidente, llevado a cabo un golpe de Estado, matado entre cincuenta y cien mil personas, torturado a setecientas mil, establecido un centro terrorista en Washington que instigara o apoyara golpes de Estado parecidos en todo el continente americano y cometido asesinatos y magnicidios en todo el mundo para eliminar a quienes no fuesen de su agrado. Imaginémonos que hubiesen traído un grupo de economistas–llamémoslo los Chicos de Kandahar–que hicieran pedazos la economía, gozaran de gran prestigio y luego regresaran a sus países a recoger premios Nobel. Supongamos que hubiese ocurrido eso. ¿Habría cambiado el mundo? Todos dicen que nuestro 11 de septiembre cambió el mundo. Pero lo que acabo de contar no es hipotético. Es lo que ocurrió el 11 de septiembre de 1973.

Chomsky, N. (2007), Lo que decimos, se hace, Península, Barcelona.

26/8/21

La clase media

Por Pedro Juan Gutiérrez

Luisa me contaba sus historias porno con sus maridos anteriores, y yo las mías. Las susurrábamos al oído del otro, con lujo de detalles, y teníamos orgasmos y seguíamos y seguíamos. Un sicólogo hubiera trabajado bastante sólo con escucharnos mientras hacíamos el amor y Luisa apretándome con sus talones por mis nalgas y levantando bien las rodillas para que entrara toda dentro de ella. «¡Hasta el coyote, así, que me duela!», me repetía una y otra vez. Todo un banquete para un sicólogo. En definitiva, los sicólogos siempre son de la clase media. Pero la clase media nunca se entera de nada. Por eso siempre está aterrada y quiere saber qué está bien y qué está mal y cómo se puede corregir esto y lo otro. Todo les parece anormal. Debe ser terrible pertenecer a la clase media y querer enjuiciarlo todo, así, desde afuera, sin mojarse el culo.

Fuente: Gutiérrez, P. J. (1998), Trilogía sucia de La Habana, Anagrama, Barcelona.

19/8/21

El derecho a abortar es más importante que el derecho a votar

Por Jesús Mosterín

Los dramones y folletines del pasado están llenos de historias lacrimosas de mujeres cuyas vidas quedaban destrozadas por un embarazo inoportuno. Por desgracia, los casos de la vida real no eran menos trágicos que los ficticios. Situaciones de este tipo se han acabado en casi todos los países civilizados.

Toda precaución puede fallar. El cómputo de Ogino puede fallar, los anticonceptivos pueden fallar, uno puede equivocarse de fecha o tener un lapsus de memoria. A veces el embarazo imprevisto será una sorpresa agradable e incluso maravillosa, o al menos soportable. Pero habrá circunstancias en que representará partir por la mitad la vida de una mujer, o arruinar su carrera profesional, o lo que sea. Solo a la mujer interesada le es dado juzgar esas circunstancias, y no a la caterva arrogante de políticos, prelados, jueces, médicos y burócratas empeñados en decidir por ella. El aborto es un trauma. Ninguna mujer lo practicaría por gusto o a la ligera. Pero la procreación y la maternidad son algo demasiado importante como para dejarlo al albur de un error o un descuido o una violación. El aborto, como el divorcio o los bomberos, se inventó para cuando las cosas fallan.

La única razón para prohibir el aborto es el tabú impuesto por el fundamentalismo religioso. Ninguna otra razón moral, filosófica ni política avala tal precepto. Donde la Iglesia católica (o el fundamentalismo islámico, o el evangélico) no es prepotente y dominante, el aborto está permitido.

El sofisma básico consiste en decir que abortar es matar a un humán, cometer un homicidio, y, puesto que todas las personas civilizadas estamos contra el asesinato, tenemos que estar también contra el derecho al aborto, que sería un derecho al homicidio. El aborto está permitido y liberalizado en Estados Unidos y en Rusia, en Francia y en Holanda, en Gran Bretaña y en Italia, en China y en la India, en Austria y en Japón, en Suecia y Singapur, y en tantos otros países, en todos los cuales el homicidio está terminantemente prohibido y gravemente penado. ¿Será verdad que todos ellos caen en la flagrante contradicción de prohibir y permitir al mismo tiempo el homicidio, como pretenden los agitadores religiosos, o será más bien que el aborto no tiene nada que ver con el homicidio, como es obvio?

Una bellota no es un roble. Los cerdos de Jabugo se alimentan de bellotas, no de robles. Y un cajón de bellotas no constituye un robledo. Un roble es un árbol, mientras que una bellota no es un árbol, sino solo una semilla. Por eso la prohibición de talar los robles de un determinado bosque no implica la prohibición de recoger sus bellotas. Sin embargo, es obvio que hay una íntima relación entre el roble y la bellota. El roble actual se originó a partir de una cierta bellota, del mismo modo que esa bellota se formó a partir de un cierto zigoto (óvulo fecundado por un grano de polen en el interior de una flor de otro roble). Entre el zigoto, la bellota y el roble hay una continuidad genealógica celular: la bellota y el roble se han formado mediante sucesivas divisiones celulares (por mitosis) a partir del mismo zigoto. Ese linaje celular es un organismo. Ese zigoto, esa bellota y ese roble constituyen distintas etapas de un mismo organismo. Una bellota no es un roble, pero es una etapa inicial de un organismo que (en circunstancias favorables) podría alcanzar otra etapa distinta en la que sí sería un roble. Es lo que Aristóteles expresaba diciendo que la bellota no es un roble de verdad, un roble en acto, pero que encierra en sí la potencialidad de llegar a convertirse en un roble y es, por lo tanto, un roble en potencia.

Una oruga no es una mariposa. Una oruga se arrastra por el suelo, come hojas, carece de alas, no se parece nada a una mariposa ni tiene las propiedades típicas de estas. Incluso hay a quien le encantan las mariposas, pero le dan asco las orugas. Sin embargo, una oruga es una mariposa en potencia. Huevo, oruga, pupa y mariposa son estadios distintos del mismo organismo, etapas sucesivas y diferentes de un mismo linaje celular.

Cuando el espermatozoide de un hombre penetra en el óvulo maduro de una mujer y los núcleos haploides de ambos gametos se funden para formar un nuevo núcleo diploide, se forma un zigoto que (en circunstancias favorables) puede convertirse en el inicio de un linaje celular humano, de un organismo que en sus diversas etapas puede ser mórula, blástula, embrión, feto y, finalmente, un humán en acto, hombre o mujer. Aunque estadios de un mismo organismo, un zigoto no es una blástula, y un embrión no es un humán. Un embrión es un conglomerado celular del tamaño y peso de un renacuajo o una bellota, que vive en un medio líquido y es incapaz por sí mismo de ingerir alimentos, respirar o excretar (no digamos ya de sentir o pensar), por lo que solo pervive como parásito interno de su madre, a través de cuyo sistema sanguíneo come, respira y excreta. Desde luego este parásito encierra la portentosa potencialidad de desarrollarse durante meses hasta convertirse en un hombre o mujer. Es un milagro maravilloso y la mujer en cuyo seno se produzca este milagro puede sentirse realizada, orgullosa y satisfecha. Pero, en definitiva, es a ella a quien corresponde decidir si es el momento oportuno para realizar milagros en su vientre.

El niño es un anciano en potencia, pero un niño no es un anciano ni tiene derecho a la jubilación. Un hombre vivo es un cadáver en potencia, mas un hombre vivo no es un cadáver. Enterrar a un hombre vivo es algo muy distinto y de muy diversa gravedad que enterrar a un cadáver. Una oruga es una mariposa en potencia, pero no es una mariposa actual. Una bellota es un roble en potencia, pero no es un roble de verdad. A los vegetarianos, a los que les está prohibido comer carne, les está permitido comer huevos, porque los huevos no son gallinas, aunque tengan la potencialidad de llegar a serlo. Un embrión no es un hombre, y por lo tanto eliminar un embrión no es matar a un hombre. El aborto no es un asesinato. Y el uso de células madre en la investigación, tampoco.

Otro sofisma que emplean los agitadores religiosos consiste en decir que, si los padres de Beethoven hubieran abortado, no habría habido Quinta Sinfonía, por lo que, si somos aficionados a la música, tenemos que estar contra el derecho al aborto. E incluso si no lo somos, pues si nuestros padres hubieran abortado el embrión de que nosotros surgimos, ahora no existiríamos. Pero si los padres de Beethoven y los nuestros hubieran sido castos, tampoco habría Quinta Sinfonía y tampoco existiríamos nosotros. Si esto es un argumento para prohibir el aborto, también lo es para prohibir la castidad. Pero tanta prohibición supongo que resultaría excesiva incluso para la Iglesia católica. Una de sus múltiples contradicciones estriba en que impone un natalismo salvaje a los demás, mientras a sus propios sacerdotes y monjas les prohíbe cualquier atisbo de natalidad, exigiéndoles un celibato y una castidad implacables.

En el juego de la vida la jugada culminante es la reproducción. Solo quien se reproduce logra transmitir sus genes. Muchas parejas anhelan tener infantes, muchas mujeres desean quedar embarazadas y esperan con inquietud e inmensa ilusión el nacimiento de la criatura. Es difícil exagerar la importancia del momento y del evento, la alegría profunda que puede producir y su contribución absolutamente crucial a la preservación de la naturaleza humana, del género humano y de la sociedad humana. El infante querido y deseado será normalmente bien alimentado y educado, colmado de cariño y estimulación; su cerebro se formará sin más limitaciones que las impuestas por la lotería genética que le haya tocado. Por desgracia, gran parte del mundo está lleno de madres forzadas con sus vidas rotas y de niños no deseados, abandonados a la mendicidad y la delincuencia, famélicos, con los cerebros malformados por la carencia alimentaria y la falta de cariño y estímulo, carne de cañón de guerrillas crueles y sometidos a todo tipo de explotaciones prematuras. El derecho a abortar es para muchas mujeres aún más importante que el derecho a votar en las elecciones generales, y ha de serles reconocido por todos los que están a favor de la libertad y del respeto a la persona (aunque sea mujer), incluso por aquellos que personalmente jamás abortarían.

Fuente: Mosterín, J. (2006), La naturaleza humana, Espasa Calpe, Madrid.

12/8/21

El fin de la pandemia de COVID

En un texto del 31 de diciembre del 2020 decía que la mejor manera de cuantificar el impacto de la pandemia es mirar las muertes en exceso en cada país: «A partir del número de fallecidos de años previos, se estima el número de fallecidos que hubiese habido este año sin la pandemia, se contrasta esta cifra con las defunciones registradas, y las muertes adicionales se atribuyen a la pandemia. Es un método impreciso que incluye no solo las muertes por COVID, sino también las ocasionadas por otras enfermedades que no se pudieron atender porque los hospitales colapsaron». En ese momento, entre los países más afectados estaban algunos de América latina, algunos de Europa occidental y Rusia. Ahora, ocho meses después, algunos países de Europa oriental han reemplazado a los de Europa occidental (ver Tabla 1). Perú siguen siendo el país más afectado del mundo, con 583 muertes por cada 100 mil habitantes. Es decir, en Perú uno de cada 170 habitantes ha muerto debido a la pandemia de COVID.

Tabla 1. Víctimas de la pandemia, según el total de muertes en exceso y por cada 100 mil habitantes*

País

Muertes en exceso

Por cada 100 mil habitantes

Perú

191.490

583

Bulgaria

34.590

498

Macedonia del Norte

9.170

441

Serbia

28.730

415

Rusia

576.650

394

Lituania

10.590

379

México

475.000

377

Ecuador

63.210

357

Moldavia

9.060

343

República Checa

35.370

331

*https://www.economist.com/graphic-detail/coronavirus-excess-deaths-tracker

La muerte llega en oleadas. A una ola de contagios le sigue la saturación de las áreas de cuidados intensivos de los hospitales, y las muertes se multiplican. En Ecuador, hemos atravesado por tres olas de muerte que se pueden verificar mirando el promedio de muertes en exceso por día desde que comenzó la pandemia, en periodos de unos quince días (ver Tabla 2). La cima de la primera ola se encuentra en la primera quincena de abril de 2020, con un promedio de 715 muertes en exceso al día. La cima de la segunda ola se encuentra en la segunda quincena de julio de 2020, con un promedio de 162 muertes en exceso al día. La cima de la tercera ola se encuentra en la segunda quincena de abril de este año, con un promedio de 244 muertes en exceso al día.

Tabla 2. Promedio de muertes por día en Ecuador durante la pandemia

Periodo

Muertes esperadas*

Muertes registradas**

Muertes en exceso

12-31 marzo 2020

223

394

171

1-15 abril 2020

209

924

715

16-30 abril 2020

209

493

284

1-15 mayo 2020

203

359

156

16-31 mayo 2020

203

303

100

1-15 junio 2020

199

302

104

16-30 junio 2020

199

303

105

1-15 julio 2020

198

343

144

16-31 julio 2020

198

361

162

1-15 agosto 2020

204

351

147

16-31 agosto 2020

204

304

100

1-15 septiembre 2020

209

282

73

16-30 septiembre 2020

209

256

47

1-15 octubre 2020

196

249

52

16-31 octubre 2020

196

244

47

1-15 noviembre 2020

203

245

43

16-30 noviembre 2020

203

250

48

1-15 diciembre 2020

213

245

33

16-31 diciembre 2020

213

257

44

1-15 enero 2021

222

290

68

16-31 enero 2021

222

324

103

1-14 febrero 2021

214

316

102

15-28 febrero 2021

214

322

108

1-15 marzo 2021

223

333

109

16-31 marzo 2021

223

384

161

1-15 abril 2021

209

425

216

16-30 abril 2021

209

454

244

1-15 mayo 2021

203

398

195

16-31 mayo 2021

203

321

118

1-15 junio 2021

199

278

80

16-30 junio 2021

199

266

68

1-15 julio 2021

198

261

62

16-31 julio 2021

198

239

40

*https://datastudio.google.com/reporting/937828fd-93f2-4ff1-a260-e6cdb458d1d2/page/TBdZB
**https://www.registrocivil.gob.ec/wp-content/uploads/downloads/2021/08/Defunciones_Generales_act_09_AGO_2021.xlsx

El devenir de la curva de muerte en Ecuador y el mundo entero dependerá en gran medida de cuán dispuesta esté la población a vacunarse y cuán eficientes sean los gobiernos al implementar la vacunación. No se espera que el COVID deje de matar, sino que el número de muertes y contagios no se dispare a medida que la gente vuelva a vivir sin mascarillas y sin miedo al contacto con los demás.