Por Noam Chomsky
Las
víctimas reales de la «agonía estadounidense» son los millones de personas
atormentadas y dolientes de gran parte del Tercer Mundo. Nuestras instituciones
ideológicas altamente refinadas nos protegen para que no veamos su desesperada
situación ni nuestra contribución a su mantenimiento. Si somos honestos y
tenemos la suficiente valentía moral, no dejaremos pasar ni un día más sin
escuchar el llanto de las víctimas. Podríamos poner la radio por las mañanas y
escuchar las voces de la gente que escapó de las matanzas de Quiché y de las
montañas de Guazapa; y la prensa diaria publicaría en sus portadas las
fotografías de los niños muertos a causa de la enfermedad y de la desnutrición
en los países en los que reina el orden, y las cosechas y el ganado se exportan
al mercado estadounidense, con una explicación de por qué estas cosas son así.
Oiríamos las extensas y detalladas historias de terror y de tortura que se
producen en nuestras posesiones, recopiladas por Amnesty International,
Americas Watch, Survival International y otras organizaciones de derechos
humanos. Pero, afortunadamente, nos aislamos de la espeluznante realidad.
Actuando así, nos sumimos en un nivel de depravación moral que tiene pocos
equivalentes en el mundo moderno, es más, quizá estemos también poniendo la
base de nuestra propia destrucción.
Fuente:
Chomsky, N. (1985), La quinta libertad, Crítica, Barcelona.