28/7/23

Tres pasiones

Por Bertrand Russell

Tres pasiones, simples, pero abrumadoramente intensas, han gobernado mi vida: el ansia de amor, la búsqueda del conocimiento y una insoportable piedad por el sufrimiento de la humanidad. Estas tres pasiones, como grandes vendavales, me han llevado de acá para allá, por una ruta cambiante, sobre un profundo océano de angustia, hasta el borde mismo de la desesperación.

He buscado el amor, primero, porque conduce al éxtasis, un éxtasis tan grande, que a menudo hubiera sacrificado el resto de mi existencia por unas horas de este gozo. Lo he buscado, en segundo lugar, porque alivia la soledad, esa terrible soledad en que una conciencia trémula se asoma al borde del mundo para otear el frío e insondable abismo sin vida. Lo he buscado, finalmente, porque en la unión del amor he visto, en una miniatura mística, la visión anticipada del cielo que han imaginado santos y poetas. Esto era lo que buscaba, y, aunque pudiera parecer demasiado bueno para esta vida humana, esto es lo que –al fin– he hallado.

Con igual pasión he buscado el conocimiento. He deseado entender el corazón de los hombres. He deseado saber por qué brillan las estrellas. Y he tratado de aprehender el poder pitagórico en virtud del cual el número domina al flujo. Algo de esto he logrado, aunque no mucho.

El amor y el conocimiento, en la medida en que ambos eran posibles, me transportaban hacia el cielo. Pero siempre la piedad me hacía volver a la tierra. Resuena en mi corazón el eco de gritos de dolor. Niños hambrientos, víctimas torturadas por opresores, ancianos desvalidos, carga odiosa para sus hijos, y todo un mundo de soledad, pobreza y dolor convierte en una burla lo que debería ser la existencia humana. Deseo ardientemente aliviar el mal, pero no puedo, y yo también sufro.

Ésta ha sido mi vida. La he hallado digna de vivirse, y con gusto volvería a vivirla si se me ofreciese la oportunidad.

Fuente: Russell, B. (2010), Autobiografía, Edhasa, Barcelona.

21/7/23

Paz y prosperidad

Por Ian Kershaw

Para la mayoría de observadores, tanto en el interior como en el exterior, el régimen de Hitler parecía estable, fuerte y victorioso tras cuatro años en el poder. La posición del propio Hitler parecía intocable. La imagen de gran estadista y líder nacional de genio fabricada por la propaganda coincidía con los sentimientos y expectativas de una gran parte de la población. La reconstrucción interna del país y los triunfos nacionales en política internacional, todos ellos atribuidos a su «genio», lo convirtieron en el dirigente político más popular de cualquier nación de Europa. Lo que ansiaba la mayoría de los alemanes normales y corrientes, como la mayoría de la gente normal y corriente de todos los lugares y todas las épocas, era paz y prosperidad. Hitler parecía haber construido los cimientos para ellas. Había restituido la autoridad del gobierno y había restablecido el orden público. El hecho de que hubiera destruido las libertades civiles en el proceso sólo preocupaba a unos pocos. Había trabajo de nuevo y una gran prosperidad económica. Aquello era muy diferente al desempleo masivo y la quiebra económica de la democracia de Weimar. Naturalmente, aún quedaba mucho por hacer y seguían existiendo numerosos motivos de queja. El conflicto con las iglesias, que era la causa de un gran resentimiento, no era el menor de ellos. Pero, por lo general, la gente no responsabilizaba a Hitler. La mayoría creía que los aspectos negativos de la vida cotidiana no eran obra del Führer, que los culpables eran sus subordinados, que con frecuencia le ocultaban lo que ocurría.

Fuente: Kershaw, I. (2008), Hitler, Península, Barcelona.

14/7/23

Sankara

Por Eduardo Galeano

Imagen tomada de https://shorturl.at/hMPRW

Thomas Sankara cambió el nombre del Alto Volta. La antigua colonia francesa pasó a llamarse Burkina Faso, tierra de hombres honestos.

Tras el largo dominio colonial, los hombres honestos heredaron el desierto: campos exhaustos, ríos secos, bosques devastados. Uno de cada dos nacidos no llegaba vivo a los tres meses.

Sankara encabezó el cambio. La energía comunitaria se puso al servicio de la multiplicación de los alimentos, la alfabetización, el renacimiento de los bosques nativos y la defensa del agua, escasa y sagrada.

La voz de Sankara multiplicó sus ecos desde el África hacia el mundo:

Proponemos que se destine a la salvación de la vida en este planeta al menos el uno por ciento de las fabulosas sumas que se gastan estudiando la vida en otros planetas.

El Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional nos niegan fondos para buscar agua a cien metros, pero nos ofrecen excavar pozos de tres mil metros para buscar petróleo.

Queremos crear un mundo nuevo. Nos negamos a elegir entre el infierno y el purgatorio.

Denunciamos a los hombres cuyo egoísmo causa el infortunio del prójimo. Sigue impune en el mundo la destrucción de la biosfera, con esos ataques asesinos contra la tierra y el aire.

En 1987, la llamada comunidad internacional decidió deshacerse de este nuevo Lumumba.

Se encomendó la tarea a su mejor amigo, Blaise Campaoré.

El crimen le otorgó poder perpetuo.

Fuente: Galeano, E. (2008), Espejos, Siglo XXI, Buenos Aires.

7/7/23

Millonarios con pobres

Por Marvin Harris

En el gran museo mundial de formas etnográficas exóticas, al menos una sociedad ha realizad un intento ingenioso de crear un sistema de clases lo más abierto posible mediante reglas especiales de matrimonio y filiación. Los natchez del bajo Mississippi estaban organizados en dos clases: gobernantes y plebeyos. Los primeros exploradores franceses llamaron a estos últimos stinkards. Los miembros del grupo dirigente estaban obligados a casarse con plebeyos (pero como había más plebeyos que gobernantes, la mayoría de los plebeyos se casaban con plebeyos). Los hijos de los miembros femeninos de la clase dirigente heredaban la posición de sus madres, pero los hijos de los miembros masculinos de la clase dirigente bajaban un grado con cada matrimonio. Así, un varón sol tenía un hijo varón noble, quien a su vez tenía un hijo varón stinkard. En cambio, los hijos de una sol seguían siendo soles; los hijos de una noble seguían siendo nobles, etc. Este sistema se podría comparar a una costumbre que obligara a todos los millonarios varones a casarse con mujeres pobres; no pondría fin a la distinción entre millonarios y pobres, pero ciertamente reduciría la distancia social entre ellos. La exogamia de la clase dirigente natchez probablemente indica un surgimiento bastante reciente a partir de una forma de organización no estratificada. Sin embargo, bajo otras circunstancias, no hay ninguna razón estructural para esperar que una clase dirigente acepte prescripciones matrimoniales exógamas que dispersan el poder.

Fuente: Harris, M. (1983), Antropología cultural, Alianza Editorial, Madrid.