Por Jesús Mosterín
La desigualdad de hombres y mujeres en el
islam se justifica por esta sura del Corán:
Los
hombres tienen autoridad sobre las mujeres en virtud de la preferencia que Dios
tiene por los unos más que por las otras y de lo que ellos gastan en favor de
ellas. Las mujeres virtuosas son devotas y, en ausencia de sus maridos, son
recatadas en aquello que Dios mandó recatar. ¡Amonestad a aquellas de quienes
temáis la desobediencia, confinadlas en sus habitaciones y golpeadlas! Si os
obedecen, no os metáis más con ellas. Dios es excelso, grande.
Según el Corán y el Hadiz, los hombres
pueden tener relaciones sexuales con sus esposas y también con sus concubinas y
esclavas, frecuentemente cautivas o prisioneras de guerra de conquista, pues
Dios se las ha dado. De todos modos, ahora que ya no existe la esclavitud
legal, se considera que solo pueden tener relaciones sexuales con sus esposas.
Las mujeres no pueden salir de casa sin el permiso de sus maridos. En algunos
países, las mujeres no pueden viajar solas. En Arabia Saudí (como también
ocurría en el Afganistán de los talibanes) tampoco pueden conducir un vehículo,
ni siquiera cuando van acompañadas de su marido.
Las mujeres tienen el
deber de ser castas, modestas, recatadas y de no dejarse ver por los hombres.
Las mujeres deben quedar tapadas u ocultas a la vista de los hombres que no
sean de su más próxima familia. De ahí la exigencia de ropa y velo que las
cubra completamente, aunque haga un calor horrible y sea verano, a fin de
preservar su recato. La exigencia del hiŷab
o vestimenta recatada en el islam se basa en esta sura:
Di
a las creyentes que bajen la vista con recato, que sean castas y no muestren
más adornos que los que están a la vista, que cubran su escote con el velo y no
exhiban sus adornos sino ante sus esposos, a sus padres, a sus suegros, a sus
propios hijos, a sus hijastros, a sus hermanos, a sus sobrinos carnales, a sus
criadas y esclavas, a sus eunucos, y a los niños que desconocen aún las
vergüenzas femeninas. Que no meneen sus pies de modo que descubran sus adornos
ocultos. ¡Volveos todos a Dios, creyentes! Quizás, así, prosperéis.
En la práctica, la exigencia de recato se
concreta en cuatro tipos distintos de vestimenta y velo islámico para las
mujeres que pretendan salir de casa:
1) El burqa (burqa'), que cubre y oculta por completo
el cuerpo, las manos y la cara de la mujer, incluso los ojos, cubiertos por una
tupida red que apenas deja ver. Es la vestimenta más incómoda y peligrosa, pues
la mujer que lo lleva ve mal y puede fácilmente caer o ser atropellada.
Frecuente en Afganistán, fue impuesta bajo pena de muerte por los talibanes.
También oculta la identidad de la persona; en realidad, cuando se ve un burka
por la calle, no se sabe si hay un hombre o una mujer (o un saco de patatas)
dentro.
2) El niqab (niqāb), parecido al burqa, pero con una
rendija a la altura de los ojos que permite la visión, por lo que es más seguro
y provoca menos accidentes. De todos modos, es igual de incómodo. Es frecuente
en Arabia Saudí, Kuwait y otros países de la zona. Tanto el burqa como el niqab
son prendas terriblemente incómodas de llevar, sobre todo en el tórrido verano
de esa zona, restringen la libertad de movimientos, ocultan la identidad
personal y constituyen una especie de cárcel ambulante, por lo que han sido
prohibidas en ciertos países, como Francia y Bélgica.
Imagen tomada de https://bit.ly/2X9zhGW
3) El chador (chador) cubre todo el cuerpo con un paño
negro envolvente, pero permite mostrar la cara y las manos, por lo que no es
tan opresivo como el burqa y el niqab. Es frecuente en Irán y otros paíse de la
zona, donde casi había desaparecido en las ciudades en tiempos del shah, pero
donde ha vuelto a ser promovido por la república islámica.
4) El hiyab (hiŷāb) es la alternativa más cómoda y
menos opresiva de velo islámico, pues solo cubre la cabeza, la cabellera, el
cuello y los hombros, aunque el resto del vestido ha de ser modesto. Es
frecuente en la mayoría de los países islámicos e incluso entre las mujeres
musulmanas que han emigrado a Europa.
Hay países de predominio islámico con
cierta libertad de vestido, donde cada mujer puede decidir sin interferencia
del Estado (aunque quizá sí de la familia y los vecinos) si llevar velo o no y
qué tipo de velo, como Turquía, Líbano, Indonesia y Marruecos. En el extremo
opuesto, países como Sudán, Arabia Saudí e Irán imponen la vestimenta que el
gobierno considera islámica mediante el uso de la violencia y la coerción
legal. Y no digamos en el Afganistán de los talibanes, donde el burqa total era
obligatorio.
La sharía representó un
cierto progreso para las mujeres de las tribus del desierto árabe,
concediéndoles derechos de los que antes carecían, como el derecho a mantener
la propiedad de su dote, incluso tras el divorcio, así como la posibilidad
misma del divorcio. De todos modos, y en la práctica, si bien el divorcio es
fácil para los hombres, es extremadamente difícil para las mujeres.
En general, y según la
sharía y la tradición islámica, una mujer vale la mitad que un hombre. Así se
refleja, por ejemplo, en la legislación que regula la diyya o «dinero de sangre», es decir, la compensación económica que
hay que pagar por el homicidio a la familia del asesinado. Esta compensación
varía según la religión del muerto. Por un muslim hay que pagar el doble que
por un dimmí (judío o cristiano), y por un pagano la mitad que por un dimmí (y
así la cuarta parte que por un musulmán). Pero dentro de cada una de esas
categorías hay que hacer otra subdivisión según el sexo de la víctima. Por un
hombre siempre hay que pagar el doble que por una mujer. En la Arabia Saudí
actual, el dinero de sangre (diyya)
por un musulmán es de 100.000 riales; por una musulmana, de 50.000. Por matar a
un cristiano hay que pagar 50.000 riales; si se ha matado a una cristiana,
25.000. Aunque por matar a un pagano basta con pagar 6.666 riales, a una pagana
se la puede matar por la mitad, por 3.333 riales. La cruel represión de que es
objeto la fe baha'i en el Irán de los ayatolás se refleja en que el dinero de
sangre por matar a un baha'i es cero; quien mata a un baha'i en Irán no
necesita pagar compensación alguna a su familia.
El mismo principio de que
la mujer vale la mitad que el hombre se aplica también en otros ámbitos, como
las herencias o los testimonios. Aunque la posibilidad de que las mujeres
pudieran heredar fue una novedad progresiva para las mujeres del desierto, que
antes de Mahoma no podían hacerlo, la sharía establece que, a igualdad de
parentesco, una mujer recibe la mitad de la porción de la herencia asignada a
un hombre. En los juicios, y en términos generales, el testimonio de un hombre
tiene el mismo valor que el de dos mujeres. Hay otras muchas diferencias. Se
permite que un muslim se case con mujeres dimmíes, que no son musulmanas, pero
una mujer musulmana solo puede casarse con un muslim. Se permite la poligamia
(hasta cuatro mujeres), pero no la poliandria.
Fuente: Mosterín, J. (2012), El islam, Alianza Editorial, Madrid.