26/12/19

El color del semen

Por Roberto Bolaño                     
Una noche, mientras hacíamos el amor, Maciste me preguntó de qué color era su semen. Yo estaba pensando en las monedas de oro y la pregunta, no sé por qué, me pareció de lo más pertinente. Le dije que sacara su pene. Luego le quité el condón y lo masturbé unos segundos. Me quedó la mano llena de semen.
–Es dorado –le dije–. Como oro fundido.
Maciste se rio.
–No creo que puedas ver en la oscuridad –dijo.
–Puedo ver –le dije.
–Yo creo que mi semen cada día que pasa es más negro –dijo.
Durante un rato me quedé pensando en lo que quería decir con eso.
–No seas aprensivo –le dije.
Después me fui a la ducha y cuando volví Maciste ya no estaba en la habitación. Sin encender ninguna luz lo fui a buscar al gimnasio. Tampoco estaba allí. Así que me fui a la galería y estuve un rato contemplando el jardín y la sombra de los muros vecinos.
La verdad es que el semen de Maciste no era dorado.
Fuente: Bolaño, R. (2002), Una novelita lumpen, Random House, Barcelona.

19/12/19

La única forma

Pocas veces discrepábamos con alguno de los admirados maestros de la secta, pero la discusión era estimulante las pocas veces que se abría paso un disenso. En un libro de hace ya casi un siglo, un maestro había sugerido una moral sexual alternativa que reemplace a la anticuada moral victoriana, todavía vigente en aquel entonces en Inglaterra y Estados Unidos. A continuación resumiré su propuesta. La evidencia antropológica apunta a que hombres y mujeres, si no se cohíben, son polígamos. El sexo sin hijos de por medio debería ser libre, la sociedad no debería entrometerse en asuntos privados. Pero en una sociedad industrial, la buena crianza de los hijos es prioritaria. Las parejas deberían perdurar el tiempo suficiente para criar a los hijos de la mejora manera. Una pareja bien establecida no debería deshacerse si el marido o la mujer mantienen una relación extramarital ligera. No se trata de reprimir el deseo, sino de controlar los celos. Hasta ahí la propuesta. En la secta habíamos llegado a la conclusión de que sería inviable llevarla a la práctica porque nos parecía que la mujer es, en promedio, menos propensa a las relaciones fugaces que el hombre o, en general, menos libidinosa que el hombre. Incluso si las oportunidades que la sociedad ofrece a las mujeres fuesen tan amplias como las que ofrece a los hombres, seguirían siendo los hombres los que más violan, los que más pornografía consumen y los más fascinados con la prostitución. La única forma de alcanzar la plena igualdad, pensábamos en la secta, sería modificar genéticamente a la mujer para que sea tan fuerte como el hombre. Es la mayor musculatura del hombre la que le ha permitido someter a la mujer en todas las eras.

12/12/19

Lo magno de la elección posible

Por Julio Cortázar
Imagen tomada de https://bit.ly/2XO42Bo
Su única ansiedad es lo magno de la elección posible: ¿guiarse por las estrellas, por el compás, por la cibernética, por la casualidad, por los principios de la lógica, por las razones oscuras, por las tablas del piso, por el estado de la vesícula biliar, por el sexo, por el carácter, por los pálpitos, por la teología cristiana, por el Zend Avesta, por la jalea real, por una guía de ferrocarriles portugueses, por un soneto, por La Semana Financiera, por la forma del mentón de don Galo Porriño, por una bula, por la cábala, por la necromancia, por Bonjour Tristesse, o simplemente ajustando la conducta marítima a las alentadoras instrucciones que contienen todo paquete de pastillas Valda?
Fuente: Cortázar, J. (1960), Los premios, Santillana, Madrid.

5/12/19

Sobre la prostitución

Se suele justificar la prostitución voluntaria –para diferenciarla de la prostitución forzada o trata– argumentando que las mujeres pueden hacer con su cuerpo lo que se les ocurra, y que el trabajo sexual es tan respetable como el del panadero, él trabaja con sus manos y ellas con su sexo. Es cierto que los adultos deberíamos tener toda la libertad para hacer lo que nos plazca, siempre que mantengamos un mínimo respeto por el resto, y no es difícil encontrar testimonios de prostitutas que se encuentran satisfechas con su trabajo. Pero por qué nos encerramos en lo que es, sin imaginar lo que podría llegar a ser. No sé de ninguna mujer bien instalada en la clase media que se gane la vida acostándose con el primero que se le acerca, arriesgando su salud y su integridad, a cambio de veinte dólares. Si sabemos que la marginación y la falta de oportunidades, o una educación deficiente, empujan a muchas mujeres a la prostitución, ¿por qué no apoyamos en serio las medidas dirigidas a ampliar las oportunidades de todos, en primer lugar de los más débiles? Las putas felices que pueblan las novelas de García Márquez pueden ser encantadoras en la ficción, pero lo que necesitamos en la realidad es maximizar el bienestar y la felicidad. Avanzaríamos mucho si todas las mujeres pudiesen ganarse la vida con tareas que estimulen su creatividad.

28/11/19

El filósofo autodidacto

Por Jesús Mosterín
Avempace había expuesto la dificultad que tenía el filósofo para vivir en la sociedad real y corrupta de su tiempo; en El régimen del solitario había aconsejado que se apartase interiormente, encerrándose en una especie de torre de marfil, dedicado a su búsqueda intelectual. Esta misma actitud fue recogida y hecha suya por Ibn Tufayl, que la desarrolló en forma novelada en su única obra conservada, la famosa novela filosófica Hayy ibn Yaqzān (Vivo, hijo de Despierto), conocida por los latinos a partir del siglo XVII como Philosophus autodidactus (El filósofo autodidacto). La obra recoge una alegoría de Avicena, del que también toma el nombre de su protagonista, Hayy, y de los dos personajes secundarios, Absal y Salamán. Tiene ecos de la historia de Moisés y en cierto modo anticipa los caracteres de Andrenio y Cratilo en el Criticón de Baltasar Gracián, del Robinson Crusoe de Daniel Defoe, del Émile de Rousseau y del Mowgli en el Jungle Book (Libro de la jungla) de Rudyard Kipling.
El libro de Ibn Tufayl comienza con el nacimiento del protagonista, Hayy. La hermana del celoso rey de una isla tiene un hijo con Yaqzán (Despierto). Temiendo que su airado hermano lo mate, coloca al niño en una arqueta y lo confía a las olas del mar, que lo llevan hasta una isla desierta. Allí, una gacela que acababa de perder a su cría oye los gritos de hambre del bebé, lo adopta y lo cría. (Según otra versión, Hayy se habría engendrado por un proceso de generación espontánea a partir de una masa de arcilla, a la que Dios acaba imprimiendo un alma.) Hayy fue creciendo junto a la gacela y sus crías, que constituían su familia, y aprendió el lenguaje de las aves. Al cabo de un tiempo, la gacela murió. Sobreponiéndose a su tristeza, Hayy se decidió a hacer la disección del cadáver, dando así oportunidad al médico Ibn Tufayl a exponer sus conocimientos de anatomía, incluido el corazón, centro de la vida, una de cuyas cavidades encuentra vacía, pues la ha abandonado el alma. A partir de ese momento, Hayy se embarca en una solitaria empresa científica, estudiando los animales, vegetales y minerales que encuentra en la isla. A partir de ahí reconstruye parte de la filosofía natural de Aristóteles, así como su distinción entre materia y forma.
Siguiendo a Avempace, la forma es una fuerza, un principio de cambio y movimiento. Las formas incorporadas en la materia requieren un generador inmaterial, un intelecto puro. Así llega hasta la noción de un Dios único del que dependen las esferas celestes (que también son intelectos) y en último término las almas y otras formas. El universo entero es un ser vivo, limitado por la esfera de las estrellas fijas. Respecto a la cuestión de si el universo es eterno (como había afirmado Avicena) o creado en el tiempo (según la doctrina asharí de al-Gazali), Ibn Tufayl evita dar una respuesta comprometida, sentándose entre ambas sillas al decir que da igual. Si el universo es creado en el tiempo, hará falta un creador; si es eterno, hará falta un motor eterno; en cualquier caso, es necesario que haya un creador-motor incorporal y eterno, al que llamamos Dios. Ibn Tufayl enfatiza la incorporeidad divina, a partir de la cual deduce la del alma humana. Sin embargo, no todas las almas humanas son inmortales, sino solo aquellas que han logrado llegar al conocimiento intuitivo de la incorpórea esencia divina. Las otras no sobreviven a la muerte del cuerpo.
Ibn Tufayl, atraído por el sufismo, hace que su héroe Hayy alcance por su cuenta no sólo los conceptos de la filosofía, sino también momentos de unión mística con Dios. Está unión mística, que es el máximo bien humano, solo podrá obtenerla tras la muerte, tras despojarse del cuerpo, si previamente se ha perfeccionado suficientemente, imitando la perfección y regularidad de las esferas celestes. Para ello decide llevar una vida ascética, mostrar compasión por los animales y las plantas, abstenerse de comer carne, ser limpio y puro, y concentrarse en pensar la noción de Dios hasta llegar a vaciar su propia personalidad y a disolverse y fundirse en Él.
Hayy acaba descubriendo el islam en sus dos formas de religiosidad íntima y de religión externa y oficial. Absal, un muslim intimista, llega a la isla donde mora Hayy, al que conoce y enseña su idioma. Pronto, ambos se dan cuenta de que la religión natural a la que ha llegado Hayy por la sola fuerza de su razón, sin necesidad de maestros ni libros, coincide con la religión islámica interiorizada que ha aprendido Absal. La auténtica sabiduría coincide con la auténtica religión. Hayy acepta el islam, pero tiene dos objeciones: ¿por qué el profeta Mahoma usaba de imágenes, metáforas y alegorías para hablar de Dios, en vez de hacerlo de una forma clara, directa y racional? Y ¿por qué el profeta permite a sus seguidores dedicarse a los bienes materiales, en vez de impulsarlos a la unión mística con Dios? En definitiva, la obra de Ibn Tufayl es un canto a la autonomía y la capacidad de la razón humana para descubrir por su cuenta todas las verdades, aunque añade como colofón sufí la necesidad de dar un salto final desde la razón contemplativa hasta la unión mística e inefable con Dios. Hayy y Absal viajan a la isla habitada de donde procede este último y tratan de convencer al gobernante y a sus súbditos de las verdades que han descubierto, pero el intento acaba en desastre. El mundo político está pervertido y sólo dentro de sí mismo hallará el sabio la liberación del conocimiento filosófico y la unión mística con Dios.
Fuente: Mosterín, J. (2012), El islam, Alianza Editorial, Madrid.

21/11/19

Casa retomada

La secta nos proporcionaba el dinero necesario para las misiones, pero de los gastos cotidianos nos encargábamos nosotros mismos. Buscábamos trabajos más bien simples, que nos exigieran poco y nos ocuparan solo unas horas. No necesitábamos mucho dinero para mantener el estilo frugal que distinguía a todos los miembros de la secta. A veces hasta teníamos la suerte de encontrar en el ambiente laboral un buen candidato para integrarla. Eso fue lo que me pasó con Johnny. Mi trabajo era buscar inquilinos para una casa rentera del centro de Quito. Johnny me había enviado un mensaje al teléfono preguntándome si aún estaba disponible la habitación. Le contesté que sí. Me contó que era de Cuenca y abogado, y que le había salido un trabajo de alrededor de un año en Quito. No tenía ningún problema con el precio. Me pareció un tipo serio. El siguiente lunes Johnny llegó al encuentro que acordamos en la casa, vestido de traje y con la camisa bien planchada, un tanto asustado por el espectáculo de unos malandros que se peleaban en la esquina. Le tranquilicé diciéndole que en los años que llevaba trabajando allí a ningún inquilino le había pasado nada. No le dije que hace unos meses habían asesinado a una señora en la misma esquina. Confió en mí y me dio el dinero. Le di las llaves y me despedí deseándole lo mejor. El domingo le pregunté por mensaje si se sentía cómodo en la casa. Solo entonces me fijé en la frase que encabezaba su perfil en el chat, «la igualdad no es un sueño, es un derecho», y empecé a creer que podía llegar a ser parte de la secta.
La casa estaba a unos setecientos metros de la plaza central de Quito. Aunque había sido remodelada recientemente, conservaba los rasgos de las casas coloniales: gruesas paredes de adobe, un patio central con columnas de madera, techo de tejas. Cuando me hice cargo de la casa, Luis vivía al fondo, atravesando el patio. Sobre él, en el segundo piso, vivía Aracely con sus dos hijos pequeños. Y sobre ella, Renato y su esposa. Frente a Luis, del otro lado del patio, vivía Félix, el hermano de Renato. Sobre él había dos departamentos desocupados más pequeños que arrendé a Alex y Adriana y a Roberto. Al lado derecho del patio, pasando el departamento de Félix pero antes del de Luis, estaba la habitación que Johnny ocupó.

Los requisitos para pertenecer a la secta eran diversos y se equilibraban entre sí. Buscábamos a gente con una notable consciencia social, pero también a gente que estuviera dispuesta a sacrificar a unos individuos por otros, a matar a un canalla si hacía falta. Uno de los rasgos más difíciles de encontrar era la capacidad de ser violentos cuando las circunstancias lo requiriesen, sin sobrepasarse. Las misiones a menudo eran violentas, pero intentábamos que todo acto violento quedara justificado. La violencia gratuita podía costarle al infractor la expulsión de la secta. Yo nunca he podido controlar del todo la ira y temía ese castigo. Nunca entendí el respeto a reglas no escritas de los que se caen a golpazos sin herirse. En la escuela jamás me peleé, pero me excitaban las broncas de los compañeros y quería ver sangre. ¿Por qué no se fajaban hasta matar o morir? ¿Por qué, por ejemplo, no se reventaban el globo ocular de una pedrada o se rasgaban las venas más visibles? Tal vez mi sed de sangre tenga una base fisiológica, un problema de neurotransmisores mal distribuidos, muy poca serotonina en una región o mucha en otra.

No encontré la manera de saber si Johnny sería capaz de aplicar la violencia justa. Me contestaba los mensajes con una cordialidad casi excesiva, que detenía la charla en vez de incentivarla. Sondeé a los otros inquilinos y descubrí que Johnny no los conocía. Renato, Félix y Luis ni lo habían visto. Johnny se iba tempranito y llegaba al caer de la tarde. Ellos trabajaban por la noche. Renato era mesero en un hotel, Félix era guardia de seguridad y Luis se prostituía. Aracely sí que lo había visto y me dijo bromeando que le gustaba para papá de sus hijos, pero no lo había tratado. Fue un mendigo de la calle el que al fin me dio una pista. Me agarró del brazo al salir de la casa y al volverme me enfrentó con ojos inyectados de sangre. Mire los papeles que acumula en la mesa del cuarto, me dijo. Muchas gracias, le contesté, sin atreverme a preguntarle cómo sabía que buscaba a Johnny. Volví al día siguiente con la llave de la habitación. El propietario me había dado las llaves de casi todas las puertas de la casa. Entré con el nudo de ansiedad en la garganta. Aparte de un insistente olor a húmedo, todo estaba en orden. En la mesa encontré cartas de amor dirigidas a su esposa y a otras mujeres, escritas con la misma cordialidad excesiva de sus mensajes en el chat. No quise saber más. Al parecer Johnny aprovechaba su estadía en Quito para verse con múltiples amigas mientras su esposa lo extrañaba en Cuenca. En la secta no nos molestaba la promiscuidad, pero sí la doble vida. Buscábamos a gente honesta capaz de decir la verdad también en el plano más íntimo. En la próxima reunión de la secta informaría que Johnny resultó ser un mal candidato. De ahora en adelante solo le contestaría con un gracias el mensaje que me enviaba el primer día de cada mes, avisándome que acababa de depositar del arriendo, muchas gracias por todo, que tenga un buen día.

14/11/19

Habib Bourguiba

Por Robert Engelman
Imagen tomada de https://bit.ly/2lfm5iU
El primer presidente de Túnez, Habib Bourguiba, puso en marcha en 1957 una serie de medidas que supusieron un cambio radical en el estatus legal y en la salud reproductora de las tunecinas; una transformación difícil de imaginar en un país musulmán. Bourguiba les garantizó plenos derechos de ciudadanía, entre ellos el derecho a votar y a prescindir del velo. Se comprometió a implantar la educación primaria universal para niñas y niños, prohibió la poligamia, elevó la edad mínima para contraer matrimonio y concedió a la esposa el derecho al divorcio. Legalizó los anticonceptivos y subvencionó el aborto a las madres de familia numerosa. Hacia mediados de los años sesenta, las clínicas ambulantes de planificación familiar ofrecían anticonceptivos orales en todo el país. Bourguiba no era demócrata –la Asamblea Nacional, a la cual controlaba con mano de hierro, lo eligió presidente vitalicio en 1975–, pero sus reformas sociales se mantuvieron tras su derrocamiento en 1987. La fecundidad de las tunecinas descendió de siete a dos hijos a comienzos del presente siglo (desde entonces ha aumentado levemente).
Fuente: Engelman, R. (2016), «Seis mil millones de africanos», Investigación y Ciencia, 475, pp. 28-35.

7/11/19

Chile y la batalla decisiva

Debo confesar que me emociona el estallido social chileno porque me emociona el fervor de los manifestantes, pero a la vez me intriga ese descontento cuando los datos apuntan a que Chile es el país más avanzado de Sudamérica. Es cierto que en Chile hay mucha desigualdad y pobreza, pero está entre los países menos desiguales de la región, junto a Argentina y Uruguay, y es el segundo con menos pobreza luego de Uruguay. Es cierto que los expertos hablan desde hace mucho de los defectos del modelo chileno, pero la opinión pública no suele coincidir con la opinión de los expertos.
            Una forma elegante de estimar el costo de la desigualdad en una sociedad es estimar cuánto empeoran por esa causa la salud, la educación y el bienestar económico, o lo que es lo mismo, en cuánto reduce el desarrollo la desigualdad. El Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) calcula esa pérdida con su Índice de Desarrollo Humano ajustado por la Desigualdad (IDH-D). En la Tabla 1 podemos ver que la desigualdad le cuesta a Chile el 15,7 por 100 de su desarrollo, y que aun así es el país más desarrollado de Sudamérica, con un IDH-D de 0,710.

Tabla 1
IDH
IDH-D
Valor 2017
Valor 2017
Pérdida total (%)
2017
Chile
0,843
0,710
15,7
Croacia
0,831
0,756
9,0
Argentina
0,825
0,706
14,3
Uruguay
0,804
0,689
14,3
Venezuela
0,761
0,636
16,5
Brasil
0,759
0,578
23,9
Ecuador
0,752
0,603
19,8
Perú
0,750
0,606
19,2
Colombia
0,747
0,571
23,6
Paraguay
0,702
0,522
25,5
Bolivia
0,693
0,514
25,8
Fuente: PNUD, Índice e indicadores de desarrollo humano.

He incluido en la Tabla 1 a Croacia porque, en cierto sentido, es el país que Chile podría llegar a ser. El nivel de riqueza de ambos países es similar, pero Croacia pierde solo el 9 por 100 de su desarrollo por la desigualdad. La menor desigualdad se puede comprobar en la distribución de la población según sus ingresos. En la Tabla 2 podemos ver que en Croacia el 4,4 por 100 de la población tiene ingresos diarios de hasta 10 dólares. En Chile, el 35 por 100 de la población tiene esos ingresos. Eso significa que si la riqueza ya creada de Chile estuviese mejor distribuida, la pobreza casi desaparecería.

Tabla 2
Distribución por ingresos en 2011 (%)
$0-2 al día
$2,01-10 al día
$10,01-20 al día
$20,01-50 al día
+$50 al día
Croacia
0,1
4,3
33,2
53
9,4
Chile
1,6
33,4
33,8
23
8,2
Fuente: Kochhar, Rakesh, A Global Middle Class Is More Promise than Reality.

Es posible que el fervor de los manifestantes chilenos pueda canalizarse de un modo constructivo y obligue a las autoridades a realizar las reformas necesarias para exorcizar al demonio de la desigualdad. No se trata de llevar a cabo cambios radicales. Probablemente bastaría con aplicar medidas de corte socialdemócrata, como mejorar la política fiscal. Si lo hiciera, Chile se convertiría –esta vez sí– en el país modelo de la región. Su ejemplo sería irresistible. La batalla de los chilenos puede ser la batalla decisiva para toda américa latina.


31/10/19

Las aristocracias de todos los tiempos

Por Bertrand Russell
En las elecciones municipales, una de las cuestiones que es preciso decidir es la cantidad de dinero público que ha de dedicarse a asuntos como los de la salud pública, la atención a la maternidad y el bienestar infantil. Las estadísticas demuestran que lo que se gasta en estos objetivos tienen efectos notables, dado que consigue salvar vidas. En todos los barrios de Londres, las personas adineradas se asocian para evitar el incremento del presupuesto que se orienta a la satisfacción de estas metas –e incluso para conseguir, si es posible, su disminución–. Es decir, todas esas personas ricas están dispuestas a condenar a muerte a miles de semejantes a fin de seguir ellos mismos disfrutando de opíparas cenas y de potentes automóviles. Y dado que controlan a la práctica totalidad de la prensa, impiden que sus víctimas alcancen a conocer estos hechos. Es más: con los métodos que tan familiares resultan a los psicoanalistas consiguen evitar percibirlos ellos mismos. Su acción no tiene nada de sorprendente, ya que es la que han seguido las aristocracias de todos los tiempos.
Fuente: Russell, B. (1928), Ensayos escépticos, RBA, Barcelona.


24/10/19

El síndrome de Rhilpoth

Hace nueve semanas que el profesor Lema está viviendo en el campus de Rhilpoth, y en las últimas dos todas las noches han sido malas noches, noches llenas de una ansiedad que no le deja dormir, o noches de sueño fragmentado, sueño interrumpido por pesadillas. En medio del insomnio, se distrae mirando las nubes cambiantes en el pedazo de cielo que la cortina de la ventana no cubre.
Todos los años la universidad de Rhilpoth beca a profesores de todas las latitudes para que hagan realidad un proyecto libresco. Las condiciones son inmejorables: los profesores están libres de cargas administrativas o docentes, tienen a su disposición una biblioteca muy nutrida y cuentan con la ayuda de un asistente personal competente. La zona del campus destinada a los becarios incluye amplios jardines, comedores elegantes y habitaciones cómodas que funcionan también como despachos. El profesor Lema suele comer a solas o con John, un profesor de Newark. La primera vez que almorzaron juntos John le preguntó sobre su país, quiere saber cómo es Ecuador. Tiene una vaga idea de selva y frutas exóticas. El profesor Lema le explicó que Ecuador tiene playa y montaña además de selva, sobre todo montaña, y le cuenta que cuatro de los diecisiete millones de habitantes son muy pobres. John escuchó con ojos muy abiertos.
El profesor Lema había llevado un par de zapatos, ocho camisetas, cuatro pantalones, ropa interior, accesorios, el computador y una docena de libros cuya lectura le alegraría tanto como la música festiva o el fútbol de la televisión. En las primeras semanas se atuvo con éxito al esquema que había trazado de la novela, avanzando a un ritmo de una página diaria. La protagonizaban jóvenes idealistas que, luego de comprender que las sociedades avanzan a ritmos inhumanos, fundan una secta para llevar a cabo pequeñas misiones violentas que aceleren los cambios. Cada pequeño capítulo retrataría facetas distintas de la secta. Avanzó en una docena de ellos, pero en las últimas semanas se estancó y ya no pudo retomar la novela. A los problemas de sueño se sumaron el dolor en pies y espalda, el hormigueo del brazo derecho y el vértigo al sentarse y acostarse.
Tocaron la puerta de la habitación. Era Kim, su asistente asignada. Al inicio de su estadía el profesor Lema le había dicho que no la necesitaba porque estaba acostumbrado a escribir sin ayuda, pero ahora la llamó con la excusa de que necesitaba verificar una cita que sabía de memoria. Kim era una rubia alta y esbelta de Dakota del Sur, con una sonrisa de dientes grandes y bien alineados. Irrumpió en la habitación con el libro en cuestión, que él examinó sentado en el escritorio mientras ella aguardaba a su lado, de pie. De golpe se puso también de pie y agarró a Kim del antebrazo, la atrajo con toda la fuerza y le agarró la boca con su boca. La besó con furia hasta que ella logró zafarse y huir.
Un inspector entró sin avisar en la habitación diciéndole que debía presentarse enseguida en la oficina de arreglo de disputas de la universidad. Kim lo había denunciado. John acompañó al profesor Lema a rendir su versión. El profesor Lema aseguró que la versión de Kim era cierta y preguntó cuál era la sanción. La expulsión de Rhilpoth, le contestaron.

17/10/19

La expulsión

Por Eduardo Galeano
En el mes de marzo del año 2000, sesenta haitianos se lanzaron a las aguas del mar Caribe, en un barquito de morondanga.
Los sesenta murieron ahogados.
Como era una noticia de rutina, nadie se enteró.
Los tragados por las aguas habían sido, todos, cultivadores de arroz.
Desesperados, huían.
En Haití, los campesinos arroceros se han convertido en balseros o en mendigos, desde que el Fondo Monetario Internacional prohibió la protección que el estado brindaba a la producción nacional.
Ahora Haití compra el arroz en los Estados Unidos, donde el Fondo Monetario Internacional, que es bastante distraído, se ha olvidado de prohibir la protección que el estado brinda a la producción nacional.
Fuente: Galeano, E. (2004), Bocas del tiempo, Siglo XXI, México, D.F.

10/10/19

Ellos

Por Jesús Mosterín
Los primeros pensadores griegos –Tales, Anaximandro, Anaxímenes, Hecateo– eran todos ellos burgueses acomodados de Mileto, hombres prácticos, metidos en política y en negocios, viajeros y navegantes, comerciantes y turistas. Ellos introdujeron en la Hélade la geometría egipcia, la aritmética babilónica e instrumentos tales como el gnomon (vara vertical sobre una plataforma horizontal, usada para marcar las posiciones del Sol). Ellos iniciaron la geografía y la historia, la filosofía y la cosmología. Ellos dibujaron los primeros mapas del mundo. Ellos y los de su clase tenían una enorme confianza en sí mismos, nutrida por sus éxitos en la vida, evidentemente debidos a su propio esfuerzo y espabilamiento, y no a ninguna presunta intervención divina. No polemizaron con la religión ni con los mitos (excepto Xenofanes), pero dejaron de tomárselos en serio e iniciaron la especulación intelectual libre.
Fuente: Mosterín, J. (2006), La Hélade, Alianza Editorial, Madrid.

3/10/19

Villaviciosa

Por Roberto Bolaño
Cuando ya me disponía a irme, él abrió los ojos y se puso a hablar de Villaviciosa.
A su manera, fue pródigo en detalles. Dijo que el pueblo no tenía más de sesenta casas, dos cantinas, una tienda de comestibles. Dijo que las casas eran de adobe y que algunos patios estaban encementados. Dijo que de los patios escapaba un mal olor que a veces resultaba insoportable. Dijo que resultaba insoportable para el alma, incluso para la carencia de alma, incluso para la carencia de sentidos. Dijo que por eso algunos patios estaban encementados. Dijo que el pueblo tenía entre dos mil y tres mil años y que sus naturales trabajaban de asesinos y de vigilantes. Dijo que un asesino no perseguía a un asesino, que cómo iba a perseguirlo, que eso era como si una serpiente se mordiera la cola. Dijo que existían serpientes que se mordían la cola. Dijo que incluso había serpientes que se tragaban enteras y que si uno veía a una serpiente en el acto de autotragarse más valía salir corriendo pues al final siempre ocurría algo malo, como una explosión de la realidad. Dijo que cerca del pueblo pasaba un río llamado Río Negro por el color de sus aguas y que éstas al bordear el cementerio formaban un delta que la tierra seca acababa por chuparse. Dijo que la gente a veces se quedaba largo rato contemplando el horizonte, el sol que desaparecía detrás del cerro El Lagarto, y que el horizonte era de color carne, como la espalda de un moribundo. ¿Y qué esperan que aparezca por allí?, le pregunté. Mi propia voz me espantó. No lo sé, dijo. Luego dijo: una verga. Y luego: el viento y el polvo, tal vez. Después pareció tranquilizarse y al cabo de un rato creí que estaba dormido. Volveré mañana, murmuré, tómate las medicinas y no te levantes.
Fuente: Bolaño, R. (1997), Llamadas telefónicas, Anagrama, Barcelona.

26/9/19

Heráclito de Éfesos

Por Jesús  Mosterín
 Imagen tomada de https://bit.ly/2HPnVk8
El último de los grandes pensadores jonios del siglo -VI fue Heráclito de Éfesos (en griego, Heráklitos Efésios). Nació en la ciudad de Éfesos, importante puerto de la costa oriental del Egeo, en el seno de una familia aristocrática que decía descender del fundador de la ciudad, por lo que conservaba el privilegio hereditario de nombrar entre sus miembros al rey de la ciudad, cargo por lo demás meramente honorífico. Heráclito renunció a ese privilegio, cediéndoselo a su hermano.
No sabemos casi nada de la vida de Heráclito, pero debió sufrir graves desengaños y reveses, pues en los fragmentos que se conservan de su escrito se nos aparece como un hombre amargado y lleno de desprecio tanto por la masa de sus contemporáneos como por los sabios que lo precedieron. La mayoría de los humanes son malos e imbéciles. En particular, sus paisanos de Éfesos debieron ahorcarse todos, al menos los adultos, dejando la ciudad a los niños. Expulsaron a Hermódoros, porque era el mejor de entre ellos, pues querían ser todos iguales. Pero un hombre excelente vale por diez mil vulgares. ¡Qué triste espectáculo el de los hombres, atontados y sonámbulos, ciegos para lo que tienen delante, incapaces de hablar, de escuchar y de entender lo que oyen! Y no pensemos que los helenos famosos por su sabiduría eran mejores. Homero era un falsario y mentiroso que merecía ser azotado. Hesíodo ni siquiera sabía lo que eran el día y la noche. Los más recientes, como Pitágoras, Xenofanes y Hecateo, tampoco habían logrado entender nada, pues el aprender muchas cosas sueltas no proporciona entendimiento alguno. En realidad, la presunta sabiduría de Pitágoras se reduce a vana erudición e impostura.
Fuente: Mosterín, J. (2006), La Hélade, Alianza Editorial, Madrid.

12/9/19

Se busca

Por Eduardo Galeano

Setiembre

11

Día contra el terrorismo

Se busca a los secuestradores de países.

Se busca a los estranguladores de salarios y a los exterminadores de empleos.

Se busca a los violadores de la tierra, a los envenenadores del agua y a los ladrones del aire.

Se busca a los traficantes del miedo.

Fuente: Galeano, E. (2012), Los hijos de los días, Siglo Veintiuno, Buenos Aires.

5/9/19

Edmund Dene Morel

Por Bertrand Russell
Imagen tomada de https://bit.ly/2CmF8wW
La guerra de 1914-1918 cambió todo para mí. Dejé mi lado académico y empecé a escribir un nuevo tipo de libros. Cambié totalmente mi concepción de la naturaleza humana. Por primera vez me convencí profundamente de que el puritanismo no hace la felicidad humana. A través del espectáculo de la muerte adquirí un nuevo amor por lo vivo. Me convencí profundamente de que la mayoría de los seres humanos están poseídos por una honda infelicidad que se desahoga en odios destructivos, y que sólo mediante la difusión de la alegría instintiva se puede llegar a construir un mundo bueno. Comprendí que en el mundo actual, reformistas y reaccionarios por igual han sido distorsionados por la crueldad. Me volví suspicaz respecto a todos los propósitos que requieren una disciplina estricta. Al oponerme al objetivo general de la comunidad y descubrir que se aprovechaban las virtudes comunes para masacrar alemanes, me fue muy difícil no caer en la antinomia absoluta. Me salvé de esto gracias a la profunda compasión que me producían los sufrimientos de este mundo. Perdí viejos amigos e hice otros nuevos, y llegué a conocer unas pocas personas a quienes admirar profundamente. En primer lugar debo colocar a E.D. Morel. Lo conocí en los primeros días de guerra y lo vi con frecuencia hasta que ambos fuimos a la cárcel. Tenía una devoción exclusiva por la presentación verdadera de los hechos. Como en sus comienzos había denunciado las iniquidades de los belgas en el Congo, tenía dificultades en aceptar el mito de la «pequeña y galante Bélgica». Como había estudiado minuciosamente la diplomacia de los franceses y de sir Edward Grey en relación con Marruecos, no podía considerar a los alemanes los únicos pecadores. Con una energía infatigable y una inmensa habilidad frente a los numerosos obstáculos de la propaganda y la censura, hizo todo lo que pudo para informar a la nación británica sobre los verdaderos propósitos del gobierno al llevar a los jóvenes a la catástrofe. Fue atacado por políticos y prensa más que ningún otro opositor a la guerra, y entre los que habían oído su nombre, el noventa y nueve por ciento creía que él estaba a sueldo del káiser. Finalmente fue enviado a prisión por el delito, puramente técnico, de haber empleado a la señorita Sidgwick, en lugar del correo normal, para enviar una carta y algunos documentos a Romain Rolland. A diferencia de mí, él no estaba en primera categoría, por lo que su salud sufrió graves daños de los que nunca se recuperó. Pese a todo esto, su coraje nunca flaqueó. Muchas veces se quedaba de noche hasta muy tarde para consolar a Ramsay MacDonald, quien con frecuencia se acobardaba, pero cuando a éste le tocó el turno de formar gobierno, ni se le ocurrió llamar a alguien tan manchado de progermanismo como Morel. Esta ingratitud lo tocó a Morel en lo más profundo, y poco tiempo después murió de una afección al corazón contraída a causa de las duras condiciones de la vida en prisión.
Fuente: Russell, B. (2010), Autobiografía, Edhasa, Barcelona.