29/3/24

Fundación de la división del trabajo

Por Eduardo Galeano

Dicen que fue el rey Manu quien otorgó prestigio divino a las castas de la India.

De su boca, brotaron los sacerdotes. De sus brazos, los reyes y los guerreros. De sus muslos, los comerciantes. De sus pies, los siervos y los artesanos.

Y a partir de entonces se construyó la pirámide social, que en la India tiene más de tres mil pisos.

Cada cual nace donde debe nacer, para hacer lo que debe hacer. En tu cuna está tu tumba, tu origen es tu destino: tu vida es la recompensa o el castigo que merecen tus vidas anteriores, y la herencia dicta tu lugar y tu función.

El rey Manu aconsejaba corregir la mala conducta: Si una persona de casta inferior escucha los versos de los libros sagrados, se le echará plomo derretido en los oídos; y si los recita, se le cortará la lengua. Estas pedagogías ya no se aplican, pero todavía quien se sale de su sitio, en el amor, en el trabajo o en lo que sea, arriesga escarmientos públicos que podrían matarlo o dejarlo más muerto que vivo.

Los sincasta, uno de cada cinco hindúes, están por debajo de los de más abajo. Los llaman intocables, porque contaminan: malditos entre los malditos, no pueden hablar con los demás, ni caminar sus caminos, ni tocar sus vasos ni sus platos. La ley los protege, la realidad los expulsa. A ellos, cualquiera los humilla; a ellas, cualquiera las viola, que ahí sí que resultan tocables las intocables.

A fines del año 2004, cuando el tsunami embistió contra las costas de la India, los intocables se ocuparon de recoger la basura y los muertos.

Como siempre.

Fuente: Galeano, E. (2008), Espejos, Siglo XXI, Buenos Aires.

22/3/24

George Bush

Por Eduardo Galeano

Fue pastor evangélico, pero poco duró. La ortodoxia religiosa no era lo suyo. Hombre de ideas abiertas, polemista apasionado, cambió la iglesia por la universidad.

Estudió en Princeton, enseñó en Nueva York.

Fue profesor de lenguas orientales y autor de la primera biografía de Mahoma publicada en los Estados Unidos.

Escribió que Mahoma había sido un hombre extraordinario, un visionario dotado de un imán irresistible, y también un impostor, un charlatán, un vendedor de ilusiones. Pero él no tenía mejor opinión del cristianismo, que era desastroso en la época de la fundación del Islam.

Ése fue su primer libro. Después, escribió otros. En asuntos de Medio Oriente, y en temas de la Biblia, pocos eran los estudiosos que se le podían comparar.

Vivió encerrado entre torres de libros raros. Cuando no escribía, leía.

Murió en Nueva York, en 1859.

Se llamaba George Bush.

Fuente: Galeano, E. (2008), Espejos, Siglo XXI, Buenos Aires.

15/3/24

La Guerra del Chaco

Por Eduardo Galeano

1933

Campo Jordán

Están en guerra Bolivia y el Paraguay. Los dos pueblos más pobres de América del Sur, los que no tienen mar, los más vencidos y despojados, se aniquilan mutuamente por un pedazo de mapa. Escondidas entre los pliegues de ambas banderas, la Standard Oil Company y la Royal Dutch Shell disputan el posible petróleo del Chaco.

Metidos en la guerra, paraguayos y bolivianos están obligados a odiarse en nombre de una tierra que no aman, que nadie ama: el Chaco es un desierto gris, habitado por espinas y serpientes, sin un pájaro cantor ni una huella de gente. Todo tiene sed en este mundo de espanto. Las mariposas se apiñan, desesperadas, sobre las pocas gotas de agua. Los bolivianos vienen de la heladera al horno: han sido arrancados de las cumbres de los Andes y arrojados a estos calcinados matorrales. Aquí mueren de bala, pero más mueren de sed.

Nubes de moscas y mosquitos persiguen a los soldados, que agachan la cabeza y trotando embisten a través de la maraña, a marchas forzadas, contra las líneas enemigas. De un lado y del otro, el pueblo descalzo es la carne de cañón que paga los errores de los oficiales. Los esclavos del patrón feudal y del cura rural mueren de uniforme, al servicio de la imperial angurria.

Habla uno de los soldados bolivianos que marcha hacia la muerte. No dice nada sobre la gloria, nada sobre la patria. Dice, resollando:

Maldita la hora en que nací hombre.

Contará Augusto Céspedes, del lado boliviano, la patética epopeya. Un pelotón de soldados empieza a excavar un pozo, a pico y pala en busca de agua. Ya se ha evaporado lo poco que llovió y no hay nada de agua por donde se mire o se ande. A los doce metros, los perseguidores del agua encuentran barro líquido. Pero después, a los treinta metros, a los cuarenta y cinco, la polea sube baldes de arena cada vez más seca. Los soldados continúan excavando, día tras día, atados al pozo, pozo adentro, boca de arena cada vez más honda, cada vez más muda; y cuando los paraguayos, también acosados por la sed, se lanzan al asalto, los bolivianos mueren defendiendo el pozo, como si tuviera agua.

Contará Augusto Roa Bastos, del lado paraguayo, la patética epopeya. También él hablará de los pozos convertidos en fosas, y del gentío de muertos, y de los vivos que sólo se distinguen de los muertos porque se mueven, pero se mueven como borrachos que han olvidado el camino de su casa. Él acompañará a los soldados perdidos, que no tienen ni una gota de agua para perder en lágrimas.

1935

Camino de Villamontes a Boyuibe

Después de noventa mil muertos, acaba la guerra del Chaco. Tres años ha durado la guerra, desde que paraguayos y bolivianos cruzaron las primeras balas en un caserío llamado Masamaclay –que en lengua de indios significa lugar donde pelearon dos hermanos.

Al mediodía llega al frente la noticia. Callan los cañones. Se incorporan los soldados, muy de a poco, y van emergiendo de las trincheras. Los haraposos fantasmas, ciegos de sol, caminan a los tumbos por campos de nadie hasta que quedan frente a frente el regimiento Santa Cruz, de Bolivia, y el regimiento Toledo, del Paraguay: los restos, los jirones. Las órdenes recién recibidas prohíben hablar con quien era enemigo hasta hace un rato. Sólo está permitida la venia militar; y así se saludan. Pero alguien lanza el primer alarido y ya no hay quien pare la algarabía. Los soldados rompen la formación, arrojan las gorras y las armas al aire y corren en tropel, los paraguayos hacia los bolivianos, los bolivianos hacia los paraguayos, bien abiertos los brazos, gritando, cantando, llorando, y abrazándose ruedan por la arena caliente.

Fuente: Galeano, E. (1986), Memoria del fuego 3 EL SIGLO DEL VIENTO, Siglo Veintiuno, Madrid.

8/3/24

Estados Unidos contra Grecia

Por Noam Chomsky

En Grecia las tropas británicas entraron después de reiterarse los nazis. Impusieron un régimen corrupto que provocó una renovada resistencia, e Inglaterra, en su declive de posguerra, no fue capaz de mantener control. En 1947, Estados Unidos entró en apoyo de una guerra asesina que cobró cerca de 160 mil muertes.

Esta guerra se completó con tortura, exilio político para decenas de millares de griegos, lo que llamamos "campamentos de reeducación" para decenas de millares de otros, y la destrucción de sindicatos y de cualquier posibilidad de política independiente.

Colocó a Grecia firmemente en las manos de los inversionistas estadounidenses y de empresarios locales, mientras gran parte de la población tuvo que emigrar para sobrevivir. Entre los beneficiarios estaban los colaboradores nazis, mientras las víctimas primarias fueron los trabajadores y campesinos de la resistencia antinazi, dirigida por comunistas.

Nuestra victoriosa defensa de Grecia contra su propia población fue el modelo para la guerra de Vietnam –como Adlai Stevenson explicó a las Naciones Unidas en 1964. Los consejeros de Reagan usaron exactamente el mismo modelo al hablar de Centroamérica, y el patrón fue seguido en muchos otros lugares.

Fuente: Chomsky, N (1994), Lo que realmente quiere el tío sam, Siglo XXI, México, D.F.

1/3/24

Teodora

Por Eduardo Galeano


 Imagen tomada de https://shorturl.at/fuAEF

Ravena debía obediencia al emperador Justiniano y a la emperatriz Teodora, aunque las afiladas lenguas de la ciudad se deleitaban evocando el turbio pasado de esa mujer, las danzas en los bajos fondos de Constantinopla, los gansos picoteando semillas de cebada en su cuerpo desnudo, sus gemidos de placer, los rugidos del público...

Pero eran otros los pecados que la puritana ciudad de Ravena no le podía perdonar. Los había cometido después de su coronación. Por culpa de Teodora, el imperio cristiano bizantino había sido el primer lugar en el mundo donde el aborto era un derecho,

no se penaba con muerte el adulterio,

las mujeres tenían derecho de herencia,

estaban protegidas las viudas y los hijos ilegales,

el divorcio de la mujer ya no era una hazaña imposible

y ya no estaban prohibidas las bodas de los nobles cristianos con mujeres de clases subalternas o de religión diferente.

Mil quinientos años después, el retrato de Teodora en la iglesia de San Vital es el mosaico más famoso del mundo.

Esta obra maestra de la pedrería es, también, el símbolo de la ciudad que la odiaba y que ahora vive de ella.

Fuente: Galeano, E. (2008), Espejos, Siglo XXI, Buenos Aires.