25/11/21

Escapar de la barbarie

Por Noam Chomsky

En la actualidad tenemos los recursos técnicos y materiales para satisfacer las necesidades animales del hombre. No hemos desarrollado los recursos culturales y morales –o las formas democráticas de organización social– capaces de hacer posible el uso humano y racional de nuestra riqueza material y nuestro poder. Resulta concebible la implantación de los ideales liberales clásicos tal como han sido desarrollados y expresados en su forma libertaria socialista. Pero eso sólo podrá hacerlo un movimiento revolucionario popular, arraigado en amplias capas de la población y decidido a eliminar todas las instituciones represivas y autoritarias, estatales y privadas. Crear ese movimiento es un reto al que nos enfrentamos y del que debemos salir triunfantes si queremos escapar de la barbarie contemporánea.

Chomsky, N. (1970), El gobierno del futuro, Anagrama, Barcelona.

18/11/21

Los ancestros prehumanos

Por Jesús Mosterín

Casi todos los detalles de nuestra anatomía y fisiología los hemos heredado de los ancestros prehumanos que nos precedieron. Ellos nos han transmitido la visión estereoscópica y cromática, la atrofia del olfato, las manos prensiles, la posición erguida y la marcha bípeda, la proporción de los dedos que permite apoyar y presionar el pulgar contra las yemas de los otros dedos, posibilitando la manipulación precisa de los objetos, y la coordinación sensoriomotriz del ojo y la mano a través del cerebro. De ellos hemos heredado también la mayor parte de nuestra psicología profunda, de nuestras necesidades básicas, de nuestros impulsos fundamentales, de las motivaciones permanentes de nuestra conducta. Ellos nos han transmitido el omnivorismo, nuestra capacidad de comunicarnos mediante gestos como la sonrisa y muchos otros rasgos, como la continua receptividad sexual de las hembras, quizá seleccionada en el curso de la evolución porque contribuía a que los machos volviesen y aportasen alimentos para las madres y las crías, que no podían valerse por sí mismas durante el periodo excepcionalmente largo de la crianza humana.

Fuente: Mosterín, J. (2006), El pensamiento arcaico, Alianza Editorial, Madrid.

11/11/21

Las funciones del Estado

Por Mario Bunge

La teoría marxista del Estado se reduce a la tesis de que la única función que cumple es salvaguardar los intereses de la clase dominante. Esta afirmación es falsa, en general, ya que desde su emergencia hace cinco milenios el Estado ha tenido dos funciones, no una: conservar el régimen y administrar el bien común, la res publica, en particular, el territorio y las obras públicas. En muchos casos también ha sido función del Estado proteger a los débiles y asistir a los menesterosos. Baste recordar los gobiernos de Hammurabi, Pericles y Asoka, como asimismo los estados de bienestar de nuestros días.

Fuente: Bunge, M. (2015), Evaluando filosofías, Gedisa, Barcelona.

4/11/21

El opresor y el libertador

Por Eduardo Galeano

Túpac Amaru había sido el último rey de los incas, que durante cuarenta años había peleado en las montañas del Perú. En 1572, cuando el sable del verdugo le partió el pescuezo, los profetas indios anunciaron que alguna vez la cabeza se juntaría con el cuerpo.

Y se juntó. Dos siglos después, José Gabriel Condorcanqui encontró el nombre que lo estaba esperando. Convertido en Túpac Amaru, él encabezó la más numerosa y peligrosa rebelión indígena en toda la historia de las Américas.

Ardieron los Andes. Desde la cordillera hasta la mar se alzaron las víctimas del trabajo forzado en las minas, las haciendas y los talleres. De victoria en victoria, amenazaban el menú colonial los sublevados que avanzaban, a paso imparable, vadeando ríos, trepanado montañas, atravesando valles, pueblo tras pueblo. Y a punto estuvieron de conquistar el Cuzco.

La ciudad sagrada, el corazón del poder, estaba ahí: desde las cumbres se veía, se tocaba.

Habían pasado dieciocho siglos y medio, y se repetía la historia de Espartaco, que tuvo a Roma al alcance de la mano. Y tampoco Túpac Amaru se decidió a atacar. Tropas indias, al mando de un cacique vendido, defendían el Cuzco, ciudad sitiada, y él no mataba indios: eso no, eso nunca. Bien sabía que era necesario, que no había otra, pero...

Mientras él dudaba, que sí, que no, que quién sabe, pasaron los días y las noches y los soldados españoles, muchos, bien armados, iban llegando desde Lima.

En vano le enviaba desesperados mensajes su mujer, Micaela Bastidas, que comandaba la retaguardia:

 

Tú me has de acabar de pesadumbres...

–Yo ya no tengo paciencia para aguantar todo esto...

–Bastantes advertencias te di...

–Si tú quieres nuestra ruina, puedes echarte a dormir.

 

En 1781, el jefe rebelde entró en el Cuzco. Entró encadenado, apedreado, insultado.

En las cámaras de torturas, lo interrogó el enviado del rey.

¿Quiénes son tus cómplices? –le preguntó.

Y Túpac Amaru contestó:

Aquí no hay más cómplices que tú y yo. Tú por opresor, y yo por libertador, merecemos la muerte.

Fue condenado a morir descuartizado. Lo ataron a cuatro caballos, brazos y piernas en cruz, y no se partió. Las espuelas desgarraban los vientres de los caballos, que en vano pujaban, y no se partió.

Hubo que recurrir al hacha del verdugo.

Era un mediodía de sol feroz, tiempo de larga sequía en el valle del Cuzco, pero el cielo fue negro de pronto y se rompió y descargó una lluvia de ésas que ahogan al mundo.

También fueron descuartizados los otros jefes y jefas rebeldes, Micaela Bastidas, Túpac Catari, Bartolina Sisa, Gregoria Apaza... Y sus pedazos fueron paseados por los pueblos que habían sublevado, y fueron quemados, y sus cenizas arrojas al aire, para que de ellos no quede memoria.

Fuente: Galeano, E. (2008), Espejos, Siglo XXI, Buenos Aires.