Por
Brian Greene
Durante
el último siglo hemos llegado a estar íntimamente familiarizados con algunas
características previamente ocultas del espacio y el tiempo gracias a las dos
teorías de la relatividad de Einstein y a la mecánica cuántica. El frenado del
tiempo, la relatividad de la simultaneidad, los rebanamientos alternativos del
espaciotiempo, la gravedad como deformación y curvatura del espacio y el
tiempo, la naturaleza probabilista de la realidad, y el entrelazamiento
cuántico a larga distancia no estaban en la lista de cosas que incluso el mejor
de los físicos del mundo del siglo XIX hubiera esperado encontrar a la vuelta
de la esquina. Y pese a todo, ahí estaban, como dan testimonio tanto los
resultados experimentales como las explicaciones teóricas.
En nuestra época hemos dado con nuestra
propia panoplia de ideas inesperadas: materia oscura y energía oscura que
parecen ser, con mucho, los constituyentes dominantes del universo. Ondas
gravitatorias –rizos en el tejido del espaciotiempo– que fueron predichas por
la relatividad general de Einstein y quizá un día nos permitan mirar más atrás
en el tiempo que nunca. Un océano de Higgs, que permea todo el espacio y que si
se confirmara nos ayudará a entender cómo las partículas adquieren masa.
Expansión inflacionaria, que puede explicar la forma del cosmos, resolver el
enigma de por qué es tan uniforme a grandes escalas y fijar la dirección de la
flecha del tiempo. La teoría de cuerdas, que postula lazos y trozos de energía
en lugar de partículas puntuales y promete una versión atrevida del sueño de
Einstein en el que todas las partículas y todas las fuerzas se combinan en una
única teoría. Dimensiones espaciales extras, que emergen de las matemáticas de
la teoría de cuerdas, y que quizá puedan detectarse en experimentos en
aceleradores durante la próxima década. Un mundobrana, en el que nuestras tres
dimensiones espaciales quizá sean un universo entre muchos, flotando en un
espaciotiempo de más dimensiones. Y quizá un espaciotiempo emergente, en el que
el propio tejido del espacio y el tiempo está compuesto de entidades más
fundamentales aespaciales y atemporales.
Fuente: Greene, B. (2004), El tejido del cosmos, Crítica, Barcelona.