24/1/19

José Manuel Balmaceda

Por Eduardo Galeano
1891
Santiago de Chile
José Manuel Balmaceda quiso impulsar la industria nacional, vivir y vestirnos por nosotros mismos, presintiendo que la era del salitre pasaría sin dejar a Chile más que el remordimiento. Quiso aplicar estímulos y protecciones semejantes a las que habían practicado, en su infancia industrial, Estados Unidos, Inglaterra, Francia y Alemania. Alzó los salarios de los trabajadores y sembró de escuelas públicas el país. Dio al largo cuerpo de Chile una columna vertebral de vías y caminos. En sus años de presidencia, el sagrado capital británico corrió grave riesgo de profanación: Balmaceda quiso nacionalizar los ferrocarriles y quiso acabar con la usura de los bancos y la voracidad de las empresas salitreras.
 Imagen tomada de https://bit.ly/2Gyu8jU
Mucho quiso Balmaceda, y bastante pudo; pero más pudo el enorme presupuesto que John Thomas North destina a comprar conciencias y torcer justicias. La prensa desató sus truenos contra el César ebrio de poder, déspota enemigo de la libertad y hostil a las empresas extranjeras, y no menos fuerte resonó el clamor de los obispos y los parlamentarios. La sublevación militar estalló como un eco y entonces corrió sangre de pueblo.
The South American Journal anuncia el triunfo del golpe de Estado: Chile volverá a los buenos tiempos de antes. El banquero Eduardo Matte también lo celebra: Los dueños de Chile somos nosotros, los dueños del capital y del suelo. Lo demás es masa influenciable y vendible.
Balmaceda se mata de un balazo.
Fuente: Galeano, E. (1984), Memoria del fuego 2: Las caras y las máscaras, Siglo Veintiuno, Buenos Aires.

17/1/19

El más grande y poderoso emperador indio de todos los tiempos

Por Jesús Mosterín
Ashoka reinó durante cuarenta años, entre -272 y -232. Tras acceder al trono, su primera preocupación fue la consolidación y ampliación del gran imperio que heredaba de su padre y abuelo. El principal obstáculo que se oponía a la extensión del imperio a todo el subcontinente indio era el reino de Kalinga, en la costa oriental (aproximadamente al actual estado de Orissa), que bloqueaba el comercio hacia el sur tanto por mar como por tierra. En -260 Ashoka lanzó todo su ejército a una durísima guerra de conquista de Kalinga. Al final de una larga campaña logró anexionar Kalinga, pero detrás quedaban cientos de miles de muertos, heridos y deportados, así como destrucciones y miserias sin cuento. Ashoka, asqueado de los horrores de la guerra y la violencia, sufrió una crisis espiritual que le llevó a acabar convirtiéndose al budismo y a predicar la paz, la tolerancia y la no-violencia, en resumen, el Dharma.
Imagen tomada de https://es.wikipedia.org/wiki/A%C5%9Boka#/media/File:Brahmi_pillar_inscription_in_Sarnath.jpg
Ashoka promulgó numerosos edictos a favor del amor y el respeto a todas las criaturas. Hizo inscribir esos edictos en rocas y pilares de piedra por todo el subcontinente indio. Prohibió la carnicería y la caza. A lo largo de los caminos, construyó fuentes donde pudieran beber los caminantes y abrevar los animales y mandó plantar árboles frondosos para que dieran sombra a las criaturas. Fundó por doquier hospitales para atender a todo tipo de animales, humanos y no humanos. Un edicto sobre roca registra (en cuatro lenguas distintas) una impresionante confesión del más grande y poderoso emperador indio de todos los tiempos. El texto de la inscripción comienza así:

Ocho años después de su consagración como rey, el rey amigo de los dioses, Priyadarsi [otro nombre de Ashoka), ha conquistado Kalinga. 150 000 personas han sido deportadas, 100 000 personas han sido asesinadas y un número mayor han muerto. Después de haber conquistado Kalinga, el amigo de los dioses ha empezado a seguir el Dharma, a amar el Dharma, a enseñar el Dharma. El amigo de los dioses siente remordimientos desde que conquistó Kalinga. Cuando se conquista un país independiente, se produce la matanza y la cautividad de mucha gente. El amigo de los dioses está entristecido y pesaroso por ello.

Después de insistir en los horrores de la guerra y la violencia, Ashoka continúa:

Hoy en día el amigo de los dioses estaría apesadumbrado incluso si el número de asesinados, muertos y cautivos de la campaña de Kalinga hubiera sido cien o mil veces menor de lo que fue. Incluso si alguien no se porta bien con él, él está dispuesto a perdonar, al menos en la medida en que se trate de algo que pueda ser perdonado... El amigo de los dioses desea a todos los seres la seguridad, el autodominio, la ecuanimidad y la felicidad. El amigo de los dioses considera que la principal de todas las victorias es la victoria del Dharma, y esta victoria ya la ha conseguido, tanto aquí como en todas las fronteras, e incluso más allá, como a 500 leguas dentro del reino del griego Antiokhos [...] Esta alegría procede de la victoria del Dharma. Pero esa alegría no es todo. Aún más grande es el beneficio representado por lo que se gana para el otro mundo.
Este texto del Dharma ha sido grabado en piedra para que mis hijos y nietos no piensen en nuevas victorias, y para que en su propia victoria prefieran la paciencia y la aplicación suave de la fuerza, y para que no consideren como victoria sino la victoria del Dharma, que vale para este mundo y para el otro. Que toda su alegría sea la alegría del Dharma, que vale tanto para este mundo como para el otro.

La grandeza moral de esta confesión por parte de un emperador victorioso es indudable, y única en la historia. Ashoka se convirtió al budismo y cambió de vida. Sustituyó las antiguas cacerías por peregrinaciones a los lugares sagrados del budismo, como confirman diversas inscripciones. Intervino activamente en los asuntos de la sangha (comunidad) budista, a la que dedicó varios edictos, en los que expresaba su deseo de hacer mantener la disciplina monástica. Y terció en las discusiones que tenían lugar dentro de la secta, señalando los sermones de Buda que debían ser estudiados con prioridad. Era una época de disputas entre los seguidores de la tradición antigua, la theravada (theravāda, en pali, o sthaviravāda, en sánscrito), por un lado, y los renovadores y heterodoxos, que iban provocando cismas, por otro. Ashoka tomó partido a favor de la theravada e hizo convocar el Concilio de Pataliputra, en el que el canon pali (el conjunto de los textos budistas admitidos como auténticos) fue fijado. Además impulsó la difusión del budismo fuera de su propio imperio, enviando a uno de sus hijos, Mahendra, como embajador y misionero budista a Sri Lanka, que desde entonces se convirtió en un bastión del budismo.
A pesar de su gran afinidad personal con el budismo, Ashoka nunca trató de imponerlo a sus súbditos. Por el contrario, practicó constantemente la tolerancia respecto a todas las sectas y escuelas. Le irritaba el fanatismo y dogmatismo de que hacían gala muchos sectarios, que no veían el bien más que en su propia secta. En el edicto sobre roca número 7, Ashoka proclama en varias lenguas: «El rey amigo de los dioses Priyadarsi quiere que todas las sectas puedan establecerse en todos los lugares, pues todas buscan el autodominio y la pureza del alma...». En el edicto sobre roca número 12:

El rey amigo de los dioses Priyadarsi honra a todas las sectas, tanto a los monjes como a los laicos, con liberalidades y honores variados. Pero el amigo de los dioses no concede tanta importancia a las donaciones o a los honores como al progreso en lo esencial de todas las sectas. El progreso en lo esencial, en el fondo, consiste en la moderación del lenguaje, de modo que todos se abstengan de alabar a su propia secta o de denigrar a las otras sectas con exageración, y que, si lo hacen, lo hagan moderadamente. Incluso conviene rendir homenaje a las otras sectas en cada ocasión... .

Ashoka estaba convencido de que en el fondo todas las sectas predicaban lo mismo, el orden cósmico y moral o Dharma. El Dharma de que habla Ashoka constantemente en sus edictos no es el Dharma budista, sino precisamente ese fondo común, aceptable tanto para budistas como para brahmanes, para jainas como para ajivikas. Precisamente a estos últimos hizo donación de grutas artificiales, para que se establecieron en ellas.
El embajador griego en Pataliputra, Megasthenes, calificaba en sus escritos como filósofos a los ascetas y seguidores de todas las sectas y señalaba que estaban exentos de impuestos. Ashoka pensaba que en el fondo todas las sectas perseguían lo mismo, el Dharma, y que sus discusiones y reyertas se debían a estrechos dogmatismos y a un exagerado aprecio de tradiciones y ceremonias propias. Ashoka era contrario a todo tipo de ceremonias litúrgicas, que él consideraba supersticiosas e inútiles, cuando no crueles e inmorales, como las que comportaban sacrificios de animales, y así lo proclamaba en sus edictos. También pensaba que al verdadero Dharma no se llega por los dogmas o las reglas, sino por la meditación:

El progreso del Dharma entre los humanes se obtiene solamente de dos maneras, por las reglas del Dharma y por la meditación. Pero en realidad las reglas cuentan poco, lo que más cuenta es la meditación. Yo he establecido las reglas del Dharma que prohíben matar ciertas clases de animales y muchas otras reglas. Pero es por la meditación como se ha obtenido el mayor progreso del Dharma con vistas a la conservación de los seres y a la abstención de matar a los animales [...] Veintisiete años después de mi consagración como rey he ordenado hacer grabar esta inscripción sobre pilares de piedra o superficie de roca, de manera que permanezca inscrita durante mucho tiempo.

El concepto de Dharma desarrollado y predicado por Ashoka reunía aquellas mínimas nociones morales comunes que estaban en la base de todas las escuelas y sectas de la India de su tiempo, y que constituían el orden cósmico y moral: los hijos deben obedecer y respetar a los padres y superiores, y estos deben ser suaves con sus inferiores. Todos deben decir siempre la verdad y buscar el autodominio y la liberación de su alma. Por lo demás, hay que practicar la tolerancia con las otras sectas y escuelas, así como la meditación, y dejarse de inútiles ceremonias. Sobre todo hay que practicar el respeto y amor a la vida en todas sus manifestaciones, la ahimsa (no-violencia) hacia los demás humanes y animales. En sus edictos, Ashoka se jactaba de amar a todos sus súbditos como a sus hijos, de plantar árboles frutales y plantas medicinales y de excavar pozos a la vera de los caminos, para que caminantes y animales encontrasen sombra, alimento, remedios y agua. Una parte importante del Dharma es la ahimsa o no-violencia respecto a las demás criaturas vivas del universo. En esto aparece Ashoka (al igual que antes de él Buda y Mahavira) como un gran precursor del actual movimiento ecologista y de conservación de la naturaleza. Como él mismo proclamaba: «A los bípedos y a los cuadrúpedos, a las aves y a los peces he hecho mucho favores y buenas obras e incluso les he salvado la vida».
El edicto 5.° sobre pilares contiene una larga lista de especies protegidas de animales a los que se prohíbe cazar, matar, castrar, maltratar, etc. Incluso la cocina de palacio fue reduciendo su dieta carnívora progresivamente, contribuyendo así decisivamente a la difusión del vegetarianismo en la India. Como se lee en un edicto sobre roca:

Antes en la cocina del rey amigo de los dioses Priyadarsi cada día se mataban cientos de miles de animales para las comidas; pero ahora, en el momento en que se graba en la roca el presente texto del Dharma, ya no se mata para cada comida más que a tres animales: dos pavos reales y una gacela, y la gacela no siempre. E incluso estos tres animales dejarán de matarse en lo sucesivo.

Ashoka hizo cambiar la vida de la corte, sometiéndola al Dharma. En vez de guerras de conquista, paz. En vez de cacerías, peregrinaciones. En vez de grandes ceremonias, ayuda al pueblo, a los enfermos, a los caminantes, a todos los animales. En vez de la carnicería, el vegetarianismo. En vez de la dureza, la dulzura. En vez del dogmatismo, la tolerancia. Incluso creó un cuerpo especial de inspectores del Dharma (Dharma-mahāmātra) encargados de recorrer el país con plenos poderes del emperador, predicando las virtudes del Dharma y corrigiendo posible abusos.
De todos modos, no hay que pensar que Ashoka se transformara en un puro pacifista. No desmanteló el gran ejército imperial, sino que lo mantuvo preparado y entrenado, por si acaso, y aunque ya no lo utilizó para más guerras de conquista, no por eso renunció a la anexión de Kalinga. No abolió la pena de muerte para ciertos crímenes, aunque concedió tres días de gracia a los condenados y ordenó que se tratase bien a los presos. Fue al mismo tiempo un idealista y un realista. Con su noción del Dharma trató de unir armónicamente una sociedad sacudida por múltiples tensiones y conflictos ideológicos. Él lo logró, pero a su muerte el imperio comenzó a disgregarse. A pesar de todo, Ashoka es el único gran emperador que ha merecido pasar a las páginas de una historia del pensamiento, y es la figura a la que mira la India actual cuando quiere rememorar el momento de su pasado de máximo esplendor, a la vez político y espiritual.
Fuente: Mosterín, J. (2007), India, Alianza Editorial, Madrid.

10/1/19

René Higuita

Por Eduardo Galeano
 Imagen tomada de https://bit.ly/2Fw54YM
Londres, estadio de Wembley, otoño de 1995.
La selección colombiana de fútbol desafía al venerable fútbol inglés en su templo mayor, y René Higuita se manda una atajada jamás vista.
Un delantero inglés dispara un tiro fulminante. Con el cuerpo horizontal en el aire, el arquero deja pasar la pelota y la devuelve con los tacos, doblando las piernas como el escorpión tuerce la cola.
Vale la pena detenerse a mirar las fotos de este documento de identidad colombiana. Su fuerza de revelación no está en la proeza deportiva, sino en la sonrisa que cruza la cara de Higuita, de oreja a oreja, mientras comete su sacrilegio imperdonable.
Fuente: Galeano, E. (2008), Espejos, Siglo XXI, Buenos Aires.

3/1/19

El ombligo

No por feo dejo de admirar de reojo a las más guapas, y en mi caso guapa equivale a cuerpo curvado. El rostro es un misterio que varía según la cantidad de maquillaje o de luz, pero los cuerpos cambian más lentamente y –a corto plazo– podemos decir que son constantes. Ana es bella porque tiene curvas y porque no le hace falta polvo en el rostro, pero no deja de sentirse rara o incluso fea. Ayer me confesó que su ombligo no está en el medio.
–Mi ombligo no está en el medio –dijo.
–Hmmmm… ¿Tienes alguna duda de que tu columna vertebral va por el medio? – le pregunté.
–No, ninguna duda –contestó Ana, con ojos expectantes.
–Está bien. Midamos la distancia de la columna al ombligo rodeando tu cintura, por ambos lados. Si la distancia por la derecha es igual que por la izquierda, tu ombligo está en el medio.
–Está bien.
Me fui del dormitorio en busca de una cinta métrica que hallé en el cajón del escritorio del cuarto de estudio. Al volver Ana me esperaba sosteniéndose la blusa por encima del ombligo. Con cierto temblor en los dedos deslicé la cinta por su cintura de piel brillante, desde el huesito de la columna hasta el ombligo, por su lado izquierdo… y midió veintiocho centímetros. Enseguida repetí el procedimiento por el otro lado… y midió veintisiete centímetros. No supe qué decir. Ana me arrancó la cinta de las manos y se midió por su cuenta, solo para llegar al mismo resultado: veintiocho centímetros por un lado y veintisiete por el otro. Salió del dormitorio arrojando la cinta, que dibujó en el piso de cerámica un espiral alargado.