25/8/23

La historia que será

Por Eduardo Galeano

1563

Fortín de Arauco

El cerco ahoga. En este fortín de frontera, dos veces quemado y vuelto a nacer, casi no queda agua. Pronto habrá que beber lo poco que se mea. Tantas flechas han caído adentro que los españoles las usan de leña para guisar.

El jefe de los araucanos se acerca, de a caballo, hasta el pie de la muralla:

–¡Capitán! ¿Me oyes?

Lorenzo Bernal se asoma desde lo alto.

El jefe indígena anuncia que rodearán la fortaleza con paja y le prenderán fuego. Dice que no han dejado hombre con vida en Concepción.

–¡Nada! –grita Bernal.

–¡A rendirse, capitán! ¡No tienen salida!

–¡Nada! ¡Nunca!

El caballo se para en dos patas.

–Entonces, ¡morirán!

–Pues moriremos –dice Bernal, y grita: «¡Pero a la larga, ganaremos la guerra! ¡Nosotros seremos cada vez más!»

El indio responde con una carcajada.

–¿Con qué mujeres? –pregunta.

–Si no hay españolas, tendremos las vuestras –dice el capitán, lento, saboreando, y añade:

Y les haremos hijos que serán vuestros amos.

Fuente: Galeano, E. (1982), Memoria del fuego I. Los nacimientos, Siglo XXI, México, D.F.

18/8/23

Ventana sobre la herencia

Por Eduardo Galeano

Pola Bonilla modelaba barros y niños. Ella era ceramista de buena mano y maestra de escuela en los campos de Maldonado; y en los veranos ofrecía a los turistas sus cacharros y chocolate con churros.

Pola adoptó a un negrito nacido en la pobreza, de los muchos que llegan al mundo sin un pan bajo el brazo, y lo crió como hijo.

Cuando ella murió, él ya era hombre crecido y con oficio. Entonces los parientes de Pola le dijeron:

Entrá en la casa y llevate lo que quieras.

Él salió con la foto de ella bajo el brazo y se perdió en el camino.

Fuente: Galeano, E. (1993), Las palabras andantes, Siglo Veintiuno, México, D.F.

11/8/23

El pensamiento

Por Bertrand Russell

Se dirá que la alegría de la aventura mental debe ser rara, que pocos pueden apreciarla, y que la educación ordinaria no puede tener en cuenta un bien tan aristocrático. No lo creo. La alegría de la aventura mental es mucho más común en los jóvenes que en los hombres y mujeres adultos. Entre los niños es muy común y surge naturalmente cuando fingen y fantasean. Es rara en la edad adulta porque se hace todo lo posible para matarla durante la educación. Los hombres temen al pensamiento como no temen a nada en la tierra: más que la ruina, más incluso que la muerte. El pensamiento es subversivo y revolucionario, destructivo y terrible; el pensamiento es despiadado con los privilegios, las instituciones establecidas y los hábitos cómodos; el pensamiento es anárquico y no tiene ley, indiferente a la autoridad, descuidado de la sabiduría probada del pasado. El pensamiento mira hacia el abismo del infierno y no tiene miedo. Ve al hombre, una mota débil, rodeado de insondables profundidades de silencio, y sin embargo orgulloso, impasible como si fuera el señor del universo. El pensamiento es grande, veloz y libre, la luz del mundo y la principal gloria del hombre.

Fuente: Russell, B. (1916), Why Men Fight, Routledge, London. (La traducción es mía)

4/8/23

Jean-Claude Villeneuve

Por Roberto Bolaño

Con cualquier otra persona aquello se hubiera convertido en una velada de lo más desagradable, pero quien hablaba era Jean-Claude Villeneuve, el más grande modisto de Francia, es decir del mundo, y el tiempo se me fue volando mientras oía una historia sucinta de su infancia y adolescencia, de su juventud, de sus reservas en materia sexual, de sus experiencias con algunos hombres y con algunas mujeres, de su inveterada soledad, de su mórbido deseo de no causar daño a nadie que tal vez encubría el oculto deseo de que nadie le hiciese daño a él, de sus gustos artísticos que admiré y envidié con toda mi alma, de su inseguridad crónica, de sus disputas con algunos modistos famosos, de sus primeros trabajos para una casa de alta costura, de sus viajes iniciáticos sobre los que no quiso profundizar, de su amistad con tres de las mejores actrices del cine europeo, de su relación con el par de seudoartistas de la morgue que le conseguían de tanto en tanto cadáveres con los que pasaba sólo una noche, de su fragilidad, de su fragilidad que se asemejaba a una demolición en cámara lenta e infinita, hasta que por las cortinas de la sala principal se deslizaron las primeras luces de la mañana y Villeneuve dio por concluida su larga exposición.

Fuente: Bolaño, R. (2001), Putas asesinas, Penguin Random House, Barcelona.