29/10/20

Los profesionales

Por Bertrand Russell
[Los ingresos de los profesionales] dependen del hecho de haber disfrutado de una educación superior a la media, y desean transmitir esta ventaja a sus hijos. Para ello están dispuestos a realizar grandes sacrificios. Sin embargo, en la competitiva sociedad actual, lo que los padres corrientes desean no es una educación buena en sí misma, sino una educación mejor que la de las demás personas. Esto puede conseguirse manteniendo bajo el nivel general, y por consiguiente no cabe esperar que un profesional muestre un gran entusiasmo ante la idea de que se creen centros que faciliten el acceso a la educación superior a los hijos de los asalariados. Si todo el mundo que lo deseara pudiese recibir formación médica, por muy pobres que pudieran ser sus padres, es evidente que los médicos no podrían ganar los elevados sueldos que hoy ingresan, tanto a consecuencia del incremento de la competencia como de la mejora de la salud general de la sociedad. Y lo mismo puede decirse de la carrera jurídica, la función pública, etc. Por consiguiente, las cosas buenas que el profesional desea para sus hijos no las deseará por el contrario para el grueso de la población, a menos que tenga una conciencia excepcionalmente social.
Fuente: Russell, B. (1928), Ensayos escépticos, RBA, Barcelona.

22/10/20

La palabra

Por José Saramago
Cipriano Algor se alejó en dirección al horno, iba murmurando una cantinela sin significado, Marta, Marcial, Isaura, Encontrado, después en orden diferente, Marcial, Isaura, Encontrado, Marta, y todavía otro, Isaura, Marta, Encontrado, Marcial, y otro, Encontrado, Marcial, Marta, Isaura, finalmente les unió su propio nombre, Cipriano, Cipriano, Cipriano, lo repitió hasta perder la cuenta de las veces, hasta sentir que un vértigo lo lanzaba fuera de sí mismo, hasta dejar de comprender el sentido de lo que estaba diciendo, entonces pronunció la palabra horno, la palabra alpendre, la palabra barro, la palabra moral, la palabra era, la palabra farol, la palabra tierra, la palabra leña, la palabra puerta, la palabra cama, la palabra cementerio, la palabra asa, la palabra cántaro, la palabra furgoneta, la palabra agua, la palabra alfarería, la palabra hierba, la palabra casa, la palabra fuego, la palabra perro, la palabra mujer, la palabra hombre, la palabra, la palabra, y todas las cosas de este mundo, las nombradas y las no nombradas, las conocidas y las secretas, las visibles y las invisibles, como una bandada de aves que se cansase de volar y bajara de las nubes fueron posándose poco a poco en sus lugares, llenando las ausencias y reordenando los sentidos.
Fuente: Saramago, J. (2000), La caverna, Santillana, México, D.F.

15/10/20

Historias

Por Carl Sagan
La historia suelen escribirla los vencedores para justificar sus acciones, para alentar el fervor patriótico y para suprimir las reclamaciones legítimas de los vencidos. Cuando no hay una victoria abrumadora, cada lado escribe el relato que le favorece sobre lo que realmente ocurrió. Las historias inglesas castigaban a los franceses, y viceversa; las historias de Estados Unidos hasta hace muy poco ignoraban las políticas de facto de Lebenraum (espacio vital) y genocidio hacia los nativos americanos; las historias japonesas de los acontecimientos que llevaron a la segunda guerra mundial minimizan las atrocidades japonesas y sugieren que su principal objetivo era liberar de manera altruista al este de Asia del colonialismo europeo y americano; Polonia fue invadida en 1939 porque, según aseveraban los historiadores nazis, había atacado despiadadamente y sin mediar provocación a Alemania; los historiadores soviéticos decían que las tropas soviéticas que reprimieron las revoluciones húngara (1956) y checa (1968) habían sido invitadas por aclamación popular en las naciones invadidas y no enviadas por sus secuaces rusos; las historias belgas tienden a desvirtuar las atrocidades cometidas cuando el Congo era un feudo privado del rey de Bélgica; las historias chinas ignoran curiosamente las decenas de millones de muertes causadas por el «gran salto adelante» de Mao Zedong; que Dios condona e incluso defiende la esclavitud se afirmó miles de veces desde el púlpito y en las escuelas de las sociedades esclavistas cristianas, pero los estados cristianos que liberaron a sus esclavos guardan completo silencio sobre el tema; un historiador tan brillante, culto y sobrio como Edward Gibbon se negó a saludar a Benjamin Franklin cuando se encontraron en un hotel del campo inglés... por las recientes contrariedades de la revolución americana.
Fuente: Sagan, C. (1995), El mundo y sus demonios, Planeta, Bogotá.

8/10/20

Los bonobos

Por Jesús Mosterín
Imagen tomada de https://bit.ly/3b001hg
El aspecto de su conducta que más ha llamado la atención de los etólogos que los han observado en libertad es su vida social, especialmente armónica y pacífica. Viven en comunidades de 50 a 120 individuos, que ocupan territorios de 20 a 60 km2 y se dividen en grupos menores de membrecía variable. Los bonobos parecen haber desterrado los conflictos de su sociedad. Nunca se ha observado que un bonobo mate a otro (a diferencia de los chimpancés o de los humanes). Practican la promiscuidad, el amor libre y una sexualidad constante, que la mayor parte de las veces no está orientada a la reproducción. Los bonobos siempre están jugando con el sexo y rozando sus órganos genitales con los de otros bonobos, en todas las permutaciones posibles: machos con hembras, machos con machos, hembras con hembras, adultos con juveniles, besos en la boca, copulaciones y seudocopulaciones, sexo oral y contacto genital. Así, por ejemplo, cuando dos hembras se sienten inquietas, se abrazan y, fijando sus miradas, frotan mutuamente sus órganos genitales externos. El erotismo es el aceite que lubrica la sociedad de los bonobos, y sirve tanto para calmarse en situaciones de tensión como para iniciar y mantener relaciones de amistad, para establecer alianzas, para hacer las paces o simplemente para pasar el rato. Sus hembras (como las humanas) están casi siempre receptivas y dispuestas a hacer el amor con los machos, que, así, no se pelean por ellas. Además, las hembras forman fuertes alianzas que impiden que los machos se muestren agresivos o practiquen el infanticidio (común en otras especies de hominoides). De hecho, las hembras son el sexo dominante, o al menos son tan dominantes como los machos. En conjunto se trata de la sociedad de hominoides más cohesionada y pacífica que conocemos, donde la obsesión por la agresividad, la jerarquía y la dominancia ha sido sustituida por el más hedonista cultivo del placer y la amistad. O, al menos, esa es la impresión que sacan los científicos que los han observado en su estado natural.
Fuente: Mosterín, J. (2013), El reino de los animales, Alianza Editorial, Madrid.

1/10/20

Felix Bola

La primera semilla de lo que la secta llegaría a lograr en otro continente la sembró Felix Bola cuando leyó el testimonio de un psicólogo alemán que había trabajado en zonas de guerra de África y Asia. Se había enrolado en las misiones de Médicos Sin Fronteras luego de ejercer durante años en su país, y trabajó en zonas tan inhóspitas como violentas. En realidad no tenía mucho trabajo porque a menudo las víctimas continuaban con su vida a pesar de las experiencias traumáticas. El alemán halló la explicación de semejante capacidad de adaptación en la vida rutinaria que llevaban, como si los movimientos del cuerpo evitaran los recuerdos del horror, y en las creencias religiosas o mágicas en las que hallaban consuelo. Cuando volvió a su país, el alemán sintió que los problemas de sus pacientes eran triviales o artificiales.

Bola tuvo que pausar la lectura del testimonio un par de veces al sentir de golpe la inquietud de una revelación. Por primera vez reconocía el valor inconmensurable de la fe religiosa. Si tu vida ha sido destruida y deseas sin embargo seguir viviendo, es casi natural que te abandones a la fe. Criticar ese acto de superstición o ponerlo en duda es tan cruel como quitarle la tabla flotante al niño de la piscina que no sabe nadar. Y por primera vez fue consciente de que los que de verdad la pasan mal son otros y están muy lejos. A lo largo de años reunió información sobre el horror en los conflictos armados, sobre todo los del áfrica negra porque Bola era negro. Se asombró al conocer que el conflicto armado más mortífero desde la segunda guerra mundial era el de la república democrática del Congo de principios de siglo, con cerca de cuatro millones de muertos. A medida que leía retrocedía en el tiempo y pronto le pareció evidente la sombra que representaba el reciente pasado colonial en esos países. No era coincidencia que los conflictos armados africanos de hoy sean como los latinoamericanos del siglo XIX, y acaso era posible enderezar el destino cruel para que el siglo XXI africano sea en conjunto menos trágico que el XX latino.

Cuando yo llegué a la secta Bola era uno de los tres jefes, junto a Ana y Juan Lema. Bola había llegado con un estudiado plan para intervenir en el África negra, y la secta lo admiraba con los ojos iluminados de los que encuentran un camino que vale la pena recorrer.