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Felix Bola
La
primera semilla de lo que la secta llegaría a lograr en otro continente la
sembró Felix Bola cuando leyó el testimonio de un psicólogo alemán que había
trabajado en zonas de guerra de África y Asia. Se había enrolado en las
misiones de Médicos Sin Fronteras luego de ejercer durante años en su país, y
trabajó en zonas tan inhóspitas como violentas. En realidad no tenía mucho
trabajo porque a menudo las víctimas continuaban con su vida a pesar de las
experiencias traumáticas. El alemán halló la explicación de semejante capacidad
de adaptación en la vida rutinaria que llevaban, como si los movimientos del
cuerpo evitaran los recuerdos del horror, y en las creencias religiosas o
mágicas en las que hallaban consuelo. Cuando volvió a su país, el alemán sintió
que los problemas de sus pacientes eran triviales o artificiales.
Bola tuvo que pausar la lectura del testimonio
un par de veces al sentir de golpe la inquietud de una revelación. Por primera
vez reconocía el valor inconmensurable de la fe religiosa. Si tu vida ha sido
destruida y deseas sin embargo seguir viviendo, es casi natural que te abandones
a la fe. Criticar ese acto de superstición o ponerlo en duda es tan cruel como quitarle
la tabla flotante al niño de la piscina que no sabe nadar. Y por primera vez fue
consciente de que los que de verdad la pasan mal son otros y están muy lejos. A
lo largo de años reunió información sobre el horror en los conflictos armados,
sobre todo los del áfrica negra porque Bola era negro. Se asombró al conocer
que el conflicto armado más mortífero desde la segunda guerra mundial era el de
la república democrática del Congo de principios de siglo, con cerca de cuatro
millones de muertos. A medida que leía retrocedía en el tiempo y pronto le pareció
evidente la sombra que representaba el reciente pasado colonial en esos países.
No era coincidencia que los conflictos armados africanos de hoy sean como los latinoamericanos
del siglo XIX, y acaso era posible enderezar el destino cruel para que el siglo
XXI africano sea en conjunto menos trágico que el XX latino.
Cuando yo llegué a la secta Bola era uno de los tres jefes, junto a Ana y Juan Lema. Bola había llegado con un estudiado plan para intervenir en el África negra, y la secta lo admiraba con los ojos iluminados de los que encuentran un camino que vale la pena recorrer.