A menudo se recomienda leer mucho para
aprender a escribir. Yo seguí ese consejo, pero cuando me senté a escribir
después de años de lecturas no hice más que textos flojos. Ahora creo que leer
y escribir son actividades en esencia diferentes que conviene desarrollarlas paralelamente.
Con paciencia uno puede aprender a valorar y disfrutar las grandes obras de la
literatura universal, así como los mejores libros de historia, filosofía y ciencia
(salvo los más técnicos). Pero para escribir grandes textos hace falta algo más
que paciencia. No es difícil escribir un cuento o incluso una novela, pero es
muy difícil escribir un gran cuento o una gran novela. Siento que para contar
historias hay que vivir intensamente porque hace falta poseer un arsenal de anécdotas
vitales interesantes. El problema es que mientras más libros lees menos vives,
y yo he llevado una vida más bien solitaria. Todas mis vivencias juntas no
rinden ni media novela. Tal vez lo que me conviene es escribir como Borges, es decir,
cooptar textos de la no ficción para llevaros al territorio de la ficción. Pero
Borges es Borges mientras que yo solo sé leer y escribir en mi mal castellano. De
todos modos no dejo de pensar que tantas horas de lectura me deben servir de
algo y que aun con todas mis limitaciones podría hacer ficción a partir de los ensayos
que prefiero. Ahora mismo estoy escribiendo una novela breve en la que los
personajes y el narrador se refieren con frecuencia a los «maestro más leídos»,
que no son otros que los autores que más admiro y cuyas ideas no me canso de repetir
y comentar. No sé si tengo la energía necesaria para hacer realidad el sueño de
publicar un libro que no sea malo, pero la paciencia vuelta tozudez me impide tirar
la toalla.
Lo más leído el último mes
27/2/20
20/2/20
Túpac Amaru
Por Eduardo Galeano
1781
Cuzco
Auto sacramental
en la cámara de torturas
Atado al potro de suplicio, yace desnudo,
ensangrentado, Túpac Amaru. La cámara de torturas de la cárcel del Cuzco es
penumbrosa y de techo bajo. Un chorro de luz cae sobre el jefe rebelde, luz
violenta, golpeadora. José Antonio de Areche luce ruluda peluca y uniforme
militar de gala. Areche, representante del rey de España, comandante general
del ejército y juez supremo, está sentado junto a la manivela. Cuando la hace
girar, una nueva vuelta de cuerda atormenta los brazos y las piernas de Túpac
Amaru y se escuchan entonces gemidos ahogados.
Imagen tomada de https://bit.ly/32WK4mJ
ARECHE.–¡Ah, rey de reyes, reyecillo vendido a precio
vil! ¡Don José I, agente a sueldo de la corona inglesa! El dinero desposa a la
ambición de poder. ¿A quién sorprende la boda? Es costumbre... Armas
británicas, dinero británico. ¿Por qué no lo niegas, eh? Pobre diablo. (Se levanta y acaricia la cabeza de Túpac
Amaru.) Los herejes luteranos han echado polvo a sus ojos y oscuro velo a
su entendimiento. Pobre diablo. José Gabriel Túpac Amaru, dueño absoluto y
natural de estos dominios... ¡Don José I, monarca del Nuevo Mundo! (Despliega un pergamino y lee en voz alta.)
«Don José I, por la gracia de Dios, Inca, Rey del Perú, Santa Fe, Quito, Chile,
Buenos Aires y continentes de los mares del sud, duque de la Superlativa, Señor
de los Césares y Amazonas, con dominio en el gran Paitití, Comisario
distribuidor de la piedad divina...» (Se
vuelve, súbito, hacia Túpac Amaru.) ¡Niégalo! Hemos encontrado esta
proclama en tus bolsillos... Prometías la libertad... Los herejes te han enseñado
las malas artes del contrabando. ¡Envuelta en la bandera de la libertad, traías
la más cruel de las tiranías! (Camina
alrededor del cuerpo atado al potro.) «Nos tratan como a perros», decías.
«Nos sacan el pellejo», decías. Pero, ¿acaso alguna vez han pagado tributo, tú
y los tuyos? Disfrutabas del privilegio de usar armas y andar de a caballo.
¡Siempre fuiste tratando como cristiano de linaje limpio de sangre! Te dimos
vida de blanco y predicaste el odio de razas. Nosotros, tus odiados españoles, te
hemos enseñado a hablar. ¿Y qué dijiste? «¡Revolución!». Te hemos enseñado a
escribir, ¿y qué escribiste? «¡Guerra!». (Se
sienta. Da la espalda a Túpac Amaru y cruza las piernas.) Has asolado el
Perú. Crímenes, incendios, robos, sacrilegios... Tú y tus secuaces terroristas
habéis traído el infierno a estas provincias. ¿Que los españoles dejan a los
indios lamiendo tierra? Ya he ordenado que acaben las ventas obligatorias y se
abran los obrajes y se pague lo justo. He suprimido los diezmos y las aduanas...
¿Por qué seguiste la guerra, si se ha restablecido el buen trato? ¿Cuántos
miles de muertos has causado, farsante emperador? ¿En cuánto dolor has puesto
las tierras invadidas? (Se levanta y se
inclina sobre Túpac Amaru, que no abre los ojos.) ¿Que la mita es un crimen
y de cada cien indios que van a las minas vuelven veinte? Ya he dispuesto que
se extinga el trabajo forzado. ¿Y acaso la aborrecida mita no fue inventada por
tus antepasados los incas? Los incas... Nadie ha tenido a los indios en trato
peor. Reniegas de la sangre europea que corre por tus venas, José Gabriel
Condorcanqui Noguera… (Hace una pausa y
habla mientras rodea el cuerpo del vencido.) Tu sentencia está lista. Yo la
imaginé, la escribí, la firmé. (La mano
corta el aire sobre la boca de Túpac.) Te arrastrarán al cadalso y el
verdugo te cortará la lengua. Te atarán a cuatro caballos por las manos y por
los pies. Serás descuartizado. (Pasa la
mano sobre el torso desnudo.) Arrojarán tu tronco a la hoguera en el cerro
de Picchu y echarán al aire las cenizas. (Toca
la cara.) Tu cabeza colgará tres días de una horca, en el pueblo de Tinta,
y después quedará clavada a un palo, a la entrada del pueblo, con una corona de
once puntas de fierro, por tus once títulos de emperador. (Acaricia los brazos.) Enviaremos un brazo a Tungasuca y el otro se exhibirá
en la capital de Carabaya. (Y las piernas.)
Una pierna al pueblo de Livitaca y la otra a Santa Rosa de Lampa. Serán
arrasadas las casas que habitaste. Echaremos sal sobre tus tierras. Caerá la
infamia sobre tu descendencia por los siglos de los siglos. (Enciende una vela y la empuña sobre el
rostro de Túpac Amaru.) Todavía estás a tiempo. Dime: ¿Quién continúa la
rebelión que has iniciado? ¿Quiénes son tus cómplices? (Zalamero.) Estás a tiempo. Te ofrezco la horca. Estás a tiempo de
evitarte tanta humillación y sufrimiento. Dame nombres. Dime. (Acerca la oreja.) ¡Tú eres tu verdugo,
indio carnicero! (Nuevamente endulza el
tono.) Cortaremos la lengua de tu hijo Hipólito. Cortaremos la lengua a
Micaela, tu mujer, y le daremos garrote vil... No te arrepientas, pero sálvala.
A ella. Salva a tu mujer de una muerte infame. (Se aproxima. Espera.) ¡Sabe Dios los crímenes que arrastras! (Hace girar violentamente la rueda del
tormento y se escucha un quejido atroz.) ¡No vas a disculparte con
silencios ante el tribunal del Altísimo, indio soberbio! (Con lástima.) ¡Ah! me entristece que haya un alma que quiera irse
así a la eterna condenación... (Furioso.)
¡Por última vez! ¿Quiénes son tus cómplices?
TÚPAC AMARU (Alzando
a duras penas la cabeza, abre los ojos y habla por fin).–Aquí no hay más
cómplices que tú y yo. Tú, por opresor, y yo, por libertador, merecemos la
muerte.
Fuente: Galeano, E. (1984), Memoria
del fuego 2: Las caras y las máscaras, Siglo Veintiuno, Buenos Aires.
13/2/20
Teratología cultural
Por Jesús Mosterín
La noción actual y científica de cultura
no es meliorativa, sino valorativamente neutral. Cultura es toda la información
transmitida por aprendizaje social, y eso incluye ideas y costumbres de todo
tipo. Tan cultural es la música más sublime de Mozart como las tracas y
petardos más ensordecedores, el teorema de Pitágoras como la creencia de que el
número 13 trae mala suerte. Lo cultural no tiene por qué ser bueno o deseable
en sentido alguno. Todo lo que se transmite por medios no genéticos es cultura,
por malo o indeseable que nos pueda parecer. Tanto la ciencia como la
superstición son cultura, y también lo son la democracia y la dictadura, el
cosmopolitismo y el nacionalismo, la delicadeza del ballet clásico y el
cutrerío de las corridas de toros. El adjetivo «cultural» no es laudatorio,
sino meramente descriptivo, y no implica juicio de valor alguno. Los contenidos
culturales pueden ser admirables o execrables. Por cultura nos llenamos la
cabeza de prejuicios, supersticiones y seudoproblemas, nos ponemos cilicios,
fumamos, nos alcoholizamos, nos inyectamos heroína, contaminamos el aire que
respiramos, torturamos, declaramos la guerra y morimos por la patria. Aunque
las corridas de toros son efectivamente un caso típico de tortura como
espectáculo, no por eso dejan de constituir una tradición cultural. De hecho,
hay toda una teratología cultural, todo un catálogo de monstruosidades de la
cultura: deformaciones craneales, mutilaciones corporales, escarificaciones de
la piel y tatuajes, anillos incrustados, pies estrujados, zapatos estrechos,
cilicios, ablación del clítoris, adicción al opio o al tabaco, borracheras,
prejuicios y supersticiones de todo tipo, espectáculos crueles, afición a
portar armas de fuego, guerras, guerrillas y terrorismos diversos.
Fuente: Mosterín, J. (2014), El triunfo de la compasión, Alianza
Editorial, Madrid.
6/2/20
Batlle
Por Eduardo Galeano
1914
Montevideo
…
Escribe artículos calumniando a los santos
y pronuncia discursos atacando al negocio de venta de terrenos en el Más Allá. Cuando
asumió la presidencia de Uruguay, no tuvo más remedio que jurar por Dios y por los
Santos Evangelios, pero en seguida aclaró que no creía en nada de eso.
José Batlle y Ordoñez
gobierna desafiando a los poderosos del cielo y de la tierra. La Iglesia le ha
prometido un buen lugar en el infierno: atizarán el fuego las empresas por él
nacionalizadas o por él obligadas a respetar los sindicatos obreros y la
jornada de trabajo de ocho horas; y el Diablo será el macho vengador de las
ofensas por él infligidas al gremio masculino.
–Está legalizando el libertinaje –dicen sus enemigos, cuando Batlle
aprueba la ley que permite a las mujeres divorciarse por su sola voluntad.
–Está disolviendo la familia –dicen, cuando extiende el derecho de
herencia a los hijos naturales.
–El cerebro de la mujer es inferior –dicen, cuando crea la
universidad femenina y cuando anuncia que pronto las mujeres votarán, para que
la democracia uruguaya no camine con una sola pierna y para que no sean las
mujeres eternas menores de edad que del padre pasan a manos del marido.
Fuente: Galeano, E. (1986), Memoria del fuego 3
EL SIGLO DEL VIENTO, Siglo Veintiuno,
Madrid.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)