30/9/22

Quemazones

Por Eduardo Galeano

La impunidad es hija de la mala memoria. Bien lo han sabido todas las dictaduras militares que en nuestras tierras han sido. En América latina se han quemado cordilleras de libros, libros culpables de contar la realidad prohibida y libros culpables simplemente de ser libros, y también montañas de documentos. Militares, presidentes, frailes: es larga la historia de las quemazones, desde que en 1562, en Maní de Yucatán, fray Diego de Landa arrojó a las llamas los libros mayas, queriendo incendiar la memoria indígena. Por no citar más que algunas fogatas, baste recordar que en 1870, cuando los ejércitos de Argentina, Brasil y Uruguay arrasaron al Paraguay, los archivos históricos del vencido fueron reducidos a cenizas. Veinte años después, el gobierno de Brasil quemó el papelerío que daba testimonio de tres siglos y medio de esclavitud negra. En 1983, los militares argentinos echaron al fuego los documentos de la guerra sucia contra sus compatriotas, y en 1995, los militares guatemaltecos hicieron lo mismo.

Fuente: Galeano, E. (1998), Patas arriba, Siglo Veintiuno, Buenos Aires.

23/9/22

Euclides

Por Gabriel García Márquez

Florentino Ariza no le reveló la verdad de su empresa sino que se informó a fondo sobre sus facultades de buzo y navegante. Le preguntó si podría descender sin aire a veinte metros de profundidad, y Euclides dijo que sí. Le preguntó si estaba en condiciones de llevar él solo un cayuco de pescador por la mar abierta en medio de una borrasca, sin más instrumentos que su instinto, y Euclides dijo que sí. Le preguntó si sería capaz de localizar un lugar exacto a dieciséis millas náuticas al noroeste de la isla mayor del archipiélago de Sotavento, y Euclides dijo que sí. Le preguntó si era capaz de navegar de noche orientándose por las estrellas, y Euclides le dijo que sí. Le preguntó si estaba dispuesto a hacerlo por el mismo jornal que le pagaban los pescadores por ayudarlos a pescar, y Euclides le dijo que sí, pero con un recargo de cinco reales los domingos. Le preguntó si sabía defenderse de los tiburones, y Euclides le dijo que sí, pues tenía artificios mágicos para espantarlos. Le preguntó si era capaz de guardar un secreto aunque lo pusieran en las máquinas de tormento del palacio de la Inquisición, y Euclides le dijo que sí, pues a nada le decía que no, y sabía decir que sí con tanta propiedad que no había modo de ponerlo en duda.

Fuente: García Márquez, G. (1985), El amor en los tiempos del cólera, Penguin Random House, Barcelona.

16/9/22

La nación que inventó casi todo

Por Eduardo Galeano

Allá en la infancia, supe que China era un país que estaba al otro lado del Uruguay y se podía llegar allí si uno tenía la paciencia de cavar un pozo bien hondo.

Después, algo aprendí de historia universal, pero la historia universal era, y sigue siendo, la historia de Europa. El resto del mundo yacía, yace, en tinieblas. China también. Poco o nada sabemos del pasado de una nación que inventó casi todo.

La seda nació allí, hace cinco mil años.

Antes que nadie, los chinos descubrieron, nombraron y cultivaron el té.

Fueron los primeros en extraer sal de pozos profundos y fueron los primeros en usar gas y petróleo en sus cocinas y en sus lámparas.

Crearon arados de hierro de porte liviano y máquinas sembradoras, trilladoras y cosechadoras, dos mil años antes que los ingleses mecanizaran su agricultura.

Inventaron la brújula mil cien años antes de que los barcos europeos empezaran a usarla.

Mil años antes que los alemanes, descubrieron que los molinos de agua podían dar energía a sus hornos de hierro y de acero.

Hace mil novecientos años, inventaron el papel.

Imprimieron libros seis siglos antes que Gutenberg, y dos siglos antes que él usaron tipos móviles de metal en sus imprentas.

Hace mil doscientos años inventaron la pólvora, y un siglo después el cañón.

Hace novecientos años, crearon máquinas de hilar seda con bobinas movidas a pedal, que los italianos copiaron con dos siglos de atraso.

También inventaron el timón, la rueca, la acupuntura, la porcelana, el fútbol, los naipes, la linterna mágica, la pirotecnia, la cometa, el papel moneda, el reloj mecánico, el sismógrafo, la laca, la pintura fosforescente, los carretes de pescar, el puente colgante, la carretilla, el paraguas, el abanico, el estribo, la herradura, la llave, el cepillo de dientes y otras menudencias.

Fuente: Galeano, E. (2008), Espejos, Siglo XXI, Buenos Aires.

9/9/22

La acción afirmativa

Por Mario Bunge

A partir de 1964, Estados Unidos promulgó las leyes y reglas de acción afirmativa [Affirmative Action] que asignaban puntos de mérito por raza (y género), en una época en que aquel era el más racista de todos los países desarrollados. En esencia esas leyes permitían a la gente ponerse al nivel de los demás antes de que se les exigiera competir. Se ha criticado la acción afirmativa por ser una forma de discriminación inversa. Esta crítica es injusta. Lo que hace la acción afirmativa es dar oportunidades a las personas que no las tuvieron antes, por el único motivo de su sexo o su color, a consecuencia de lo cual no estaban bien preparadas para competir por los puestos de trabajo o el ingreso en la universidad. De tal modo, la acción afirmativa pertenece al mismo grupo que el hándicap del golf. Baja las barreras de entrada, pero no el listón de salida: procura igualar las oportunidades sin bajar los estándares, de modo tal que es congruente con la meritocracia.

Fuente: Bunge, M. (2009), Filosofía política, Gedisa, Barcelona.

1/9/22

Alguien

Por Eduardo Galeano

1969

En cualquier ciudad

En una esquina, ante el semáforo rojo, alguien traga fuego, alguien lava parabrisas, alguien vende toallitas de papel, chicles, banderitas y muñecas que hacen pipí. Alguien escucha el horóscopo por radio, agradecido de que los astros se ocupen de él. Caminando entre los altos edificios, alguien quisiera comprar silencio o aire, pero no le alcanzan las monedas. En un cochino suburbio, entre los enjambres de moscas de arriba y los ejércitos de ratas de abajo, alguien alquila una mujer por tres minutos: en un cuartucho de burdel es violador el violado, mejor que si lo hiciera con una burra en el río. Alguien habla solo ante el teléfono, después de colgar el tubo. Alguien habla solo ante el televisor. Alguien habla solo ante la máquina tragamonedas. Alguien riega una maceta de flores de plástico. Alguien sube a un ómnibus vacío, en la madrugada, y el ómnibus sigue estando vacío.

Fuente: Galeano, E. (1986), Memoria del fuego 3 EL SIGLO DEL VIENTO, Siglo Veintiuno, Madrid.