26/12/19

El color del semen

Por Roberto Bolaño                     
Una noche, mientras hacíamos el amor, Maciste me preguntó de qué color era su semen. Yo estaba pensando en las monedas de oro y la pregunta, no sé por qué, me pareció de lo más pertinente. Le dije que sacara su pene. Luego le quité el condón y lo masturbé unos segundos. Me quedó la mano llena de semen.
–Es dorado –le dije–. Como oro fundido.
Maciste se rio.
–No creo que puedas ver en la oscuridad –dijo.
–Puedo ver –le dije.
–Yo creo que mi semen cada día que pasa es más negro –dijo.
Durante un rato me quedé pensando en lo que quería decir con eso.
–No seas aprensivo –le dije.
Después me fui a la ducha y cuando volví Maciste ya no estaba en la habitación. Sin encender ninguna luz lo fui a buscar al gimnasio. Tampoco estaba allí. Así que me fui a la galería y estuve un rato contemplando el jardín y la sombra de los muros vecinos.
La verdad es que el semen de Maciste no era dorado.
Fuente: Bolaño, R. (2002), Una novelita lumpen, Random House, Barcelona.

19/12/19

La única forma

Pocas veces discrepábamos con alguno de los admirados maestros de la secta, pero la discusión era estimulante las pocas veces que se abría paso un disenso. En un libro de hace ya casi un siglo, un maestro había sugerido una moral sexual alternativa que reemplace a la anticuada moral victoriana, todavía vigente en aquel entonces en Inglaterra y Estados Unidos. A continuación resumiré su propuesta. La evidencia antropológica apunta a que hombres y mujeres, si no se cohíben, son polígamos. El sexo sin hijos de por medio debería ser libre, la sociedad no debería entrometerse en asuntos privados. Pero en una sociedad industrial, la buena crianza de los hijos es prioritaria. Las parejas deberían perdurar el tiempo suficiente para criar a los hijos de la mejora manera. Una pareja bien establecida no debería deshacerse si el marido o la mujer mantienen una relación extramarital ligera. No se trata de reprimir el deseo, sino de controlar los celos. Hasta ahí la propuesta. En la secta habíamos llegado a la conclusión de que sería inviable llevarla a la práctica porque nos parecía que la mujer es, en promedio, menos propensa a las relaciones fugaces que el hombre o, en general, menos libidinosa que el hombre. Incluso si las oportunidades que la sociedad ofrece a las mujeres fuesen tan amplias como las que ofrece a los hombres, seguirían siendo los hombres los que más violan, los que más pornografía consumen y los más fascinados con la prostitución. La única forma de alcanzar la plena igualdad, pensábamos en la secta, sería modificar genéticamente a la mujer para que sea tan fuerte como el hombre. Es la mayor musculatura del hombre la que le ha permitido someter a la mujer en todas las eras.

12/12/19

Lo magno de la elección posible

Por Julio Cortázar
Imagen tomada de https://bit.ly/2XO42Bo
Su única ansiedad es lo magno de la elección posible: ¿guiarse por las estrellas, por el compás, por la cibernética, por la casualidad, por los principios de la lógica, por las razones oscuras, por las tablas del piso, por el estado de la vesícula biliar, por el sexo, por el carácter, por los pálpitos, por la teología cristiana, por el Zend Avesta, por la jalea real, por una guía de ferrocarriles portugueses, por un soneto, por La Semana Financiera, por la forma del mentón de don Galo Porriño, por una bula, por la cábala, por la necromancia, por Bonjour Tristesse, o simplemente ajustando la conducta marítima a las alentadoras instrucciones que contienen todo paquete de pastillas Valda?
Fuente: Cortázar, J. (1960), Los premios, Santillana, Madrid.

5/12/19

Sobre la prostitución

Se suele justificar la prostitución voluntaria –para diferenciarla de la prostitución forzada o trata– argumentando que las mujeres pueden hacer con su cuerpo lo que se les ocurra, y que el trabajo sexual es tan respetable como el del panadero, él trabaja con sus manos y ellas con su sexo. Es cierto que los adultos deberíamos tener toda la libertad para hacer lo que nos plazca, siempre que mantengamos un mínimo respeto por el resto, y no es difícil encontrar testimonios de prostitutas que se encuentran satisfechas con su trabajo. Pero por qué nos encerramos en lo que es, sin imaginar lo que podría llegar a ser. No sé de ninguna mujer bien instalada en la clase media que se gane la vida acostándose con el primero que se le acerca, arriesgando su salud y su integridad, a cambio de veinte dólares. Si sabemos que la marginación y la falta de oportunidades, o una educación deficiente, empujan a muchas mujeres a la prostitución, ¿por qué no apoyamos en serio las medidas dirigidas a ampliar las oportunidades de todos, en primer lugar de los más débiles? Las putas felices que pueblan las novelas de García Márquez pueden ser encantadoras en la ficción, pero lo que necesitamos en la realidad es maximizar el bienestar y la felicidad. Avanzaríamos mucho si todas las mujeres pudiesen ganarse la vida con tareas que estimulen su creatividad.