5/12/19

Sobre la prostitución

Se suele justificar la prostitución voluntaria –para diferenciarla de la prostitución forzada o trata– argumentando que las mujeres pueden hacer con su cuerpo lo que se les ocurra, y que el trabajo sexual es tan respetable como el del panadero, él trabaja con sus manos y ellas con su sexo. Es cierto que los adultos deberíamos tener toda la libertad para hacer lo que nos plazca, siempre que mantengamos un mínimo respeto por el resto, y no es difícil encontrar testimonios de prostitutas que se encuentran satisfechas con su trabajo. Pero por qué nos encerramos en lo que es, sin imaginar lo que podría llegar a ser. No sé de ninguna mujer bien instalada en la clase media que se gane la vida acostándose con el primero que se le acerca, arriesgando su salud y su integridad, a cambio de veinte dólares. Si sabemos que la marginación y la falta de oportunidades, o una educación deficiente, empujan a muchas mujeres a la prostitución, ¿por qué no apoyamos en serio las medidas dirigidas a ampliar las oportunidades de todos, en primer lugar de los más débiles? Las putas felices que pueblan las novelas de García Márquez pueden ser encantadoras en la ficción, pero lo que necesitamos en la realidad es maximizar el bienestar y la felicidad. Avanzaríamos mucho si todas las mujeres pudiesen ganarse la vida con tareas que estimulen su creatividad.

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