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25/3/21
Los turcos versus los armenios
18/3/21
Samuel Ruiz
Por
Eduardo Galeano
En
1959, llegó el nuevo obispo a Chiapas.
Samuel Ruiz era un joven horrorizado por
el peligro comunista, que amenazaba la libertad.
Fernando Benítez lo entrevistó. Cuando
Fernando le comentó que no merecía llamarse libertad el derecho de humillar al
prójimo, el obispo lo echó.
Don Samuel dedicó sus primeros tiempos de
obispado a predicar resignación cristiana a los indios condenados a la
obediencia esclava. Pero pasaron los años, y la realidad habló y enseñó, y don
Samuel supo escuchar.
Y al cabo de medio siglo de obispado, se
convirtió en el brazo religioso de la insurrección zapatista.
Los nativos lo llamaban el Obispo de los
Pobres, el heredero de fray Bartolomé de Las Casas.
Cuando la Iglesia lo trasladó, don Samuel
dijo adiós a Chiapas, y llevó consigo el abrazo de los mayas:
–Gracias –le dijeron–. Ya no
caminamos encorvados.
Fuente: Galeano, E. (2016), El cazador de historias, Siglo XXI, Ciudad de México.
11/3/21
De perseguidos a perseguidores
Por Jesús Mosterín
La
historia da muchas vueltas, y cuando una vuelta es completa, la llamamos una
revolución. La secta judía subversiva que había sido el jesusismo inicial ya
había pasado por una primera revolución (la paulinista) cuando abandonó la
sinagoga y se transformó en el cristianismo helenista, mistérico y sumiso
frente al Imperio. A principios del siglo IV tuvo lugar otra revolución aún más
imprevisible y de mayor trascendencia histórica: los cristianos conquistaron
(o, más bien, recibieron de Constantino) el poder en el Imperio Romano. El
cambio resultó portentoso: de ser casi una guerrilla antirromana, y luego una
secta de mala reputación, sospechosa y apenas tolerada por las autoridades, el
cristianismo se vio de pronto instalado en el centro mismo del poder, en la
corte imperial, y enseguida empezó a gozar de todo tipo de privilegios y
prebendas, y a usar de las armas del Estado para aplastar y acallar a todos sus
competidores ideológicos –judíos, herejes, paganos, filósofos y cualesquiera
otros que no comulgasen con sus ruedas de molino–. En definitiva, los
cristianos se convirtieron de perseguidos en perseguidores.
Fuente:
Mosterín, J. (2010), Los cristianos, Alianza Editorial, Madrid.