Por Jesús Mosterín
El más grave, extenso y conocido de los
genocidios efectuados por los turcos fue el de los armenios. Ya en 1908, una
parte de los oficiales ultranacionalistas autodenominados «jóvenes turcos» y de
los estudiantes de teología (o talibanes) fanáticos del sultán y la sharía
llevaron a cabo la masacre de 30.000 armenios, odiados como cristianos y
sospechosos de deslealtad hacia la patria turca. Con el estallido de la Primera
Guerra Mundial, los armenios fueron acusados de ayudar a los enemigos rusos y
conspirar con ellos, lo que provocó el genocidio de entre un millón y un millón
y medio de armenios durante la guerra, hacia 1915, e inmediatamente después.
Todos los intelectuales armenios fueron ejecutados. La población de muchos
pueblos enteros fue acorralada y quemada viva; otros fueron arrojados al mar.
Sobre todo, cientos de miles de armenios fueron obligados por el ejército y sus
ayudantes kurdos a emprender agotadoras e inacabables marchas hacia el desierto
sirio, sin recibir nada de comer ni de beber, hasta que morían de inanición y
deshidratación. Al final, la numerosa población armenia de Turquía, a la que
los aliados vencedores de la Guerra Mundial habían planeado entregar una gran
parte de la Anatolia que habitaban, quedó aniquilada. Ya no tenía sentido
pensar en un Estado anatolio para los armenios, pes ya no quedaban armenios.
Solo sobrevivieron los que lograron huir al extranjero.
Fuente: Mosterín, J. (2012), El
islam, Alianza
Editorial, Madrid.
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