Por
Eduardo Galeano
En
1959, llegó el nuevo obispo a Chiapas.
Samuel Ruiz era un joven horrorizado por
el peligro comunista, que amenazaba la libertad.
Fernando Benítez lo entrevistó. Cuando
Fernando le comentó que no merecía llamarse libertad el derecho de humillar al
prójimo, el obispo lo echó.
Don Samuel dedicó sus primeros tiempos de
obispado a predicar resignación cristiana a los indios condenados a la
obediencia esclava. Pero pasaron los años, y la realidad habló y enseñó, y don
Samuel supo escuchar.
Y al cabo de medio siglo de obispado, se
convirtió en el brazo religioso de la insurrección zapatista.
Los nativos lo llamaban el Obispo de los
Pobres, el heredero de fray Bartolomé de Las Casas.
Cuando la Iglesia lo trasladó, don Samuel
dijo adiós a Chiapas, y llevó consigo el abrazo de los mayas:
–Gracias –le dijeron–. Ya no
caminamos encorvados.
Fuente: Galeano, E. (2016), El cazador de historias, Siglo XXI, Ciudad de México.
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