Por Harold Bloom
Es dudoso que Tolstói quisiera a nadie,
incluyendo a sus hijos. Ni Wordsworth ni Milton, ni tan sólo Dante, pueden
igualar el solipsismo de Tolstói. Los textos religiosos y morales de Tolstói no
son sino confesiones de su solipsismo; y, sin embargo, ¿qué lector de Guerra
y paz o de Hadji Murad desearía que Tolstói hubiera estado menos
obsesionado consigo mismo? Todo tiene su precio, y ciertos grandes escritores
(ya sean mujeres u hombres) no pueden alcanzar su esplendor estético sin el
solipsismo. Shakespeare, que nosotros sepamos, puede que fuera el menos
solipsista de los poetas, y al parecer Chaucer rivalizaba con Shakespeare en
este aspecto; algunas veces me siento tentado a practicar un juego consistente
en dividir a los grandes escritores según su grado de solipsismo. ¿Tiene eso
alguna importancia? Por lo que se refiere a la relativa eminencia de sus obras,
en absoluto, aunque parece que tiene que ver con cierta diferencia
cualitativa. Joyce era un monumental solipsista, mientras que al parecer Beckett
era un hombre sin el menor egoísmo. El contraste entre Finnegans Wake y
la trilogía de Beckett de Molloy, Malone muere y El innombrable
guarda cierta relación con el hecho de que Beckett eludiera a su precursor,
pero más con la manera asombrosamente distinta con que veían a sus semejantes.
Fuente: Bloom, H. (1994), El canon occidental,
Anagrama, Barcelona.
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