Por Jesús Mosterín
Charles Darwin consideraba la compasión la
más noble de nuestras virtudes. Opuesto a la esclavitud y horrorizado por la
crueldad de los fueguinos de la Patagonia con los extraños, introdujo su idea
del «círculo en expansión» de la compasión para explicar el progreso moral de
la humanidad. Los hombres más primitivos solo se compadecían de sus amigos y
parientes; luego este sentimiento se iría extendiendo a otros grupos, naciones,
razas y especies. Darwin pensaba que el círculo de la compasión seguirá
extendiéndose hasta que llegue a su lógica conclusión, es decir, hasta que
abarque a todas las criaturas capaces de sufrir. Los animales no humanos quedan
a veces fuera del paraguas de la protección jurídica, pero son objeto de
compasión, pues es obvio que pueden sufrir. Como señaló Francis Crick
(1916-2004), el descubridor de la doble hélice del DNA, los únicos autores que
dudan del dolor de los perros son los que no tienen perro.
Fuente: Mosterín, J. (2014), El triunfo de la compasión, Alianza
Editorial, Madrid.
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