12/9/25

Lesperimento

Por Ernesto Sabato

–A mí me gusta hacé esperimento. ¿Sabé lo qu'hice un día?

Una sonrisa anunciaba que aquel experimento había sido decisivo.

–¿Sabé lo qu'hice? Me fui al zoológico a eso de loración.

–¿Cómo, a loración?

–Ma sí, sonso, a la tardecita. Cuando ya han cerrao el zoológico. ¿Viste la verja que da por la avenida Sarmiento?

–Sí.

–Bueno, era la tardecita, lo pibe ya se habían ido a tomá la leche, lo portero había cerrado la puerta. No había propiamente nadie. Hay que vé lo que entonce é el zoológico. Hacé la prueba.

–¿Qué prueba?

–El zoológico cuando no hay nadie.

–¿Y cómo es, Carlucho?

Carlucho bajó la cabeza y empezó a hacer unos dibujitos con una paja de escoba en la tierra de la vereda.

–É tristísimo murmuró.

–Y bueno, porque no están los pibes, porque no les dan caramelos o galletitas, todo eso.

Carlucho levantó su cara irritada.

–Cuándo aprenderá vo. ¿No te da cuenta, pavote? Cuando están lo chico, lo animale se distraen, claro, cómo no. Bueno fuera. Que un caramelo, que lo manise, que lo bizcochito. Claro que se distraen. A quién má, a quién meno, a todo lo animale le gustan lo chico. No me aparto. ¿Pero entendé? ¡Se DISTRAEN!

Nacho no comprendía. Carlucho lo examinaba como un profesor a un alumno incapaz.

–Supongamo (é un suponé) que a vo se te muere tu padre, pongo por caso, y viene un amigo y te habla de si el partido de River, de si el paro de la CGT, de cosita. Te distraé. No te digo que no lo tengan que hacé, si te quieren. Está bien, é natural, é una buena cosa.

Nacho lo miraba.

–Vo no me entendé. Te lostoy viendo a la cara.

Se concentró. La vena del cuello comenzó a hincharse.

–Lo que quiero decí é que no tiene que habé amigo que te hablen de River. Si no que no se te muera el padre. ¿Entendé lo que te quiero decí?

Observó al chico, para ver si la idea le entraba en la cabeza.

–¿Te da cuenta? No é que yo moponga a que lo chico vayan al zoológico y den manise a lo elefante o bizcochito a lo mono. Lo que te digo é que no tiene que habé zoológico. Por eso hice lesperimento.

–¿Qué experimento?

–Mirá lo animale, a la tardecita, cuando empieza a caé la noche, cuando están solo, lo que se dice solo, sin pibe, sin caramelo, sin nada, lo que se dice nada de nada.

Volvió a hacer dibujitos con la ramita en el suelo y al cabo de un largo silencio levantó su cara y al chico le pareció que sus ojos estaban velados.

–¿Y qué viste, Carlucho? –preguntó, sin saber si debía hacerlo o no.

–¿Qué vi?

Se levantó, arregló unas cajas y después respondió:

–¿Y qué te parece que podía vé? Nada. Lo animale solitario. Eso é lo que vi.

Se sentó y agregó como para sí:

–Había uno animale grandote, una especie de no sé qué. Había que verlo. Está encorvado, mirando el suelo, nada má que mirando el suelo, todo el tiempo. Cada ve má oscuro, y el bicho solito. Tan grandote. Ni se movía pa espantá una mosca. Estaba pensando. ¿Vo creé que lo animale porque no hablan no piensan? Son como lo cristiano: cuidan la cría, acarician lo hijo, lloran cuando matan a la compañera. Así que vaya a sabé lo que pensaba aquel bicho. Y te voy a decí que cuanto má grande má pena me da. No sé, lo bichito chico a vece no me gustan, pa qué no vamos a engañá. Son molesto, como la pulga. Pero eso animale grandote... Un león, pongo por caso. Un popótamo. ¿Te da cuenta lo triste que debe sé no está nunca má a la selva, lo que se dice nunca má? ¿A lo grande río, a lo lago?

Se calló.

–¿Y sabé lo que pasó despué?

–Qué.

–Le hablé.

–¿A quién?

–A quién iba a sé, sonso: al animal ese, bisonte, qué sé yo.

–¿Le hablaste?

–¿Y por qué no? Pero no se movió nada. Claro, capá que no me oía. Maginate, yo no podía ponerme a gritá desde la verja. A vé si me tomaban por loco.

–¿Y qué le decías?

–Y, qué sé yo... Cosa... macanita... Bicho, le decía. Bicho. Y nada.

–¿Y qué podía responder?

–No, natural. Pero al meno que me mirara. Pero nada.

–A lo mejor no te oía.

–Claro, claro. Yo tenía de hablá en vo baja.

Se quedaron en silencio. Después hablaron de otras cosas, pero al final Carlucho volvió a lo mismo:

–¿Sabé una cosa?

–Qué.

–Yo podería ser médico. Pero no veterinario.

–¿Por qué?

–Por ese asunto. Capá que hablan entre ello, seguro que entre ello se entienden como nosotro. Si vo so médico y un tipo te dice me duele esto o esto de má allá, está bien. Podé rumbiá. ¿Pero cóomo hacé pa rumbiá con un popótamo? ¿O con un león? Maginate ese rey de la selva tirado, sin fuerza pa mové la cabeza, que te mira con ojos triste, pidiendo ayuda, confía en vo. A lo mejó, pudriéndose de cáncer y vo sin sabé lo que le pasa.

Lentamente, la tarde de otoño se iba convirtiendo en noche, primero en los lugares más ocultos, en el interior de las casillas de los animales, para ir creciendo luego hacia lo alto, poco a poco, mientras Nacho se empeñaba en seguir viendo a través de la reja, adivinando un elefante, y más allá quizá al mismo bisonte que aquel día Carlucho había contemplado en su experimento, al mismo a quien había dirigido aquella pequeña palabra sin respuesta.

Fuente: Sabato, E. (1974), Abaddón el exterminador, Seix Barral, Barcelona.

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