13/2/20

Teratología cultural

Por Jesús Mosterín
La noción actual y científica de cultura no es meliorativa, sino valorativamente neutral. Cultura es toda la información transmitida por aprendizaje social, y eso incluye ideas y costumbres de todo tipo. Tan cultural es la música más sublime de Mozart como las tracas y petardos más ensordecedores, el teorema de Pitágoras como la creencia de que el número 13 trae mala suerte. Lo cultural no tiene por qué ser bueno o deseable en sentido alguno. Todo lo que se transmite por medios no genéticos es cultura, por malo o indeseable que nos pueda parecer. Tanto la ciencia como la superstición son cultura, y también lo son la democracia y la dictadura, el cosmopolitismo y el nacionalismo, la delicadeza del ballet clásico y el cutrerío de las corridas de toros. El adjetivo «cultural» no es laudatorio, sino meramente descriptivo, y no implica juicio de valor alguno. Los contenidos culturales pueden ser admirables o execrables. Por cultura nos llenamos la cabeza de prejuicios, supersticiones y seudoproblemas, nos ponemos cilicios, fumamos, nos alcoholizamos, nos inyectamos heroína, contaminamos el aire que respiramos, torturamos, declaramos la guerra y morimos por la patria. Aunque las corridas de toros son efectivamente un caso típico de tortura como espectáculo, no por eso dejan de constituir una tradición cultural. De hecho, hay toda una teratología cultural, todo un catálogo de monstruosidades de la cultura: deformaciones craneales, mutilaciones corporales, escarificaciones de la piel y tatuajes, anillos incrustados, pies estrujados, zapatos estrechos, cilicios, ablación del clítoris, adicción al opio o al tabaco, borracheras, prejuicios y supersticiones de todo tipo, espectáculos crueles, afición a portar armas de fuego, guerras, guerrillas y terrorismos diversos.
Fuente: Mosterín, J. (2014), El triunfo de la compasión, Alianza Editorial, Madrid.

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