1/10/20

Felix Bola

La primera semilla de lo que la secta llegaría a lograr en otro continente la sembró Felix Bola cuando leyó el testimonio de un psicólogo alemán que había trabajado en zonas de guerra de África y Asia. Se había enrolado en las misiones de Médicos Sin Fronteras luego de ejercer durante años en su país, y trabajó en zonas tan inhóspitas como violentas. En realidad no tenía mucho trabajo porque a menudo las víctimas continuaban con su vida a pesar de las experiencias traumáticas. El alemán halló la explicación de semejante capacidad de adaptación en la vida rutinaria que llevaban, como si los movimientos del cuerpo evitaran los recuerdos del horror, y en las creencias religiosas o mágicas en las que hallaban consuelo. Cuando volvió a su país, el alemán sintió que los problemas de sus pacientes eran triviales o artificiales.

Bola tuvo que pausar la lectura del testimonio un par de veces al sentir de golpe la inquietud de una revelación. Por primera vez reconocía el valor inconmensurable de la fe religiosa. Si tu vida ha sido destruida y deseas sin embargo seguir viviendo, es casi natural que te abandones a la fe. Criticar ese acto de superstición o ponerlo en duda es tan cruel como quitarle la tabla flotante al niño de la piscina que no sabe nadar. Y por primera vez fue consciente de que los que de verdad la pasan mal son otros y están muy lejos. A lo largo de años reunió información sobre el horror en los conflictos armados, sobre todo los del áfrica negra porque Bola era negro. Se asombró al conocer que el conflicto armado más mortífero desde la segunda guerra mundial era el de la república democrática del Congo de principios de siglo, con cerca de cuatro millones de muertos. A medida que leía retrocedía en el tiempo y pronto le pareció evidente la sombra que representaba el reciente pasado colonial en esos países. No era coincidencia que los conflictos armados africanos de hoy sean como los latinoamericanos del siglo XIX, y acaso era posible enderezar el destino cruel para que el siglo XXI africano sea en conjunto menos trágico que el XX latino.

Cuando yo llegué a la secta Bola era uno de los tres jefes, junto a Ana y Juan Lema. Bola había llegado con un estudiado plan para intervenir en el África negra, y la secta lo admiraba con los ojos iluminados de los que encuentran un camino que vale la pena recorrer.

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