4/8/23

Jean-Claude Villeneuve

Por Roberto Bolaño

Con cualquier otra persona aquello se hubiera convertido en una velada de lo más desagradable, pero quien hablaba era Jean-Claude Villeneuve, el más grande modisto de Francia, es decir del mundo, y el tiempo se me fue volando mientras oía una historia sucinta de su infancia y adolescencia, de su juventud, de sus reservas en materia sexual, de sus experiencias con algunos hombres y con algunas mujeres, de su inveterada soledad, de su mórbido deseo de no causar daño a nadie que tal vez encubría el oculto deseo de que nadie le hiciese daño a él, de sus gustos artísticos que admiré y envidié con toda mi alma, de su inseguridad crónica, de sus disputas con algunos modistos famosos, de sus primeros trabajos para una casa de alta costura, de sus viajes iniciáticos sobre los que no quiso profundizar, de su amistad con tres de las mejores actrices del cine europeo, de su relación con el par de seudoartistas de la morgue que le conseguían de tanto en tanto cadáveres con los que pasaba sólo una noche, de su fragilidad, de su fragilidad que se asemejaba a una demolición en cámara lenta e infinita, hasta que por las cortinas de la sala principal se deslizaron las primeras luces de la mañana y Villeneuve dio por concluida su larga exposición.

Fuente: Bolaño, R. (2001), Putas asesinas, Penguin Random House, Barcelona.

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