2/1/20

Las mujeres en el islam

Por Jesús Mosterín
La desigualdad de hombres y mujeres en el islam se justifica por esta sura del Corán:

Los hombres tienen autoridad sobre las mujeres en virtud de la preferencia que Dios tiene por los unos más que por las otras y de lo que ellos gastan en favor de ellas. Las mujeres virtuosas son devotas y, en ausencia de sus maridos, son recatadas en aquello que Dios mandó recatar. ¡Amonestad a aquellas de quienes temáis la desobediencia, confinadlas en sus habitaciones y golpeadlas! Si os obedecen, no os metáis más con ellas. Dios es excelso, grande.

Según el Corán y el Hadiz, los hombres pueden tener relaciones sexuales con sus esposas y también con sus concubinas y esclavas, frecuentemente cautivas o prisioneras de guerra de conquista, pues Dios se las ha dado. De todos modos, ahora que ya no existe la esclavitud legal, se considera que solo pueden tener relaciones sexuales con sus esposas. Las mujeres no pueden salir de casa sin el permiso de sus maridos. En algunos países, las mujeres no pueden viajar solas. En Arabia Saudí (como también ocurría en el Afganistán de los talibanes) tampoco pueden conducir un vehículo, ni siquiera cuando van acompañadas de su marido.
Las mujeres tienen el deber de ser castas, modestas, recatadas y de no dejarse ver por los hombres. Las mujeres deben quedar tapadas u ocultas a la vista de los hombres que no sean de su más próxima familia. De ahí la exigencia de ropa y velo que las cubra completamente, aunque haga un calor horrible y sea verano, a fin de preservar su recato. La exigencia del hiŷab o vestimenta recatada en el islam se basa en esta sura:

Di a las creyentes que bajen la vista con recato, que sean castas y no muestren más adornos que los que están a la vista, que cubran su escote con el velo y no exhiban sus adornos sino ante sus esposos, a sus padres, a sus suegros, a sus propios hijos, a sus hijastros, a sus hermanos, a sus sobrinos carnales, a sus criadas y esclavas, a sus eunucos, y a los niños que desconocen aún las vergüenzas femeninas. Que no meneen sus pies de modo que descubran sus adornos ocultos. ¡Volveos todos a Dios, creyentes! Quizás, así, prosperéis.

En la práctica, la exigencia de recato se concreta en cuatro tipos distintos de vestimenta y velo islámico para las mujeres que pretendan salir de casa:

1) El burqa (burqa'), que cubre y oculta por completo el cuerpo, las manos y la cara de la mujer, incluso los ojos, cubiertos por una tupida red que apenas deja ver. Es la vestimenta más incómoda y peligrosa, pues la mujer que lo lleva ve mal y puede fácilmente caer o ser atropellada. Frecuente en Afganistán, fue impuesta bajo pena de muerte por los talibanes. También oculta la identidad de la persona; en realidad, cuando se ve un burka por la calle, no se sabe si hay un hombre o una mujer (o un saco de patatas) dentro.
2) El niqab (niqāb), parecido al burqa, pero con una rendija a la altura de los ojos que permite la visión, por lo que es más seguro y provoca menos accidentes. De todos modos, es igual de incómodo. Es frecuente en Arabia Saudí, Kuwait y otros países de la zona. Tanto el burqa como el niqab son prendas terriblemente incómodas de llevar, sobre todo en el tórrido verano de esa zona, restringen la libertad de movimientos, ocultan la identidad personal y constituyen una especie de cárcel ambulante, por lo que han sido prohibidas en ciertos países, como Francia y Bélgica.
Imagen tomada de https://bit.ly/2X9zhGW
3) El chador (chador) cubre todo el cuerpo con un paño negro envolvente, pero permite mostrar la cara y las manos, por lo que no es tan opresivo como el burqa y el niqab. Es frecuente en Irán y otros paíse de la zona, donde casi había desaparecido en las ciudades en tiempos del shah, pero donde ha vuelto a ser promovido por la república islámica.
4) El hiyab (hiŷāb) es la alternativa más cómoda y menos opresiva de velo islámico, pues solo cubre la cabeza, la cabellera, el cuello y los hombros, aunque el resto del vestido ha de ser modesto. Es frecuente en la mayoría de los países islámicos e incluso entre las mujeres musulmanas que han emigrado a Europa.

Hay países de predominio islámico con cierta libertad de vestido, donde cada mujer puede decidir sin interferencia del Estado (aunque quizá sí de la familia y los vecinos) si llevar velo o no y qué tipo de velo, como Turquía, Líbano, Indonesia y Marruecos. En el extremo opuesto, países como Sudán, Arabia Saudí e Irán imponen la vestimenta que el gobierno considera islámica mediante el uso de la violencia y la coerción legal. Y no digamos en el Afganistán de los talibanes, donde el burqa total era obligatorio.
La sharía representó un cierto progreso para las mujeres de las tribus del desierto árabe, concediéndoles derechos de los que antes carecían, como el derecho a mantener la propiedad de su dote, incluso tras el divorcio, así como la posibilidad misma del divorcio. De todos modos, y en la práctica, si bien el divorcio es fácil para los hombres, es extremadamente difícil para las mujeres.
En general, y según la sharía y la tradición islámica, una mujer vale la mitad que un hombre. Así se refleja, por ejemplo, en la legislación que regula la diyya o «dinero de sangre», es decir, la compensación económica que hay que pagar por el homicidio a la familia del asesinado. Esta compensación varía según la religión del muerto. Por un muslim hay que pagar el doble que por un dimmí (judío o cristiano), y por un pagano la mitad que por un dimmí (y así la cuarta parte que por un musulmán). Pero dentro de cada una de esas categorías hay que hacer otra subdivisión según el sexo de la víctima. Por un hombre siempre hay que pagar el doble que por una mujer. En la Arabia Saudí actual, el dinero de sangre (diyya) por un musulmán es de 100.000 riales; por una musulmana, de 50.000. Por matar a un cristiano hay que pagar 50.000 riales; si se ha matado a una cristiana, 25.000. Aunque por matar a un pagano basta con pagar 6.666 riales, a una pagana se la puede matar por la mitad, por 3.333 riales. La cruel represión de que es objeto la fe baha'i en el Irán de los ayatolás se refleja en que el dinero de sangre por matar a un baha'i es cero; quien mata a un baha'i en Irán no necesita pagar compensación alguna a su familia.
El mismo principio de que la mujer vale la mitad que el hombre se aplica también en otros ámbitos, como las herencias o los testimonios. Aunque la posibilidad de que las mujeres pudieran heredar fue una novedad progresiva para las mujeres del desierto, que antes de Mahoma no podían hacerlo, la sharía establece que, a igualdad de parentesco, una mujer recibe la mitad de la porción de la herencia asignada a un hombre. En los juicios, y en términos generales, el testimonio de un hombre tiene el mismo valor que el de dos mujeres. Hay otras muchas diferencias. Se permite que un muslim se case con mujeres dimmíes, que no son musulmanas, pero una mujer musulmana solo puede casarse con un muslim. Se permite la poligamia (hasta cuatro mujeres), pero no la poliandria.
Fuente: Mosterín, J. (2012), El islam, Alianza Editorial, Madrid.

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