Por Eduardo Galeano
1820
Paso del Boquerón
Final
Los tres grandes puertos del sur, Río de
Janeiro, Buenos Aires y Montevideo, no habían podido con las huestes montoneras
de José Artigas, el caudillo de tierra adentro.
Pero la muerte se ha
llevado a la mayoría de su gente. En las panzas de los caranchos yace la mitad
de los hombres de la campaña oriental. Andresito agoniza en la cárcel. Están
presos Lavalleja y Campbell y otros leales; y a unos cuantos se los lleva la traición.
Fructuoso Rivera llama a Artigas criminal
y lo acusa de haber puesto la propiedad a
merced del despotismo y la anarquía. Francisco Ramírez, de Entre Ríos,
proclama que Artigas es la causa y origen
de todos los males de América del sur y también se da vuelta Estanislao
López en Santa Fe.
Los caudillos dueños de
tierras hacen causa común con los mercaderes de los puertos y el jefe de la
revolución deambula de desastre en desastre. Lo siguen las últimas huestes de
indios y negros y un puñado de gauchos andrajosos al mando de Andrés Latorre,
el último de sus oficiales.
A la orilla del Paraná,
Artigas elige al mejor jinete. Le entrega cuatro mil patacones, que es todo lo
que queda, para que los lleve a los presos en Brasil.
Después, clava la lanza
en la orilla y cruza el río. A contracorazón se marcha al Paraguay, al exilio,
el hombre que no quiso que la independencia de América fuera una emboscada
contra sus hijos más pobres.
Imagen tomada de https://bit.ly/2p2q7Np
Usted
Sin volver la cabeza, usted se hunde en el
exilio. Lo veo, lo estoy viendo: se desliza el Paraná con perezas de lagarto y
allá se aleja flameando su poncho rotoso, al trote del caballo, y se pierde en
la fronda.
Usted no dice adiós a su
tierra. Ella no le creería. O quizás usted no sabe, todavía, que se va para
siempre.
Se agrisa el paisaje.
Usted se va, vencido, y su tierra se queda sin aliento. ¿Le devolverán la
respiración los hijos que le nazcan, los amantes que le lleguen? Quienes de
esta tierra broten, quienes en ella entren, ¿se harán dignos de tristeza tan
honda?
Su tierra. Nuestra tierra
del sur. Usted le será muy necesario, don José. Cada vez que los codiciosos la
lastimen y la humillen, cada vez que los tontos la crean muda o estéril, usted
le hará falta. Porque usted, don José Artigas, general de los sencillos, es la
mejor palabra que ella ha dicho.
Fuente: Galeano, E. (1984), Memoria del fuego 2:
Las caras y las máscaras, Siglo Veintiuno, Buenos Aires.
No hay comentarios:
Publicar un comentario