23/1/20

José Artigas

Por Eduardo Galeano
1820
Paso del Boquerón
Final
Los tres grandes puertos del sur, Río de Janeiro, Buenos Aires y Montevideo, no habían podido con las huestes montoneras de José Artigas, el caudillo de tierra adentro.
Pero la muerte se ha llevado a la mayoría de su gente. En las panzas de los caranchos yace la mitad de los hombres de la campaña oriental. Andresito agoniza en la cárcel. Están presos Lavalleja y Campbell y otros leales; y a unos cuantos se los lleva la traición. Fructuoso Rivera llama a Artigas criminal y lo acusa de haber puesto la propiedad a merced del despotismo y la anarquía. Francisco Ramírez, de Entre Ríos, proclama que Artigas es la causa y origen de todos los males de América del sur y también se da vuelta Estanislao López en Santa Fe.
Los caudillos dueños de tierras hacen causa común con los mercaderes de los puertos y el jefe de la revolución deambula de desastre en desastre. Lo siguen las últimas huestes de indios y negros y un puñado de gauchos andrajosos al mando de Andrés Latorre, el último de sus oficiales.
A la orilla del Paraná, Artigas elige al mejor jinete. Le entrega cuatro mil patacones, que es todo lo que queda, para que los lleve a los presos en Brasil.
Después, clava la lanza en la orilla y cruza el río. A contracorazón se marcha al Paraguay, al exilio, el hombre que no quiso que la independencia de América fuera una emboscada contra sus hijos más pobres.
Imagen tomada de https://bit.ly/2p2q7Np
Usted
Sin volver la cabeza, usted se hunde en el exilio. Lo veo, lo estoy viendo: se desliza el Paraná con perezas de lagarto y allá se aleja flameando su poncho rotoso, al trote del caballo, y se pierde en la fronda.
Usted no dice adiós a su tierra. Ella no le creería. O quizás usted no sabe, todavía, que se va para siempre.
Se agrisa el paisaje. Usted se va, vencido, y su tierra se queda sin aliento. ¿Le devolverán la respiración los hijos que le nazcan, los amantes que le lleguen? Quienes de esta tierra broten, quienes en ella entren, ¿se harán dignos de tristeza tan honda?
Su tierra. Nuestra tierra del sur. Usted le será muy necesario, don José. Cada vez que los codiciosos la lastimen y la humillen, cada vez que los tontos la crean muda o estéril, usted le hará falta. Porque usted, don José Artigas, general de los sencillos, es la mejor palabra que ella ha dicho.
Fuente: Galeano, E. (1984), Memoria del fuego 2: Las caras y las máscaras, Siglo Veintiuno, Buenos Aires.

No hay comentarios: