Por Eduardo Galeano
1972
Managua
…
El turista llega al país en avión o barco
de Somoza y se aloja en uno de los hoteles que Somoza tiene en la capital. El
turista está cansado, y se echa a dormir sobre cama y colchón fabricados por
Somoza. Al despertar, desayuna un café Presto, propiedad de Somoza, con leche
de vacas de Somoza y azúcar cosechada en una de sus fincas y refinada en uno de
sus ingenios. Enciende un fósforo de la empresa Momotombo, de Somoza, y prueba
un cigarrillo de la Tabacalera Nicaragüense, que Somoza posee en sociedad con
la British-American Tobacco Company.
El turista sale a la
calle, cambia dinero en un banco de Somoza y en la esquina compra el diario
somocista «Novedades». Leer «Novedades» es una imposible proeza, de modo que
arroja el diario a la basura que mañana, al amanecer, será recogida por un
camión Mercedes importado por Somoza.
El turista sube a un
autobús de la empresa Cóndor, de Somoza, que lo llevará hasta la boca del
volcán Masaya. Yendo hacia el penacho de fuego va viendo, por la ventanilla,
los barrios de latas y charcas donde malvive la baratísima mano de obra que
Somoza usa.
El turista regresa al
anochecer. Bebe un ron destilado por Somoza, con hielo de su compañía Polar, y
después come carne de una de sus terneras, pasada a cuchillo en uno de sus
mataderos, con arroz de una de sus arroceras y ensalada que adereza con aceite
Corona, que es de Somoza y de la United Brands.
Media hora después de
medianoche, revienta el terremoto. Quizás el turista sea uno de los doce mil
muertos. Si no va a parar a alguna fosa común, descansará en paz dentro de un
ataúd de la empresa funeraria de Somoza, envuelto en un sudario de la textil El
Porvenir, que también pertenece a Somoza.
Fuente: Galeano, E. (1986), Memoria
del fuego 3 EL SIGLO DEL VIENTO, Siglo Veintiuno, Madrid.
No hay comentarios:
Publicar un comentario