7/10/21

Somoza

Por Eduardo Galeano
1972
Managua
El turista llega al país en avión o barco de Somoza y se aloja en uno de los hoteles que Somoza tiene en la capital. El turista está cansado, y se echa a dormir sobre cama y colchón fabricados por Somoza. Al despertar, desayuna un café Presto, propiedad de Somoza, con leche de vacas de Somoza y azúcar cosechada en una de sus fincas y refinada en uno de sus ingenios. Enciende un fósforo de la empresa Momotombo, de Somoza, y prueba un cigarrillo de la Tabacalera Nicaragüense, que Somoza posee en sociedad con la British-American Tobacco Company.
El turista sale a la calle, cambia dinero en un banco de Somoza y en la esquina compra el diario somocista «Novedades». Leer «Novedades» es una imposible proeza, de modo que arroja el diario a la basura que mañana, al amanecer, será recogida por un camión Mercedes importado por Somoza.
El turista sube a un autobús de la empresa Cóndor, de Somoza, que lo llevará hasta la boca del volcán Masaya. Yendo hacia el penacho de fuego va viendo, por la ventanilla, los barrios de latas y charcas donde malvive la baratísima mano de obra que Somoza usa.
El turista regresa al anochecer. Bebe un ron destilado por Somoza, con hielo de su compañía Polar, y después come carne de una de sus terneras, pasada a cuchillo en uno de sus mataderos, con arroz de una de sus arroceras y ensalada que adereza con aceite Corona, que es de Somoza y de la United Brands.
Media hora después de medianoche, revienta el terremoto. Quizás el turista sea uno de los doce mil muertos. Si no va a parar a alguna fosa común, descansará en paz dentro de un ataúd de la empresa funeraria de Somoza, envuelto en un sudario de la textil El Porvenir, que también pertenece a Somoza.
Fuente: Galeano, E. (1986), Memoria del fuego 3 EL SIGLO DEL VIENTO, Siglo Veintiuno, Madrid.

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