7/11/19

Chile y la batalla decisiva

Debo confesar que me emociona el estallido social chileno porque me emociona el fervor de los manifestantes, pero a la vez me intriga ese descontento cuando los datos apuntan a que Chile es el país más avanzado de Sudamérica. Es cierto que en Chile hay mucha desigualdad y pobreza, pero está entre los países menos desiguales de la región, junto a Argentina y Uruguay, y es el segundo con menos pobreza luego de Uruguay. Es cierto que los expertos hablan desde hace mucho de los defectos del modelo chileno, pero la opinión pública no suele coincidir con la opinión de los expertos.
            Una forma elegante de estimar el costo de la desigualdad en una sociedad es estimar cuánto empeoran por esa causa la salud, la educación y el bienestar económico, o lo que es lo mismo, en cuánto reduce el desarrollo la desigualdad. El Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) calcula esa pérdida con su Índice de Desarrollo Humano ajustado por la Desigualdad (IDH-D). En la Tabla 1 podemos ver que la desigualdad le cuesta a Chile el 15,7 por 100 de su desarrollo, y que aun así es el país más desarrollado de Sudamérica, con un IDH-D de 0,710.

Tabla 1
IDH
IDH-D
Valor 2017
Valor 2017
Pérdida total (%)
2017
Chile
0,843
0,710
15,7
Croacia
0,831
0,756
9,0
Argentina
0,825
0,706
14,3
Uruguay
0,804
0,689
14,3
Venezuela
0,761
0,636
16,5
Brasil
0,759
0,578
23,9
Ecuador
0,752
0,603
19,8
Perú
0,750
0,606
19,2
Colombia
0,747
0,571
23,6
Paraguay
0,702
0,522
25,5
Bolivia
0,693
0,514
25,8
Fuente: PNUD, Índice e indicadores de desarrollo humano.

He incluido en la Tabla 1 a Croacia porque, en cierto sentido, es el país que Chile podría llegar a ser. El nivel de riqueza de ambos países es similar, pero Croacia pierde solo el 9 por 100 de su desarrollo por la desigualdad. La menor desigualdad se puede comprobar en la distribución de la población según sus ingresos. En la Tabla 2 podemos ver que en Croacia el 4,4 por 100 de la población tiene ingresos diarios de hasta 10 dólares. En Chile, el 35 por 100 de la población tiene esos ingresos. Eso significa que si la riqueza ya creada de Chile estuviese mejor distribuida, la pobreza casi desaparecería.

Tabla 2
Distribución por ingresos en 2011 (%)
$0-2 al día
$2,01-10 al día
$10,01-20 al día
$20,01-50 al día
+$50 al día
Croacia
0,1
4,3
33,2
53
9,4
Chile
1,6
33,4
33,8
23
8,2
Fuente: Kochhar, Rakesh, A Global Middle Class Is More Promise than Reality.

Es posible que el fervor de los manifestantes chilenos pueda canalizarse de un modo constructivo y obligue a las autoridades a realizar las reformas necesarias para exorcizar al demonio de la desigualdad. No se trata de llevar a cabo cambios radicales. Probablemente bastaría con aplicar medidas de corte socialdemócrata, como mejorar la política fiscal. Si lo hiciera, Chile se convertiría –esta vez sí– en el país modelo de la región. Su ejemplo sería irresistible. La batalla de los chilenos puede ser la batalla decisiva para toda américa latina.


31/10/19

Las aristocracias de todos los tiempos

Por Bertrand Russell
En las elecciones municipales, una de las cuestiones que es preciso decidir es la cantidad de dinero público que ha de dedicarse a asuntos como los de la salud pública, la atención a la maternidad y el bienestar infantil. Las estadísticas demuestran que lo que se gasta en estos objetivos tienen efectos notables, dado que consigue salvar vidas. En todos los barrios de Londres, las personas adineradas se asocian para evitar el incremento del presupuesto que se orienta a la satisfacción de estas metas –e incluso para conseguir, si es posible, su disminución–. Es decir, todas esas personas ricas están dispuestas a condenar a muerte a miles de semejantes a fin de seguir ellos mismos disfrutando de opíparas cenas y de potentes automóviles. Y dado que controlan a la práctica totalidad de la prensa, impiden que sus víctimas alcancen a conocer estos hechos. Es más: con los métodos que tan familiares resultan a los psicoanalistas consiguen evitar percibirlos ellos mismos. Su acción no tiene nada de sorprendente, ya que es la que han seguido las aristocracias de todos los tiempos.
Fuente: Russell, B. (1928), Ensayos escépticos, RBA, Barcelona.


24/10/19

El síndrome de Rhilpoth

Hace nueve semanas que el profesor Lema está viviendo en el campus de Rhilpoth, y en las últimas dos todas las noches han sido malas noches, noches llenas de una ansiedad que no le deja dormir, o noches de sueño fragmentado, sueño interrumpido por pesadillas. En medio del insomnio, se distrae mirando las nubes cambiantes en el pedazo de cielo que la cortina de la ventana no cubre.
Todos los años la universidad de Rhilpoth beca a profesores de todas las latitudes para que hagan realidad un proyecto libresco. Las condiciones son inmejorables: los profesores están libres de cargas administrativas o docentes, tienen a su disposición una biblioteca muy nutrida y cuentan con la ayuda de un asistente personal competente. La zona del campus destinada a los becarios incluye amplios jardines, comedores elegantes y habitaciones cómodas que funcionan también como despachos. El profesor Lema suele comer a solas o con John, un profesor de Newark. La primera vez que almorzaron juntos John le preguntó sobre su país, quiere saber cómo es Ecuador. Tiene una vaga idea de selva y frutas exóticas. El profesor Lema le explicó que Ecuador tiene playa y montaña además de selva, sobre todo montaña, y le cuenta que cuatro de los diecisiete millones de habitantes son muy pobres. John escuchó con ojos muy abiertos.
El profesor Lema había llevado un par de zapatos, ocho camisetas, cuatro pantalones, ropa interior, accesorios, el computador y una docena de libros cuya lectura le alegraría tanto como la música festiva o el fútbol de la televisión. En las primeras semanas se atuvo con éxito al esquema que había trazado de la novela, avanzando a un ritmo de una página diaria. La protagonizaban jóvenes idealistas que, luego de comprender que las sociedades avanzan a ritmos inhumanos, fundan una secta para llevar a cabo pequeñas misiones violentas que aceleren los cambios. Cada pequeño capítulo retrataría facetas distintas de la secta. Avanzó en una docena de ellos, pero en las últimas semanas se estancó y ya no pudo retomar la novela. A los problemas de sueño se sumaron el dolor en pies y espalda, el hormigueo del brazo derecho y el vértigo al sentarse y acostarse.
Tocaron la puerta de la habitación. Era Kim, su asistente asignada. Al inicio de su estadía el profesor Lema le había dicho que no la necesitaba porque estaba acostumbrado a escribir sin ayuda, pero ahora la llamó con la excusa de que necesitaba verificar una cita que sabía de memoria. Kim era una rubia alta y esbelta de Dakota del Sur, con una sonrisa de dientes grandes y bien alineados. Irrumpió en la habitación con el libro en cuestión, que él examinó sentado en el escritorio mientras ella aguardaba a su lado, de pie. De golpe se puso también de pie y agarró a Kim del antebrazo, la atrajo con toda la fuerza y le agarró la boca con su boca. La besó con furia hasta que ella logró zafarse y huir.
Un inspector entró sin avisar en la habitación diciéndole que debía presentarse enseguida en la oficina de arreglo de disputas de la universidad. Kim lo había denunciado. John acompañó al profesor Lema a rendir su versión. El profesor Lema aseguró que la versión de Kim era cierta y preguntó cuál era la sanción. La expulsión de Rhilpoth, le contestaron.

17/10/19

La expulsión

Por Eduardo Galeano
En el mes de marzo del año 2000, sesenta haitianos se lanzaron a las aguas del mar Caribe, en un barquito de morondanga.
Los sesenta murieron ahogados.
Como era una noticia de rutina, nadie se enteró.
Los tragados por las aguas habían sido, todos, cultivadores de arroz.
Desesperados, huían.
En Haití, los campesinos arroceros se han convertido en balseros o en mendigos, desde que el Fondo Monetario Internacional prohibió la protección que el estado brindaba a la producción nacional.
Ahora Haití compra el arroz en los Estados Unidos, donde el Fondo Monetario Internacional, que es bastante distraído, se ha olvidado de prohibir la protección que el estado brinda a la producción nacional.
Fuente: Galeano, E. (2004), Bocas del tiempo, Siglo XXI, México, D.F.

10/10/19

Ellos

Por Jesús Mosterín
Los primeros pensadores griegos –Tales, Anaximandro, Anaxímenes, Hecateo– eran todos ellos burgueses acomodados de Mileto, hombres prácticos, metidos en política y en negocios, viajeros y navegantes, comerciantes y turistas. Ellos introdujeron en la Hélade la geometría egipcia, la aritmética babilónica e instrumentos tales como el gnomon (vara vertical sobre una plataforma horizontal, usada para marcar las posiciones del Sol). Ellos iniciaron la geografía y la historia, la filosofía y la cosmología. Ellos dibujaron los primeros mapas del mundo. Ellos y los de su clase tenían una enorme confianza en sí mismos, nutrida por sus éxitos en la vida, evidentemente debidos a su propio esfuerzo y espabilamiento, y no a ninguna presunta intervención divina. No polemizaron con la religión ni con los mitos (excepto Xenofanes), pero dejaron de tomárselos en serio e iniciaron la especulación intelectual libre.
Fuente: Mosterín, J. (2006), La Hélade, Alianza Editorial, Madrid.

3/10/19

Villaviciosa

Por Roberto Bolaño
Cuando ya me disponía a irme, él abrió los ojos y se puso a hablar de Villaviciosa.
A su manera, fue pródigo en detalles. Dijo que el pueblo no tenía más de sesenta casas, dos cantinas, una tienda de comestibles. Dijo que las casas eran de adobe y que algunos patios estaban encementados. Dijo que de los patios escapaba un mal olor que a veces resultaba insoportable. Dijo que resultaba insoportable para el alma, incluso para la carencia de alma, incluso para la carencia de sentidos. Dijo que por eso algunos patios estaban encementados. Dijo que el pueblo tenía entre dos mil y tres mil años y que sus naturales trabajaban de asesinos y de vigilantes. Dijo que un asesino no perseguía a un asesino, que cómo iba a perseguirlo, que eso era como si una serpiente se mordiera la cola. Dijo que existían serpientes que se mordían la cola. Dijo que incluso había serpientes que se tragaban enteras y que si uno veía a una serpiente en el acto de autotragarse más valía salir corriendo pues al final siempre ocurría algo malo, como una explosión de la realidad. Dijo que cerca del pueblo pasaba un río llamado Río Negro por el color de sus aguas y que éstas al bordear el cementerio formaban un delta que la tierra seca acababa por chuparse. Dijo que la gente a veces se quedaba largo rato contemplando el horizonte, el sol que desaparecía detrás del cerro El Lagarto, y que el horizonte era de color carne, como la espalda de un moribundo. ¿Y qué esperan que aparezca por allí?, le pregunté. Mi propia voz me espantó. No lo sé, dijo. Luego dijo: una verga. Y luego: el viento y el polvo, tal vez. Después pareció tranquilizarse y al cabo de un rato creí que estaba dormido. Volveré mañana, murmuré, tómate las medicinas y no te levantes.
Fuente: Bolaño, R. (1997), Llamadas telefónicas, Anagrama, Barcelona.

26/9/19

Heráclito de Éfesos

Por Jesús  Mosterín
 Imagen tomada de https://bit.ly/2HPnVk8
El último de los grandes pensadores jonios del siglo -VI fue Heráclito de Éfesos (en griego, Heráklitos Efésios). Nació en la ciudad de Éfesos, importante puerto de la costa oriental del Egeo, en el seno de una familia aristocrática que decía descender del fundador de la ciudad, por lo que conservaba el privilegio hereditario de nombrar entre sus miembros al rey de la ciudad, cargo por lo demás meramente honorífico. Heráclito renunció a ese privilegio, cediéndoselo a su hermano.
No sabemos casi nada de la vida de Heráclito, pero debió sufrir graves desengaños y reveses, pues en los fragmentos que se conservan de su escrito se nos aparece como un hombre amargado y lleno de desprecio tanto por la masa de sus contemporáneos como por los sabios que lo precedieron. La mayoría de los humanes son malos e imbéciles. En particular, sus paisanos de Éfesos debieron ahorcarse todos, al menos los adultos, dejando la ciudad a los niños. Expulsaron a Hermódoros, porque era el mejor de entre ellos, pues querían ser todos iguales. Pero un hombre excelente vale por diez mil vulgares. ¡Qué triste espectáculo el de los hombres, atontados y sonámbulos, ciegos para lo que tienen delante, incapaces de hablar, de escuchar y de entender lo que oyen! Y no pensemos que los helenos famosos por su sabiduría eran mejores. Homero era un falsario y mentiroso que merecía ser azotado. Hesíodo ni siquiera sabía lo que eran el día y la noche. Los más recientes, como Pitágoras, Xenofanes y Hecateo, tampoco habían logrado entender nada, pues el aprender muchas cosas sueltas no proporciona entendimiento alguno. En realidad, la presunta sabiduría de Pitágoras se reduce a vana erudición e impostura.
Fuente: Mosterín, J. (2006), La Hélade, Alianza Editorial, Madrid.

12/9/19

Se busca

Por Eduardo Galeano

Setiembre

11

Día contra el terrorismo

Se busca a los secuestradores de países.

Se busca a los estranguladores de salarios y a los exterminadores de empleos.

Se busca a los violadores de la tierra, a los envenenadores del agua y a los ladrones del aire.

Se busca a los traficantes del miedo.

Fuente: Galeano, E. (2012), Los hijos de los días, Siglo Veintiuno, Buenos Aires.

5/9/19

Edmund Dene Morel

Por Bertrand Russell
Imagen tomada de https://bit.ly/2CmF8wW
La guerra de 1914-1918 cambió todo para mí. Dejé mi lado académico y empecé a escribir un nuevo tipo de libros. Cambié totalmente mi concepción de la naturaleza humana. Por primera vez me convencí profundamente de que el puritanismo no hace la felicidad humana. A través del espectáculo de la muerte adquirí un nuevo amor por lo vivo. Me convencí profundamente de que la mayoría de los seres humanos están poseídos por una honda infelicidad que se desahoga en odios destructivos, y que sólo mediante la difusión de la alegría instintiva se puede llegar a construir un mundo bueno. Comprendí que en el mundo actual, reformistas y reaccionarios por igual han sido distorsionados por la crueldad. Me volví suspicaz respecto a todos los propósitos que requieren una disciplina estricta. Al oponerme al objetivo general de la comunidad y descubrir que se aprovechaban las virtudes comunes para masacrar alemanes, me fue muy difícil no caer en la antinomia absoluta. Me salvé de esto gracias a la profunda compasión que me producían los sufrimientos de este mundo. Perdí viejos amigos e hice otros nuevos, y llegué a conocer unas pocas personas a quienes admirar profundamente. En primer lugar debo colocar a E.D. Morel. Lo conocí en los primeros días de guerra y lo vi con frecuencia hasta que ambos fuimos a la cárcel. Tenía una devoción exclusiva por la presentación verdadera de los hechos. Como en sus comienzos había denunciado las iniquidades de los belgas en el Congo, tenía dificultades en aceptar el mito de la «pequeña y galante Bélgica». Como había estudiado minuciosamente la diplomacia de los franceses y de sir Edward Grey en relación con Marruecos, no podía considerar a los alemanes los únicos pecadores. Con una energía infatigable y una inmensa habilidad frente a los numerosos obstáculos de la propaganda y la censura, hizo todo lo que pudo para informar a la nación británica sobre los verdaderos propósitos del gobierno al llevar a los jóvenes a la catástrofe. Fue atacado por políticos y prensa más que ningún otro opositor a la guerra, y entre los que habían oído su nombre, el noventa y nueve por ciento creía que él estaba a sueldo del káiser. Finalmente fue enviado a prisión por el delito, puramente técnico, de haber empleado a la señorita Sidgwick, en lugar del correo normal, para enviar una carta y algunos documentos a Romain Rolland. A diferencia de mí, él no estaba en primera categoría, por lo que su salud sufrió graves daños de los que nunca se recuperó. Pese a todo esto, su coraje nunca flaqueó. Muchas veces se quedaba de noche hasta muy tarde para consolar a Ramsay MacDonald, quien con frecuencia se acobardaba, pero cuando a éste le tocó el turno de formar gobierno, ni se le ocurrió llamar a alguien tan manchado de progermanismo como Morel. Esta ingratitud lo tocó a Morel en lo más profundo, y poco tiempo después murió de una afección al corazón contraída a causa de las duras condiciones de la vida en prisión.
Fuente: Russell, B. (2010), Autobiografía, Edhasa, Barcelona.

29/8/19

Autorretrato

No sé nadar ni sé bailar ni sé cantar ni sé decir malas palabras ni sé tomar el alcohol que no sea el de los brindis. Pronuncio la ere como si fuese doble ere cuando está en medio de palabras como hojarasca o rural, y no puedo leer en voz alta con claridad porque no sé respirar correctamente. Casi no puedo soportar la presencia de personas que no sean mis familiares más cercanos. Esta timidez debe ser en parte heredada porque mis hermanos también la padecen, pero la mía se retroalimenta con mi fealdad. Soy flaco y no engordo aunque me coma un elefante y haga mucho ejercicio. Mi piel está reseca o grasosa, nunca tersa. Suelo andar encorvado y ningún peinado me va bien. Por suerte mi mente no es tan débil como mi cuerpo. Intento ser razonable y puedo vivir sin el auxilio de la fe religiosa. Soy compasivo y suelo justificar el mal que causan los débiles. Creo en la democracia radical. Me interesa mucho saber qué es lo que la gente realmente cree/siente/piensa y acepto el dictamen de la mayoría aunque me parezca equivocado, salvo cuando desborda el sentido común. Una mayoría no puede optar por torturar o asesinar, pero sí puede optar por la independencia de una región o por no reducir la jornada laboral. Me ha costado aprender a soportar el cuerpo y la mente que me tocaron, pero pasados los treinta años estoy al fin dejando atrás la adolescencia y empiezo a aceptar mi destino.

22/8/19

¿Qué haces?

Por Philip Roth
Imagen tomada de https://bit.ly/2G5oF2y
No importa cuánto sepas, no importa cuánto pienses, no importa cuánto maquines, finjas y planees, no estás por encima del sexo. Es un juego muy arriesgado. Uno no tendría dos tercios de los problemas que tiene si no corriera el albur de la jodienda. El sexo es lo que desordena nuestras vidas normalmente ordenadas. Lo sé tan bien como cualquiera. Hasta el último resto de vanidad volverá para burlarse de ti. Lee el Don Juan de Byron. No obstante, ¿qué haces si tienes sesenta y dos años y crees que nunca podrás aspirar de nuevo a algo tan perfecto? ¿Qué haces si tienes sesenta y dos años y el impulso de apropiarte de lo que aún puede ser tuyo es irresistible? ¿Qué haces si tienes sesenta y dos años y te das cuenta de que todos esos órganos invisibles hasta ahora (riñones, pulmones, venas, arterias, cerebro, intestinos, próstata, corazón) están a punto de empezar a hacerse penosamente evidentes, mientras que el órgano más sobresaliente durante toda tu vida está condenado a reducirse hasta la insignificancia?
Fuente: Roth, P. (2001), El animal moribundo, Random House Mondadori, Barcelona.

15/8/19

Maimónides

Por Jesús Mosterín
Imagen tomada de https://bit.ly/2NTzLxx
Maimónides estructuró y pulió la doctrina judaica, tratando de hacerla coherente y compatible con la razón humana. Fue él quien eliminó el antropomorfismo y animismo de la concepción tradicional de Dios, sustituyéndola por la noción filosófica de una entidad incorpórea e inmutable. Reemplazó al Dios de los patriarcas por el Dios de los filósofos, aunque atribuyendo al segundo lo que se había escrito del primero, a base de una reinterpretación drástica de los textos. Fue Maimónides quien depuró la moral bíblica, dotándola de una base ética de la que carecía. Y fue él quien armonizó, aunque fuera de modo inestable, razón y fe, a base de mantener la letra de todas las afirmaciones de la Torá e incluso del Talmud, al tiempo que cambiaba su significado, mediante una reinterpretación filosófica radical. Y todo esto lo hizo con una rara mezcla de prudencia y audacia, ganándose a la vez el respeto de los «racionalistas» y de los ortodoxos.
Fuente: Mosterín, J. (2006), Los judíos, Alianza Editorial, Madrid.

8/8/19

Cuba, Costa Rica y el camino seguro

La mayoría de gobiernos pasan por la historia sin abollarla significativamente, pero los pocos que llevan a cabo reformas importantes y enrumban a los países por sendas distintas, suelen tener una influencia histórica abrumadora, para bien o para mal. Los gobiernos de José Figueres en Costa Rica y de Fidel Castro en Cuba pertenecen a la categoría de gobiernos históricos. Ambos gobiernos tenían un plan para que su nación salga del subdesarrollo. Ambos dependían de la reacción de Estados Unidos, que suele oponerse al desarrollo independiente de otras naciones. Y sin embargo ambos representan, hasta cierto punto, un desafío exitoso a la ambición imperial. Cuba sobrevivió al terrorismo patrocinado por Estados Unidos, a su bloqueo económico y a la caída de la Unión Soviética, cuyo apoyo había disuadido a Estados Unidos de una invasión militar directa a la isla. En medio de esas adversidades, fue capaz de alcanzar logros en educación y salud, pero la economía no mejoró en igual medida y la pobreza sigue azotando a muchos cubanos, que padecen además una asfixiante falta de libertad.
A Costa Rica le fue mejor. En 1948 José Figueres dio un golpe de estado que elevó al poder a la clase media rural. Su gobierno adoptó medidas socialdemócratas de bienestar, eliminó las fuerzas armadas y reprimió severamente al movimiento obrero. En este caso particular, Estados Unidos, acostumbrado a dar la espalda a los reformistas, tuvo que apoyar a Figueres para no apoyar a los comunistas. Aunque posteriormente Costa Rica sucumbió a la ortodoxia neoliberal dominante, todavía saborea los progresos comenzados en los años de Figures, todavía es el país centroamericano con menos pobreza.
En estos primeros años del siglo veintiuno varios países latinoamericanos, sobre todo sudamericanos, han tenido gobiernos con afán reformista, logrando desmarcarse hasta cierto punto de la ortodoxia neoliberal. Llegaron al poder por los votos y no luego de un periodo de violencia armada como en los casos de Cuba y Costa Rica, pero sucumbieron a la corrupción y a la mala idea de apostar por la exportación de materia prima como fuente primordial de riqueza. Las mismas personas que los votaron ahora apoyan a los partidos rivales, abiertamente neoliberales: los que reducen aun más la capacidad del Estado para aumentar el bienestar ciudadano.
La pobreza de gran parte de latinoamericanos y el malestar de su clase media claman por más reformas de corte socialdemócrata, las que funcionaron en Costa Rica y en las zonas más desarrolladas del mundo. Ese es el camino seguro. Solo falta que los ciudadanos asimilen esa lección histórica y elijan mejor a la hora de votar.

1/8/19

El brillo de su estrella

Por Bertrand Russell
Imagen tomada de https://bit.ly/2Ihbpds
Un acontecimiento de importancia para mí en 1913 fue el comienzo de mi amistad con Joseph Conrad, que debí a nuestra común amistad con Ottoline. Durante muchos años había sido un admirador de mis libros, pero no me habría aventurado a buscar un conocimiento personal con él sin que mediase una presentación. Fui a su casa, cerca de Ashford, en Kent, en un estado de cierta expectación ansiosa. Mi primera impresión fue de sorpresa. Hablaba el inglés con un fuerte acento extranjero, y nada en su porte sugería en modo alguno el mar. Era un aristocrático caballero polaco de pies a cabeza. Sus sentimientos hacia el mar y hacia Inglaterra eran los de un amor romántico, amor desde cierta distancia, suficiente para no empañar el romanticismo. Su amor por el mar se despertó en edad muy temprana. Cuando dijo a sus padres que deseaba seguir la carrera de marino, ellos le premiaron para que ingresase en la Marina austríaca, pero él ansiaba aventuras y mares tropicales y extraños ríos rodeados de oscuras selvas, y la Marina austríaca no le ofrecía campo para satisfacer sus deseos. Su familia se horrorizó al saber que pretendía hacer carrera en la Marina mercante inglesa, pero su determinación era inflexible.
Como puede ver cualquiera a través de sus libros, era un rígido moralista, y en modo alguno simpatizaba políticamente con los revolucionarios. En la mayoría de las cuestiones, nuestras opiniones no concordaban en absoluto, pero en algo muy fundamental estábamos plenamente de acuerdo.
Mis relaciones con Joseph Conrad no se parecieron en nada a ninguna de las relaciones que he tenido jamás. Le vi raras veces, y no durante un largo período de años. En las fortificaciones exteriores de nuestras respectivas existencias éramos casi extraños, pero compartíamos cierta concepción de la vida y del destino humanos que, desde el primer instante, anudó entre nosotros un lazo extremadamente fuerte. Quizá se me perdone el que cite una frase suya extraída de una carta que me escribió a raíz de habernos conocido. Consideraría que la modestia prohíbe su reproducción si no fuese por el hecho de que expresa con tanta exactitud lo que yo mismo sentía por él. Lo que él expresó y yo sentía igualmente fue, utilizando sus propias palabras, «un profundo afecto lleno de admiración, que, si nunca más volviese usted a verme y se olvidase de mi existencia mañana mismo, seguiría siendo inalterablemente suyo usque ad finem».
De todo cuanto había escrito, lo que yo más admiraba era la terrible historia titulada The Heart of Darkness, en la que un idealista un tanto débil es empujado hasta la locura por el horror de la selva tropical y la soledad entre salvajes. Creo que esa narración es la que expresa de manera más completa su filosofía de la vida. Pienso, aunque no sé si él hubiera admitido semejante imagen, que consideraba la vida humana civilizada y moralmente tolerable como un peligroso paseo sobre una tenue corteza de lava apenas enfriada, que en cualquier instante podía romperse y hacer que el incauto se hundiese en un abismo de fuego. Tenía perfecta conciencia de las diversas formas de apasionada demencia a que se sienten inclinados los hombres, y era esto lo que le daba una creencia tan profunda en la importancia de la disciplina. Quizá pudiera decirse que su punto de vista era la antítesis del de Rousseau: «El hombre nace aherrojado, pero puede llegar a liberarse». Y se libera, así creo que lo hubiera dicho Conrad, no dando libre curso a sus impulsos, no mostrándose casual e incontrolado, sino sometiendo el impulso descarriado a un propósito dominante.
No estaba muy interesado en los sistemas políticos, aunque abrigaba algunos sentimientos políticos muy arraigados. El más arraigado de ellos era su amor a Inglaterra y su odio a Rusia, ambos de los cuales están expresados en The Secret Agent; mientras que su odio a Rusia, tanto la zarista como la revolucionaria, se manifiesta con gran fuerza en Under Western Eyes. Su antipatía contra Rusia era la tradicional en Polonia. Iba tan lejos, que no concedía mérito ni a Tolstoi ni a Dostoievsky. Una vez me dijo que Turgueniev era el único novelista ruso a quien admiraba.
Salvo por su amor a Inglaterra y su odio a Rusia, la política no le interesaba mucho. Lo que le interesaba era el alma humana individual enfrentada con la indiferencia de la naturaleza y, a menudo, con la hostilidad del hombre y sujeta a luchas internas, con pasiones buenas y malas que conducían a la destrucción. Las tragedias de la soledad ocupaban gran parte de su pensamiento y sus sentimientos. Una de sus narraciones más típicas es Typhoon. En este relato, el capitán, que es un alma sencilla, salva su barco merced a un valor indecible y una férrea resolución. Una vez pasada la tempestad, escribe una larga carta a su esposa, contándole lo sucedido. En su relato, su propia participación es perfectamente simple. Se ha limitado a cumplir su deber de capitán, como, naturalmente, era de esperar. Pero el lector, a través de su narración, adquiere conciencia de todo cuanto ha hecho y osado y soportado. La carta, antes que el capitán la envíe, es leída subrepticiamente por su camarero, pero nunca la lee nadie más, ya que su mujer la encuentra aburrida y la arroja sin leerla.
Las dos cosas que parecen ocupar fundamentalmente la imaginación de Conrad son la soledad y el temor a todo lo extraño. An Outcast of the Islands, como The Heart of Darkness, se ocupa del temor por lo que es extraño. Ambos sentimientos se unen en la extraordinariamente conmovedora historia titulada Amy Foster. En esta narración, un campesino eslavo meridional, camino de América, resulta el único superviviente del naufragio del barco en que iba, yendo a parar a una aldea de Kent. Todo el pueblo le teme y le maltrata, excepto Amy Foster, una muchacha fea y obtusa, que le lleva pan cuando está hambriento y termina  por casarse con él, pero también ella, cuando su marido, presa de la fiebre, vuelve a su lenguaje nativo, se siente sobrecogida de temor, arrebata a su hijo y abandona a su marido. Éste muere solo y desesperado. Me he preguntado a veces cuánto de la soledad de este hombre sentiría Conrad entre los ingleses y reprimiría mediante un severo esfuerzo de voluntad.
El punto de vista de Conrad estaba lejos de ser moderno. En el mundo moderno, hay dos filosofías: la que nace de Rousseau y aparta la disciplina por innecesaria, y la que halla su expresión más plena en el totalitarismo, que piensa en la disciplina como esencialmente impuesta desde fuera. Conrad se adhería a la tradición más antigua, según la cual la disciplina debe proceder de dentro. Despreciaba la indisciplina y detestaba la disciplina meramente externa. Vi que coincidía plenamente con él en todo esto. En nuestra primera entrevista charlamos con una intimidad continuamente creciente. Parecía como si ambos atravesásemos una capa tras otra de lo que era superficial, hasta que los dos llegamos gradualmente al fuego central. Fue una experiencia como ninguna de las que jamás he conocido. Nos mirábamos a los ojos, medio espantados y medio embriagados al hallarnos juntos en semejante región. La emoción era tan intensa como la de un amor apasionado, y, al mismo tiempo, lo abarcaba todo. Salí de allí aturdido y apenas pude orientarme en los asuntos ordinarios.
No vi a Conrad durante la guerra ni después de ella, hasta mi regreso de China en 1921. Cuando nació mi primer hijo en ese año, quise que Conrad fuese su padrino en la medida en que podía serlo sin una ceremonia formal. Escribí a Conrad, diciendo: «Con su permiso, desearía llamar a mi hijo John y mi bisabuelo se llamó John, y Conrad es un nombre en el que veo méritos». Aceptó la situación y ofreció a mi hijo la copa que es usual en tales ocasiones.
No le vi mucho, pues la mayor parte del año yo vivía en Cornwall, y él no gozaba de óptima salud. Pero recibí varias cartas deliciosas suyas, en especial una acerca de mi libro sobre China. Decía: «Siempre me han agradado los chinos, incluso aquellos que trataron de matarme (y a otras personas también) en el patio de una casa particular en Chantabun, incluso (aunque no tanto) el sujeto que me robó todo el dinero una noche en Bangkok, pero que cepilló y dobló cuidadosamente mis ropas para que me vistiese por la mañana, antes de desvanecerse en las profundidades de Siam. También recibí numerosas atenciones por parte de diversos chinos. Esto, con el aditamento de una conversación vespertina con el secretario de Su Excelencia Tseng en la veranda de un hotel y el estudio superficial de un poema titulado "The Heathen Chinee", es todo cuanto sé de los chinos. Pero después de leer su interesantísimo punto de vista sobre el problema chino, la visión que se me ofrece del futuro de aquel país es muy sombría». Decía luego que mis concepciones sobre el futuro de China «meten un escalofrío en el alma», tanto más, decía, cuanto que yo cifraba mis esperanzas en el socialismo internacional. «Precisamente –comentaba– aquello a lo que no puedo adscribir ninguna clase de significado concreto. Jamás he hallado en un libro de un hombre ni en la conversación de un hombre nada suficientemente convincente para alzarse por un instante contra mi arraigado sentido de la fatalidad que gobierna a este mundo habitado por el hombre.» Seguía diciendo que, aunque el hombre ha conseguido volar, «no lo hace como un águila, sino como un escarabajo; y seguramente ha observado usted cuán feo, ridículo y fatuo es el vuelo de un escarabajo». Tuve la impresión de que, en aquellas pesimistas observaciones suyas, mostraba una sabiduría más profunda que la que manifestara yo en mis esperanzas un tanto artificiales de un feliz desenlace en China. Debo decir que, hasta ahora, los acontecimientos le han dado la razón.
Esta carta fue mi último contacto con él. Nunca más hablé con él. En cierta ocasión, le vi al otro lado de la calle, enfrascado en una seria conversación con un hombre a quien yo conocía, en pie junto a la puerta de la que fuera casa de mi abuela y que, después de su muerte, se había convertido en el Arts Club. No me seducía la idea de interrumpir lo que parecía una grave conversación, y me marché. Cuando, poco después, murió, lamenté no haber sido más audaz. La casa ha desaparecido, demolida por Hitler. Supongo que Conrad está en vías de ser olvidado, pero su intensa y apasionada nobleza brilla en mi memoria como una estrella vista desde el fondo de un pozo. ¡Ojalá pudiera hacer que su luz brillase para otros como brilló para mí!
Fuente: Russell, B. (2010), Autobiografía, Edhasa, Barcelona.

25/7/19

El primero

Por Carl Sagan
Imagen tomada de https://bit.ly/2Phttot
El microscopio y el telescopio, desarrollados ambos en Holanda, a principios del siglo diecisiete, representan una ampliación de las perspectivas humanas hacia los reinos de lo muy pequeño y de lo muy grande. Nuestras observaciones de los átomos y de las galaxias comenzaron en esa época y en ese lugar. Christiaan Huygens disfrutaba desbastando y puliendo las lentes de telescopios astronómicos, y construyó uno de cinco metros de longitud. Sus descubrimientos con el telescopio bastarían para asegurarle un lugar en la historia de los logros humanos. Fue la primera persona que, siguiendo las huellas de Eratóstenes, midió el tamaño de otro planeta. Fue también el primero en conjeturar que Venus está cubierto totalmente de nubes; el primero en dibujar un accidente de la superficie de Marte (una gran ladera oscura azotada por el viento llamada Syrtis Major); y fue el primero que, al observar la aparición y desaparición de tales rasgos mientras el planeta giraba, determinó que el día marciano tenía, como el nuestro, una duración de unas veinticuatro horas. Fue el primero en reconocer que Saturno está rodeado por un sistema de anillos que no tocan en ningún punto al planeta. Y fue el descubridor de Titán, la mayor luna de Saturno y, como sabemos ahora, la luna mayor del sistema solar; un mundo de extraordinario interés y porvenir. Realizó la mayoría de estos descubrimientos antes de los treinta años. También pensaba que la astrología era una tontería.
Fuente: Sagan, C. (1980), Cosmos, Planeta, Barcelona.

18/7/19

La libertad y las corridas de toros

Por Jesús Mosterín
La libertad que han propugnado los pensadores liberales es la de las transacciones voluntarias entre seres humanos adultos (consenting adults): dos adultos pueden interaccionar entre ellos como quieran, mientras la interacción sea voluntaria por ambas partes y no agreda a terceros. Ni la Iglesia ni el Estado ni la familia ni ninguna otra instancia pueden interferirse en dichas transacciones voluntarias. Esto se aplica tanto a la libertad política como a la comercial, la religiosa, la lingüística, la sexual y a cualquier otra. Ningún liberal ha defendido que la libertad sea una patente de corso para maltratar y torturar a criaturas indefensas. La libertad sexual no incluye la violación ni la pederastia; la libertad política tampoco incluye el sacar los ojos a pájaros o a prisioneros, ni el torturar sin necesidad a pacíficos rumiantes.
De hecho, los países que más han contribuido a desarrollar la idea de libertad, como Inglaterra, han sido los primeros que han abolido los encierros y las corridas de toros. En ningún país con tradición liberal se hecho de la crueldad y la tortura pública un espectáculo festivo. Ya los antiguos atenienses, fundadores de la democracia, se mantuvieron al margen de los espectáculos sangrientos de la plebe romana. Curiosamente, y es un síntoma de nuestro atraso, la misma discusión que estamos teniendo ahora en España, Colombia, México y Perú, ya se tuvo en Gran Bretaña hace doscientos años. Y ya entonces, los padres del liberalismo tomaron partido inequívoco contra la crueldad. La libertad no solo es compatible, sino que exige y siempre va acompañada de la prohibición de violencias y crueldades de todo tipo.
Imagen tomada de https://bit.ly/2XAiIB0
Soy partidario de la máxima libertad en todas las interacciones voluntarias entre ciudadanos. Soy contrario a todo prohibicionismo, excepto en los casos extremos. Pero es que las corridas de toros son un caso extremo. Los amigos de la libertad tenemos que acabar con la cultura de la sangre, la violencia y la crueldad, y postular una cultura de la inteligencia, la serenidad y la compasión, más favorable al florecimiento de la libertad. Ya se ha logrado la abolición de la tauromaquia en Canarias y en Cataluña, en la mayoría de los países latinoamericanos y en casi todos los países del mundo. El debate se traslada ahora al resto de España y al par de países donde todavía perduran similares bolsas de crueldad. No sabemos cuándo acabará esta discusión, pero sí cómo acabará. A la larga, la crueldad es indefendible. Todos los buenos argumentos y todos los buenos sentimientos apuntan al triunfo de la compasión.
Fuente: Mosterín, J. (2014), El triunfo de la compasión, Alianza Editorial, Madrid.

11/7/19

El ser humano no está hecho para comprar melones

Por Philip Roth
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–No sabe ni comprar un melón –me dijo por teléfono una mañana, muy disgustado; y como se daba la circunstancia de que ya estaba harto de oírle hablar de las cosas que Lil era incapaz de hacer, le contesté:
–Mira, los melones son dificilísimos de comprar. Quizá lo más difícil de comprar que hay, si te paras a pensarlo. No pasa como con las manzanas, no hay modo de saber lo que tienen por dentro. A mí me cuesta menos trabajo comprar un coche que un melón. Una casa, que un melón. Si una de cada diez veces salgo de la tienda con un buen melón en las manos, me doy con un canto en los dientes. Lo huelo de cerca y de menos cerca, lo aprieto por las dos puntas con el dedo gordo, agarro otro, lo huelo, lo aprieto por las puntas... Así hasta ocho o diez melones, antes de decidirme por uno de ellos, y luego me lo llevo a casa y lo abro para la cena y resulta que no sabe a nada y que está duro como una piedra. Qué quieres que te diga: todos nos equivocamos con los melones. El ser humano no está hecho para comprar melones... Hazme un favor, Herm, deja de darle la lata a la pobre mujer, porque no es ella la única que compra melones asquerosos: es un fallo humano. La estás acosando por algo que ni siquiera una de cada cien personas hace bien, y eso por casualidad, la mitad de las veces, para colmo.
–Bueno –dijo, desconcertado ante la seriedad de mi tono–, el melón es lo de menos...
Fuente: Roth, P. (1991), Patrimonio, Random House, Barcelona.

4/7/19

La historia del checoslovaco

Por Albert Camus
Imagen tomada de https://bit.ly/2wE7IXd
Puedo decir que, en los últimos meses, dormía de dieciséis a dieciocho horas diarias. Me quedaban así seis horas que matar con las comidas, las necesidades naturales, mis recuerdos y la historia del checoslovaco.
Entre mi colchoneta y la tabla de la cama, había encontrado, en efecto, un viejo pedazo de periódico casi pegado a la tela, amarillento y transparente. Relataba un suceso cuyo comienzo faltaba, pero que debía de haber acontecido en Checoslovaquia. Un hombre había salido de una aldea checa para hacer fortuna. Al cabo de veinticinco años, había regresado, rico, con una mujer y un niño. Su madre regentaba un hotel con su hermana en la aldea natal. Para darles una sorpresa, dejó a su mujer y a su hijo en otro alojamiento y fue al hotel de su madre, que no lo reconoció cuando entró. Por broma, tomó una habitación. Había dejado ver su dinero. Durante la noche, su madre y su hermana lo asesinaron a martillazos para robarle y arrojaron su cuerpo al río. Por la mañana vino la mujer y reveló sin darse cuenta la identidad del viajero. La madre se ahorcó. La hermana se arrojó a un pozo. Debí de leer esta historia miles de veces. Por una parte, era inverosímil. Por otra, era natural. Me parecía, de todos modos, que el viajero lo había merecido un poco y que nunca se debe jugar.
Fuente: Camus, A. (1942), El extranjero, Alianza Editorial, Madrid.