No sé nadar ni sé bailar ni sé cantar ni sé decir
malas palabras ni sé tomar el alcohol que no sea el de los brindis. Pronuncio
la ere como si fuese doble ere cuando está en medio de palabras como hojarasca
o rural, y no puedo leer en voz alta con claridad porque no sé respirar
correctamente. Casi no puedo soportar la presencia de personas que no sean mis
familiares más cercanos. Esta timidez debe ser en parte heredada porque mis
hermanos también la padecen, pero la mía se retroalimenta con mi fealdad. Soy flaco
y no engordo aunque me coma un elefante y haga mucho ejercicio. Mi piel está
reseca o grasosa, nunca tersa. Suelo andar encorvado y ningún peinado me va
bien. Por suerte mi mente no es tan débil como mi cuerpo. Intento ser razonable
y puedo vivir sin el auxilio de la fe religiosa. Soy compasivo y suelo
justificar el mal que causan los débiles. Creo en la democracia radical. Me
interesa mucho saber qué es lo que la gente realmente cree/siente/piensa y
acepto el dictamen de la mayoría aunque me parezca equivocado, salvo cuando
desborda el sentido común. Una mayoría no puede optar por torturar o asesinar,
pero sí puede optar por la independencia de una región o por no reducir la
jornada laboral. Me ha costado aprender a soportar el cuerpo y la mente que me
tocaron, pero pasados los treinta años estoy al fin dejando atrás la
adolescencia y empiezo a aceptar mi destino.
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29/8/19
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