18/7/19

La libertad y las corridas de toros

Por Jesús Mosterín
La libertad que han propugnado los pensadores liberales es la de las transacciones voluntarias entre seres humanos adultos (consenting adults): dos adultos pueden interaccionar entre ellos como quieran, mientras la interacción sea voluntaria por ambas partes y no agreda a terceros. Ni la Iglesia ni el Estado ni la familia ni ninguna otra instancia pueden interferirse en dichas transacciones voluntarias. Esto se aplica tanto a la libertad política como a la comercial, la religiosa, la lingüística, la sexual y a cualquier otra. Ningún liberal ha defendido que la libertad sea una patente de corso para maltratar y torturar a criaturas indefensas. La libertad sexual no incluye la violación ni la pederastia; la libertad política tampoco incluye el sacar los ojos a pájaros o a prisioneros, ni el torturar sin necesidad a pacíficos rumiantes.
De hecho, los países que más han contribuido a desarrollar la idea de libertad, como Inglaterra, han sido los primeros que han abolido los encierros y las corridas de toros. En ningún país con tradición liberal se hecho de la crueldad y la tortura pública un espectáculo festivo. Ya los antiguos atenienses, fundadores de la democracia, se mantuvieron al margen de los espectáculos sangrientos de la plebe romana. Curiosamente, y es un síntoma de nuestro atraso, la misma discusión que estamos teniendo ahora en España, Colombia, México y Perú, ya se tuvo en Gran Bretaña hace doscientos años. Y ya entonces, los padres del liberalismo tomaron partido inequívoco contra la crueldad. La libertad no solo es compatible, sino que exige y siempre va acompañada de la prohibición de violencias y crueldades de todo tipo.
Imagen tomada de https://bit.ly/2XAiIB0
Soy partidario de la máxima libertad en todas las interacciones voluntarias entre ciudadanos. Soy contrario a todo prohibicionismo, excepto en los casos extremos. Pero es que las corridas de toros son un caso extremo. Los amigos de la libertad tenemos que acabar con la cultura de la sangre, la violencia y la crueldad, y postular una cultura de la inteligencia, la serenidad y la compasión, más favorable al florecimiento de la libertad. Ya se ha logrado la abolición de la tauromaquia en Canarias y en Cataluña, en la mayoría de los países latinoamericanos y en casi todos los países del mundo. El debate se traslada ahora al resto de España y al par de países donde todavía perduran similares bolsas de crueldad. No sabemos cuándo acabará esta discusión, pero sí cómo acabará. A la larga, la crueldad es indefendible. Todos los buenos argumentos y todos los buenos sentimientos apuntan al triunfo de la compasión.
Fuente: Mosterín, J. (2014), El triunfo de la compasión, Alianza Editorial, Madrid.

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