Por Eduardo Galeano
El pulgo no hace ostentación. No alza
altos mástiles, torres, obeliscos ni rascacielos. Tampoco fabrica largos
fusiles, cañones ni misiles.
El pulgo, amante de la
pulga, no necesita inventar ningún símbolo fálico, porque lo lleva puesto: mide
nada menos que una tercera parte de su cuerpo, el tamaño más importante de todo
el reino de este mundo, y está adornado con plumitas.
Los machos humanos,
mandones y matones, llevan miles de años ocultando esta humillante información.
Fuente: Galeano, E. (2004), Bocas del tiempo, Siglo Veintiuno,
México, D.F.
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