18/5/08

Omar Lorenzo Devanni

Por Eduardo Galeano
Aquella no era una tarde de un domingo cualquiera del año 1967.
Era una tarde de clásico. El club Santafé jugaba contra el Millonarios, y toda la ciudad de Bogotá estaba en las tribunas del estadio. Fuera del estadio, no había nadie que no fuera paralítico o ciego.
Ya parecía que el partido iba a terminar en empate, cuando Omar Lorenzo Devanni, el goleador del Santafé, el artillero, cayó en el área. El árbitro pitó penal.
Devanni quedó perplejo: aquello era un error, nadie lo había tocado, él había caído por un tropezón. Quiso decírselo al árbitro, pero los jugadores del Santafé lo levantaron y lo llevaron en andas hasta el punto blanco de la ejecución. No había marcha atrás: el estadio rugía, se venía abajo.
Entre los tres palos, palos de horca, el arquero aguardaba.
Y entonces Devanni colocó la pelota sobre el punto blanco.
Él supo muy bien lo que iba a hacer, y el precio que iba a pagar por hacer lo que iba a hacer. Eligió su ruina, eligió su gloria: tomó impulso y con todas sus fuerzas disparó muy afuera, bien lejos del gol.
Fuente: Galeano, E. (2004), Bocas del tiempo, Siglo Veintiuno, México, D.F.

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