Por Eduardo Galeano
1968
Ciudad de México
Los estudiantes
invaden las calles. Manifestaciones así,
en México jamás se han visto, tan inmensas y alegres, todos atados brazo con
brazo, cantando y riendo. Los estudiantes claman contra el presidente Díaz
Ordaz y sus ministros, momias con vendas y todo, y contra los demás usurpadores
de aquella revolución de Zapata y Pancho Villa.
En Tlatelolco, plaza que
ya fue moridero de indios y conquistadores, ocurre la encerrona. El ejército
bloquea todas las salidas con tanques y ametralladoras. En el corral, prontos
para el sacrificio, se apretujan los estudiantes. Cierra la trampa un muro continuo
de fusiles con bayoneta calada.
Las luces de bengala, una
verde, otra roja, dan la señal.
Horas después, busca su
cría una mujer. Los zapatos dejen huellas de sangre en el suelo.
…
«Había mucha,
mucha sangre», Relata la madre de un estudiante,
a
tal grado que yo sentía en las manos lo viscoso de la sangre. También había
sangre en las paredes. Creo que los muros de Tlatelolco tienen los poros llenos
de sangre; Tlatelolco entero respira sangre… Yacían los cadáveres en el piso de
concreto esperando a que se los llevaran. Conté muchos desde la ventana, cerca
de sesenta y ocho. Los iban amontonando bajo la lluvia. Yo recordaba que
Carlitos, mi hijo, llevaba una chamarra de pana verde y en cada cadáver yo
creía reconocerla…
Fuente: Galeano, E. (1986), Memoria del fuego 3 EL SIGLO DEL VIENTO,
Siglo Veintiuno, Madrid.
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