Por Fidel Castro
Raúl Castro no sólo es su hermano
querido, sino tal vez su principal colaborador. Me gustaría que me reiterara lo
que piensa de Raúl.
Yo creo que Raúl es un
hombre de cualidades excepcionales. No sé cuánto le habrá perjudicado ser
hermano mío, porque hay un árbol crecido y todo árbol crecido siempre hace un
poco de sombra sobre los demás. Bueno, junto a mí se han destacado muchos
hombres en este país: piensa en el Che, en Camilo, en Almeida, en todos esos
compañeros. Pero, lógicamente, la presencia de un árbol mayor ejerce un poco de
sombra.
Nadie sabe lo que habría
podido destacarse Raúl si hubiera tenido las responsabilidades que yo he
tenido. Desde el primer momento fue muy serio, muy responsable, muy consagrado,
muy comprometido, muy valiente, y eso se demostró desde el ataque al Moncada, porque
Raúl todavía no participa en la organización del Moncada, pero ya participa en
el ataque al Moncada. Era muy jovencito; si yo tenía 26 años él debe haber
tenido 21 –fue en julio, no sé si habrá cumplido 22– tendría más o menos 22
años. A él se le manda con un grupo a una posición muy importante, muy
estratégica, que es la Audiencia de Santiago de Cuba.
Llegan, toman la
Audiencia, desarman, ocupan fusiles, porque esa era una posición dominante;
pero en el transcurso de los acontecimientos, ya que los planes no salieron
como se había elaborado –he explicado en “La historia me absolverá” como fue
todo aquello del Moncada– una patrulla del ejército logra penetrar en el
edificio cuando ya ellos van evacuando y los hacen prisioneros. Raúl muestra
una agilidad mental de tigre: reacciona, le quita la pistola al sargento que lo
tenía prisionero y hace prisioneros a los soldados.
Fíjate, siendo prisionero
le arrebata el revólver al sargento y pone prisioneros a los otros y gracias a
eso escapa de lo que en ese momento habría sido una muerte segura precedida de
atroces torturas. No logra al final evadir toda la persecución y en un pueblo
que se llama San Luis lo capturan. Entones regresa, va preso y desde ahí
empieza a ejercer un papel importante, en virtud de todo lo que hizo en el
juicio. Actuando ya como cuadro con los demás presos. Atravesamos situaciones
muy difíciles, la prisión de Boniato, la prisión de Isla de Pinos, todas esas
cosas y entonces él se va destacando mucho, por todas esas características de
seriedad, de responsabilidad, su mente ágil, rápida, su espíritu
revolucionario.
Realmente, debo decir que
cuando Raúl y yo atacamos el Moncada éramos marxistas, las ideas
marxistas-leninistas se las transmito yo a Raúl, que era mucho más joven y ya
como yo soy estudiante –él estaba en Birán, los estudios los tenía abandonados–
lo estimulo a que continúe los estudios y él entonces ya en la universidad
cuando se produce el ataque al cuartel Moncada. Pero Raúl era también un
marxista-leninista cuando el ataque al Moncada y se destaca en todo ese
período.
Después salimos, ya
teníamos la idea de lo de México. Uno de los primeros que enviamos para México
fue a Raúl, incluso por cuestiones de seguridad, porque ya estaban inventado
paquetes, nos querían mezclar en actos terroristas cuando nosotros no estábamos
desarrollando ninguna actitud violenta, estábamos sólo en una actividad
política de denuncia de los crímenes y cosas por el estilo. Raúl se destaca
mucho en todo el período aquel de la organización de la expedición en México,
en el “Granma”, y ya el viene como jefe de un pelotón, viene con el grado de
capitán.
Después usted lo bajo a
teniente, porque en un momento que debía guardar silencio, habló en voz alta,
una cosa de esas... ¿No lo recuerda?
No recuerdo. Venían él,
Almeida y Smith Comas, eran los tres capitanes que traía el destacamento. Smith
Comas era un muchacho de Cárdenas muy bueno, muy decidido. Claro, cuando tú
organizas un destacamento, inmediatamente empieza a aparecer gente muy buena; ya
en los grupos del “Granma” empiezan a aparecer gente muy destacada desde los
primeros momentos.
Cuando los dispersan,
Raúl queda un grupo de cuatro o cinco, pero hace todas las cosas que hay que
hacer para burlar el cerco enemigo, las mismas cosas que hice yo, y los dos
únicos grupos que llegan armados son el de Raúl, con cinco armas y el mío con
dos.
Yo traía mi fusil y otro
compañero su fusil y un compañero que estaba desarmado; mi grupo tenía dos
fusiles, uno de los fusiles tenía 30 balas y el mío tenía más o menos 90 balas,
bastante completa la cantidad de parque del fusil mío de mirilla telescópica
que tuve durante casi toda la guerra. Raúl llega con otro grupo y cinco
fusiles, se vuelven a reunir siete fusiles, porque a otros compañeros los campesinos
que los ayudaron a cruzar el cerco les pusieron como condición –eran gente
religiosa– que tenían que guardar las armas y buscarlas después y los
condujeron hacia la Sierra pero sin las armas y algunas de esas armas se
perdieron.
Los dos únicos grupos que
llegamos armados para reunirnos otra vez después de Alegría de Pío, sumando
siete fusiles, fueron el de Raúl y el mío. Ya está pues en el grupo ese de los
siete armados, está en todos los momentos más difíciles de la guerra y se va
destacando, hasta que en el primer semestre del año 1958 lo enviamos a abrir el
segundo frente después de la Sierra Maestra; enviamos a Almeida en dirección a
Santiago y a él a una zona más distante. Entonces con una fuerza de unos 50 ó
55 hombres, buenos soldados, bien aguerridos, inicia la marcha hacia el Este
por toda la Sierra Maestra y cruza el Segundo Frente; tenía que pasar por el
llano y es la primera vez que cruzamos por el llano en aquel momento.
¿Es allí donde Raúl se
distingue como un gran organizador?
Se le asigna un
territorio muy estratégico y allí hizo un trabajo extraordinario, se destacó
mucho como organizador.
Organiza la lucha en
aquel territorio, incrementa las fuerzas, tiene una serie de éxitos. Pone
orden, porque allí había grupos de bandidos, gente que el mismo Batista había
promovido como irregulares para ocupar el terreno, había enviado unos grupos
paramilitares haciéndose pasar por revolucionarios. Él pone orden en todo
aquello y desarrolla el Segundo Frente, que adquiere una gran extensión, un
gran empuje, libran combates muy importantes a raíz del intento de huelga
general en abril de 1958 y liban combates de gran importancia en el segundo
semestre de ese mismo año, en vísperas de la ofensiva final.
El primer comandante que
sale a abrir un frente fuera de la Sierra Maestra es Raúl y demostró notables
capacidades de jefe y de organizador, un gran sentido de la responsabilidad,
mucha firmeza revolucionaria. Realiza un gran trabajo político dentro de los
campesinos, desarrolla una influencia muy positiva en todos los cuadros y todos
los jefes y así se fue destacando. Sus méritos y el lugar que él ocupa en la
Revolución no tienen nada que ver con el nexo familiar; como Camilo se destacó,
como el Che se destacó, como Almeida se destacó y otros muchos se destacaron,
por sus méritos extraordinarios y no por ser familiares, ese es, realmente, el
caso de Raúl. De manera que su ascenso, su papel en la Revolución, no tienen
nada que ver con el parentesco familiar.
Después se produce el
triunfo de la Revolución. Se le asignan funciones importantes; a mí me parecía
que tenía todas las condiciones para asumir el cargo de Ministro de las Fuerzas
Armadas Revolucionarias, y así es como se le nombra para esa responsabilidad,
donde ha desarrollado un trabajo extraordinario de carácter político y
educativo, formador de cuadros. Creo que realmente su trabajo es excepcional.
Es lo que puedo decir objetiva e imparcialmente.
Tú decías si alguna vez
hubo algún problema. Bueno, los frentes tenían mucha autonomía para decidir, y
una vez ellos se indignaron e irritaron mucho por los bombardeos que les estaba
haciendo la aviación con bombas que suministraba la Base Naval de Guantánamo y
entonces a un grupo de norteamericanos, que no recuerdo qué cosa estaban
haciendo por allá, él los capturó y los hizo prisioneros. Yo entonces le di la
orden, porque me parecía que no era conveniente aquella acción contra los
norteamericanos, de ponerlos en libertad, sencillamente. Fue un tipo de orden
normal, una misión que le di y la cumplió inmediatamente. Pero nunca hemos
tenido, realmente, en toda la vida –que yo recuerde, Tomás, y sería difícil que
no me acordara– una discusión que levantara la voz o que yo le mandara a bajar
la voz o se le aplicara una sanción.
No, cuando yo dije
levantar la voz no es contra usted, sino que estaban en silencio y él habló en
voz alta. Alguna vez leí yo eso.
¿En la guerra? Puede ser,
era normal.
Al principio…
Aunque él era muy
disciplinado, muy cuidadoso. Alguien puede cometer el error de hablar en voz
alta y que yo le diga silencio o algo así. Pero las relaciones siempre han sido
muy fraternales, en realidad, muy respetuosas y no ha habido nunca, realmente,
ningún tipo de problema. Y Raúl es un compañero que tiene sus criterios, sus
opiniones, su carácter y su forma de ser y, por cierto, es un individuo muy
diferente de ese Raúl que ha querido pintar la propaganda enemiga. Todo el que
llega a conocerlo y a intimar con él se de cuenta de su humanismo, de su gran
calidad y de sus sentimientos; se sorprenden de un Raúl que le han pitado
belicoso, agresivo, duro, cuando ven los sentimientos de amistad, de cariño y
afecto que es capaz de tener por la gente. Y ha sido un gran reformador y un
gran educador, porque creo que el Ministerio de las Fuerzas Armadas
Revolucionarias ha sido la mejor escuela de formación de cuadros que nosotros
hemos tenido, con mucho rigor siempre y con mucha exigencia.
Yo creo que la relación
familiar nada tiene que ver con sus funciones, aunque la sangre común que
llevan sí tiene que ver con la sensibilidad que yo le conozco a Raúl. Es un
hombre muy sensible, muy fácil de conducir a la emoción por la ternura, por las
causas nobles: soy testigo de eso.
Siempre consideré eso.
Sobre todo en aquellos primeros años en que todos los días se estaban haciendo
planes de atentados contra mí, como esa era una posibilidad real, dije: desde
ahora hay que ir pensando en alguien que pueda ejercer las funciones mías. Y
consideré, realmente, que la persona que estaba más capacitada entre todos los
cuadros para ejercer esas funciones, la persona más acatada que podía
desempeñar esas funciones era Raúl y así lo planteé públicamente porque era una
necesidad de los momentos que estábamos viviendo.
Raúl ha sido realmente el
segundo al mando de la Revolución en todo este período revolucionario. Yo digo
que Raúl no se ha destacado más porque ha tenido la sombra mía, es mi opinión;
porque para que la gente se destaque más es necesario que pueda tener el ámbito
donde poder demostrar todas sus capacidades o todas sus cualidades.
Fuente: La cita procede de Borge, T.
(1992), Un grano de maíz, Tierra
firme, México, D.F.
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