Por Ernesto Che Guevara
Queridos viejos:
Otra vez siento bajo mis talones el
costillar de Rocinante, vuelvo al camino con mi adarga al brazo.
Hace de esto casi diez
años, les escribí otra carta de despedida. Según recuerdo, me lamentaba de no
ser mejor soldado y mejor médico; lo segundo ya no me interesa, soldado no soy
tan malo.
Nada ha cambiado en
esencia, salvo que soy mucho más consciente, mi marxismo está enraizado y
depurado. Creo en la lucha armada como única solución para los pueblos que
luchan por liberarse y soy consecuente con mis creencias. Muchos me dirán
aventurero, y lo soy, sólo que de un tipo diferente y de los que ponen el pellejo
para demostrar sus verdades.
Puede ser que ésta sea la
definitiva. No lo busco pero está dentro del cálculo lógico de probabilidades.
Si es así, va un último abrazo.
Los he querido mucho,
sólo que no he sabido expresar mi cariño, soy extremadamente rígido en mis
acciones y creo que a veces no me entendieron.
No era fácil entenderme,
por otra parte, créanme, solamente, hoy. Ahora, una voluntad que he pulido con
delectación de artista, sostendrá unas piernas flácidas y unos pulmones
cansados. Lo haré.
Acuérdense de vez en
cuando de este pequeño condotieri del siglo XX. Un beso a Celia, a Roberto,
Juan Martín y Patotín, a Beatriz, a todos. Un gran abrazo de hijo pródigo y
recalcitrante para ustedes.
Ernesto
Fuente: La cita procede de Turner Martí,
L. (2007), del pensamiento
pedagógico de Ernesto Che Guevara, Editorial Capitán San Luis, La Habana.
No hay comentarios:
Publicar un comentario