Por Carl Sagan
En la primavera de 1974, unos dos años
antes de que la nave espacial Viking aterrizara en Marte, estuve en
una reunión en Inglaterra, financiada por la Royal Society de Londres, para
examinar la cuestión de cómo buscar vida extraterrestre. Durante un descanso
noté que se estaba celebrando una reunión mucho mayor en un salón adyacente, en
el cual entré movido por la curiosidad. Pronto me di cuenta de que estaba
siendo testigo de un rito antiquísimo, la investidura de nuevos miembros de la
Royal Society, una de las más antiguas organizaciones académicas del planeta.
En la primera fila, un joven en una silla de ruedas estaba poniendo, muy lentamente,
su nombre en un libro que lleva en sus primeras páginas la firma de Isaac
Newton. Cuando al final acabó, hubo una conmovedora ovación. Stephen Hawking
era ya una leyenda.
Hawking ocupa ahora la
cátedra Lucasian de
matemáticas de la Universidad de Cambridge, un puesto que fue ocupado en otro
tiempo por Newton y después por P.A.M. Dirac, dos célebres exploradores de lo
muy grande y lo muy pequeño. Él es su valioso sucesor.
Fuente: La cita procede de Hawking, S. (1988), Historia del tiempo, Grijalbo, Bogotá.
No hay comentarios:
Publicar un comentario