Por Carl Sagan
Como la palabra «Dios» significa cosas
distintas para las distintas personas, normalmente respondo preguntando qué
entiende mi interlocutor por «Dios». Sorprendentemente, la respuesta es a veces
enigmática o inesperada: «¡Oh! Ya sabe usted, Dios. Todo el mundo sabe quién es Dios», o bien, «Pues un tipo de
fuerza superior a nosotros y que existe en todos los puntos del universo». Hay
muchas fuerzas de ese tipo. Una de ellas se llama gravedad, pero no es
frecuente identificarla con Dios. Y no todo el mundo sabe a lo que se hace
referencia al decir Dios. El concepto cubre una amplia gama de ideas. Alguna
gente piensa en Dios en forma de un hombre de piel blanca, de grandes
dimensiones, con una larga barba blanca, sentado en un trono en algún lugar ahí
arriba, en el cielo, llevando afanosamente la cuenta de la muerte de cada
gorrión. Otros –por ejemplo, Baruch Spinoza y Albert Einstein- consideraban que
Dios es básicamente la suma total de las leyes físicas que describen el universo.
No sé de ningún indicio de peso a favor de los patriarcas antropomórficos
capaces de controlar el destino humano desde algún lugar privilegiado oculto en
el cielo, pero sería estúpido negar la existencia de las leyes físicas. Creer o
no en Dios depende mucho de lo que se entiende por Dios.
Fuente: Sagan, C. (1994), El cerebro de Broca, Crítica, Barcelona.
No hay comentarios:
Publicar un comentario