Por Paco Igancio Taibo II
Es en esos días de la segunda mitad de
junio del 55 cuando, en sus visitas a los exiliados cubanos, Ernesto entra en
contacto con el menor de los hermanos Castro, Raúl, un personaje de rostro
aniñado que tras la amnistía reciente se ha tenido que exiliar porque las
autoridades batistianas le han montado una provocación acusándolo de haber
puesto una bomba en un cine. Raúl, con una formación marxista y además con la
experiencia del asalto al Moncada a sus espaldas, debió resultarle a Ernesto
mucho más atractivo que los exiliados latinoamericanos con los que había estado
previamente en contacto, expertos en barajar sueños y confundir ilusiones con
realidades, vividores del cuento de hadas del retorno triunfal.
Durante esos días se
entrevistan varias veces, tanto en el nuevo hogar que Ernesto comparte con
Hilda [pareja del Che] como en el mísero departamento 29 en la calle Ramón
Guzmán num. 6 donde el joven cubano se ha establecido. En esas conversaciones
se habla de la próxima llegada del mítico Fidel Castro, quien a pesar de sus
iniciales intenciones de permanecer en Cuba para armar una red revolucionaria
opositora a la dictadura, bajo la presión de la censura y las múltiples
provocaciones a sus compañeros, ha decidido finalmente exiliarse para organizar
un retorno armado.
Según uno de sus muchos
biógrafos, el impacto de las conversaciones con Raúl hace que Ernesto Guevara
se dé una vuelta a la hemeroteca de la universidad para releer la historia del
asalto al Moncada. Será en la segunda semana de julio, en una noche que Ernesto
recordaría como una de esas frías
noches de México a pesar de ser verano, cuando se encuentra con el
mayor de los hermanos Castro, el líder indiscutido del movimiento de
resistencia a Batista que empieza a llamarse 26 de julio. Fidel, que ha llegado
a México el día 8, se encuentra a Ernesto en la casa de María Antonia González,
un poco el hada madrina del grupo de exiliados, una cubana casada con el
luchador de lucha libre Avelino Palomo, alias Medrano, en cuyo hogar de Emparán
49 han ido cayendo uno por uno los cuadros políticos del exilio cubano.
La conversación inicial
entre Fidel y Guevara dura ocho o diez horas, según la memoria de los testigos
o de los interrogadores futuros de los testigos, y a los dos interlocutores les
ha de quedar profundamente grabada en la memoria; de ocho de la noche hasta el
amanecer hablaron de la situación internacional, repasaron sus versiones de
América Latina, hablaron de política y sobre todo de revoluciones, en
particular, de la visión de Ernesto de lo sucedido en Guatemala y de la idea de
Fidel de la futura revolución contra la dictadura batistiana.
Guevara, un hombre que en
esos momentos de su vida había aprendido a mantener la distancia, a soterrar
sus emociones, ha quedado profundamente impresionado con su interlocutor, ha
sido capturado por la magia de hipnotizador de serpientes de Fidel. Al día
siguiente escribe en su diario: Un
acontecimiento político es haber conocido a Fidel Castro, el revolucionario
cubano, muchacho joven, inteligente, muy seguro de sí mismo y de extraordinaria
audacia; creo que simpatizamos mutuamente.
Al llegar a su casa le
contaría a Hilda: Tenía razón Ñico
en Guatemala cuando nos dijo que si algo bueno se ha producido en Cuba desde
Martí, es Fidel Castro: él hará la revolución.
Fuente: Taibo II, P. (2003), Ernesto Guevara también conocido como el Che,
Planeta, México, D.F.
No hay comentarios:
Publicar un comentario