Por Eduardo Galeano
Fidel Castro es un símbolo de dignidad
nacional. Para los latinoamericanos, que ya estamos cumpliendo cinco siglos de
humillación, un símbolo entrañable.
Pero Fidel ocupa, desde
hace añares, el centro de un sistema burocrático, sistema de ecos de los
monólogos del poder, que impone la rutina de la obediencia contra la energía
creadora; y a la corta o a la larga, el sistema burocrático –partido único,
verdad única- acaba por divorciarse de la realidad. En estos tiempos de trágica
soledad que Cuba está sufriendo, el Estado omni-potente se revela
omni-impotente.
…
Este sistema no proviene
de la oreja de una cabra. Proviene, sobre todo, del veto imperial. Apareció
cuando la revolución no tuvo más remedio que cerrarse para defenderse, obligada
a la guerra por quienes prohibían que Cuba fuera Cuba; y el incesante bloqueo
exterior lo fue consolidando a lo largo del tiempo. Hace más de treinta años
que el veto imperial se aplica, de mil maneras, para impedir la realización del
proyecto de la Sierra Maestra.
Continuo escándalo de
hipocresía: desde aquel entonces, toman examen de democracia a Cuba, los
fabricantes de todas las dictaduras militares que en Cuba han sido.
En Cuba, democracia y
socialismo nacieron para ser dos nombres de la misma cosa; pero los mandones
del mundo sólo otorgan la libertad de elegir ente el capitalismo y el
capitalismo.
Fuente: Galeano, E. (1992), Ser como ellos y otros artículos, Siglo
Veintiuno, México, D.F.
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