23/6/08

El Estado omni-impotente

Por Eduardo Galeano
Fidel Castro es un símbolo de dignidad nacional. Para los latinoamericanos, que ya estamos cumpliendo cinco siglos de humillación, un símbolo entrañable.
Pero Fidel ocupa, desde hace añares, el centro de un sistema burocrático, sistema de ecos de los monólogos del poder, que impone la rutina de la obediencia contra la energía creadora; y a la corta o a la larga, el sistema burocrático –partido único, verdad única- acaba por divorciarse de la realidad. En estos tiempos de trágica soledad que Cuba está sufriendo, el Estado omni-potente se revela omni-impotente.
Este sistema no proviene de la oreja de una cabra. Proviene, sobre todo, del veto imperial. Apareció cuando la revolución no tuvo más remedio que cerrarse para defenderse, obligada a la guerra por quienes prohibían que Cuba fuera Cuba; y el incesante bloqueo exterior lo fue consolidando a lo largo del tiempo. Hace más de treinta años que el veto imperial se aplica, de mil maneras, para impedir la realización del proyecto de la Sierra Maestra.
Continuo escándalo de hipocresía: desde aquel entonces, toman examen de democracia a Cuba, los fabricantes de todas las dictaduras militares que en Cuba han sido.
En Cuba, democracia y socialismo nacieron para ser dos nombres de la misma cosa; pero los mandones del mundo sólo otorgan la libertad de elegir ente el capitalismo y el capitalismo.
Fuente: Galeano, E. (1992), Ser como ellos y otros artículos, Siglo Veintiuno, México, D.F.

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