Por Bertrand Russell
Que el hombre es producto de causas que no
previeron el fin que estaban alcanzando; que su origen, su crecimiento, sus
esperanzas y sus temores, sus amores y sus creencias, no son sino el resultado
de una disposición accidental de átomos; que ningún ardor, ningún heroísmo,
ninguna intensidad de pensamiento o sentimiento, puede preservar una vida más
allá de la tumba; que todos los trabajos, toda la devoción, toda la
inspiración, todo el brillo del genio humano, están destinados a la extinción
en la vasta muerte del sistema solar; y que el templo entero de la culminación
del Hombre debe quedar enterrado inevitablemente bajo los restos de un universo
en ruinas. Todas estas cosas, si no están totalmente fuera de discusión, son
casi tan seguras que ninguna filosofía que las rechace puede esperar mantenerse
en pie. Sólo dentro del andamiaje de estas verdades, sólo sobre la base firme
de una desesperación inquebrantable, puede construirse una segura morada del
alma.
Fuente: La cita procede de Kaku, M.
(1996), Hiperespacio, Crítica,
Barcelona.
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