Por Antoine de Saint-Exupéry
El planeta siguiente estaba habitado por
un bebedor. Esta visita fue muy breve, pero sumió al principito en una gran
melancolía.
-¿Qué haces ahí?
–preguntó al bebedor, a quien encontró instalado en silencio, ante una
colección de botellas vacías y una colección de botellas llenas.
-Bebo –respondió el
bebedor, con aire lúgubre.
-¿Por qué bebes?
–preguntóle el principito.
-Para olvidar –respondió
el bebedor.
-¿Para olvidar qué?
–inquirió el principito, que ya le compadecía.
-Para olvidar que tengo
vergüenza –confesó el bebedor bajando la cabeza.
-¿Vergüenza de qué?
–inquirió el principito que deseaba socorrerle.
-¡Vergüenza de beber!
–terminó el bebedor, que se encerró definitivamente en el silencio.
Y el principito se alejó,
perplejo.
Las personas grandes son
decididamente muy pero muy extrañas, se decía a sí mismo durante el viaje.
Fuente: Saint-Exupéry, A. (1974), El principito, Ultramar Editores,
Madrid.
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