Por Carl Sagan
El
noventa y nueve por ciento del tiempo de existencia de humanos en la Tierra, no
había nadie que supiera leer ni escribir. Todavía no se había hecho el gran
invento. Aparte de la experiencia de primera mano, casi todo lo que sabíamos se
transmitía de manera oral. Como en el juego infantil del «teléfono», durante
decenas y centenares de generaciones la información se iba distorsionando
lentamente y acababa perdida.
Los libros lo cambiaron todo. Los libros,
que se pueden comprar a bajo coste, nos permiten preguntarnos por el pasado con
gran precisión, aprovechar la sabiduría de nuestra especie, entender el punto
de vista de otros, y no sólo de los que están en el poder; contemplar –con los
mejores maestros– los conocimientos dolorosamente extraídos de la naturaleza
por las mentes más grandes que jamás existieron, en todo el planeta y a lo
largo de toda nuestra historia. Permiten que gente que murió hace tiempo hable dentro
de nuestras cabezas. Los libros nos pueden acompañar a todas partes. Los libros
son pacientes cuando nos cuesta entenderlos, nos permiten repasar las partes
difíciles tantas veces como queramos y nunca critican nuestros errores. Los
libros son la clave para entender el mundo y participar en una sociedad
democrática.
Fuente:
Sagan, C. (1980), Cosmos, Planeta, Barcelona.
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