Por Marvin Harris
Entre las principales falacias básicas de
que está teñida la perspectiva emics [perspectiva
del participante] de la raza está la creencia de que hay un número fijo de
razas humanas, sobre el que hay un consenso científico. Nada más lejos de la
realidad: los antropólogos físicos han utilizado o propuesto como mínimo
catorce tipologías de razas diferentes durante el siglo XX … ; algunas de ellas
constaban de sólo cuatro o cinco razas, como australoides, capoides,
caucasoides, congoides y mongoloides … ; otras, de hasta treinta y dos …
Algunos antropólogos físicos han hablado de «estirpes» raciales, que han
dividido en treinta razas distintas, subdividiendo a los caucásicos en
bálticos, nórdicos, alpinos, dináricos y mediterráneos. El gran número de
tipologías etics [perspectiva
del observador] se debe al uso de distintos criterios de clasificación por
parte de diferentes investigadores: algunos dan más importancia a los grupos
sanguíneos; otros se centran en el color de la piel y los rasgos craneales y
del esqueleto; otros atienden al ADN. Dado que todos estos rasgos aparecen de
una manera discordante (no van juntos en un solo paquete), las tipologías
resultantes pueden considerarse demarcaciones arbitrarias carentes de
significado biológico (frente, por ejemplo, al significado biológico de los
organismos que pertenecen a diferentes especies).
Otra falacia común es la
creencia de que las razas humanas no pueden prestarse a hibridaciones o no es
normal que lo hagan. Por el contrario, todas las poblaciones humanas conocidas
pueden emparejarse y tener descendencia fértil independientemente de su
raza etics. Además, en cada divisoria
geográfica o social entre los grandes pueblos, se encuentran muestras de flujo
génico en forma de frecuencias génicas intermedias. Durante milenos, las
conquistas militares propiciaron la aparición de nuevos patrones genéticos
indicativos de un cruce genético generalizado. En tiempos más recientes, las
grandes migraciones (voluntarias y forzosas) han dado lugar a nuevos patrones
de diversidad genética en todo el hemisferio occidental y en gran parte de
África. Además, como consecuencia de la globalización industrial, es de esperar
que estas nuevas razas se hagan aún más comunes y se difundan por regiones aún
más vastas, imponiéndose a las tendencias aislacionistas.
Y, sin embargo, otra
falacia es la creencia popular de que la identidad racial emics de un individuo está
determinada por su ascendencia biológica. De hecho, en Estados Unidos y en
otras sociedades sensibilizadas sobre la raza, se asigna una identidad racial a
los individuos en función de reglas arbitrarias de ascendencia, y no de acuerdo
con criterios biológicos. En los Estados Unidos, la norma de que «basta una
sola gota de sangre» sigue a la orden del día. Tener un ancestro de una
raza emics particular es
suficiente para establecer la identidad racial propia. Así, si el padre es
negro y la madre blanca, todos los niños que tengan juntos serán negros. Cuando
la realidad biológica es que heredamos la mitad de nuestros núcleos celulares
genéticos del padre y la otra mitad de la madre.
Por último, señalemos la
falacia según la cual cada raza tiene su propia lengua y cultura. Naturalmente,
nos retrotrae al error originario del racismo y la radiología, que Boas y sus
estudiantes creyeron haber desterrado para siempre. Es obvio que, entre razas
que ocupan continentes o subcontinentes, hay por lo menos tantas variaciones
culturales y lingüísticas en el interior de cada una como entre todas ellas.
Una raza no es una cultura. La raza está hecha de personas; la cultura es una
forma de vida. Cada una de las grandes razas continentales no tiene una cultura
única, sino cientos de culturas distintas. Y estas culturas cubren toda la gama
posible de tipos culturales, desde las bandas y los pueblos hasta los estados y
los imperios. Así, las personas que pertenecen a diferentes razas biológicas
pueden poseer culturas muy similares, incluso idénticas. En Estados Unidos,
millones de hijos y nietos racialmente diferentes de asiáticos y africanos
llevan una forma de vida esencialmente similar a la de la mayoría «caucásica».
Estos hechos biológicos y antropológicos, sin embargo, a menudo se pasan por
alto en la caracterización de las razas sociales.
Fuente: Harris, M. (2000), Teorías sobre la cultura en la era
posmoderna, Crítica, Barcelona.
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