1/12/23

Su cachorro de pastor alemán

Por Ian Kershaw

La guerra era lo único que le importaba a Hitler. Sin embargo, aislado en el extraño mundo de la Guarida del Lobo, cada vez estaba más lejos de sus realidades, tanto en el frente como en Alemania. La indiferencia descartaba cualquier rastro de humanidad. Ni siquiera hacia los miembros de su séquito que le habían acompañado durante tantos años sentía nada que se pareciese a un afecto auténtico, y mucho menos a la amistad, el verdadero cariño estaba reservado únicamente para su cachorro de pastor alemán. La vida humana y el sufrimiento carecían de importancia para él. Nunca visitó un hospital de campaña, ni a quienes perdieron sus hogares en los bombardeos. No presenció ninguna matanza, ni se acercó a un campo de concentración, nunca vio un campamento lleno de prisioneros de guerra famélicos. Para él, sus enemigos no eran más que alimañas a las que había que aniquilar. Pero su profundo desprecio por la existencia humana se extendía a su propio pueblo. Tomaba decisiones que costaban la vida a decenas de miles de sus soldados sin tomar en consideración alguna por el sufrimiento humano que pudieran causar, y quizá sólo le fuera posible tomarlas de esa manera. Los cientos de miles de muertos y heridos no eran más que una abstracción y el sufrimiento un sacrificio necesario y justificado en la «lucha heroica» por la supervivencia del pueblo.

Fuente: Kershaw, I. (2008), Hitler, Península, Barcelona.

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