10/12/20

Plotino

Por Jesús Mosterín
Imagen tomada de https://bit.ly/2SvFkT4
Plotino fue el último de los grandes filósofos antiguos. La originalidad, coherencia y vigor de su pensamiento saltan a la vista, y recuerdan y anticipan en muchos aspectos la metafísica de Shankara o la de Hegel. Pero también es evidente la enorme decadencia que ese pensamiento representa frente a los anteriores momentos de la filosofía helénica. Plotino pretendía ser platónico, pero no tenía el más mínimo interés por la ciencia ni por la política, que eran las dos cosas que más habían apasionado a Platón. Su coherencia conceptual era la coherencia de un mundo mental propio y cerrado, y no tenía nada que ver con la lógica, que Plotino despreciaba. Su punto de partida no era la realidad empírica ni los resultados de la ciencia, sino las palabras de Platón, congeladas, sacadas de su contexto y arbitrariamente interpretadas. Su punto de llegada no era la actividad teórica de Aristóteles, ni la serenidad de los estoicos, ni el placer de los epicúreos, sino una confusa y presunta experiencia mística, que no se diferenciaba tanto de lo que prometían los cultos mistéricos y las religiones orientales que ya habían anegado el Imperio Romano.
De hecho, Plotino era un pensador religioso tanto o más que filosófico, y como tal estaba llamado a ejercer una gran influencia en el posterior pensamiento cristiano y musulmán. Pero su religiosidad era todavía laica. Él no aceptaba revelaciones, ritos, sacramentos ni oraciones. Se mantenía al margen tanto de la vieja y seca religión oficial de Roma como de las nuevas y sentimentales modas religiosas. Atacó a los gnósticos e ignoró a los cristianos, pero vivió como un monje y un místico. Con él la filosofía antigua alcanzaba una configuración cuasirreligiosa, que facilitaría su adopción por el cristianismo y, en definitiva, su propia desaparición. La filosofía helénica, en sus buenos momentos, había enseñado a los humanes a enfrentarse al mundo. Plotino solo les enseñaba cómo huir del mundo. Pero si de lo que se trataba es de huir del mundo y de buscar una salvación escatológica, para eso ya no hacía falta la filosofía, para eso bastaba con la religión. Por ello no es de extrañar que, poco después, la marea alta de la religión cristiana acabase por anegar y suprimir todo resto de pensamiento filosófico libre.
Fuente: Mosterín, J. (2007), Roma, Alianza Editorial, Madrid.

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