24/12/20

Ana


De vez en cuando tengo los pies fríos y las orejas calientes, o las manos y los pies fríos y las orejas calientes. En una visita de rutina se lo dije a mi médico, y me contestó que no le parecía un signo preocupante, si las puntas de los dedos no se ponen moradas, no es preocupante, dijo. Pero el calor de mis orejas no deja de inquietarme. No soy tan tonta como para hacer caso a la abuela que dice que la oreja derecha caliente significa que están hablando mal de mí, y la oreja izquierda caliente significa que están hablando bien. Solo creo que mi cuerpo trata de decirme algo importante que no sé interpretar.

A pesar de mis orejas, me considero una mujer sana. No sana hasta el punto en que la salud transmuta en belleza, como ocurre con las afortunadas que lucen bien hasta cuando no se bañan. Ese nivel de buena salud no lo he conocido nunca. Desde pequeña he tenido que bregar con una u otra dolencia menor, desde los pies planos hasta la gastritis, pasando por el acné y las arritmias. Pero he gozado del siguiente nivel de salud. Los resultados de mis exámenes de sangre suelen ser buenos, y nunca me han fallado los signos vitales. La verdad simple es que soy fuerte y he hecho lo que he querido. Llegué a la secta porque no soporto compartir el mundo con un mar de personas que no tuvieron las oportunidades que yo tuve.

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