Por Jesús Mosterín
Imagen tomada de https://bit.ly/38nVP8X
La colectivización forzosa de la
agricultura rusa por Stalin en los años treinta causó cientos de miles de
muertos por las purgas y deportaciones y millones de muertos por las hambrunas
subsiguientes. En aquel clima de histeria y fracasos, Lysenko prometió
multiplicar la producción agrícola aplicando técnicas revolucionarias y
proletarias como la «vernalización», incompatibles con la biología académica
reaccionaria y convencional. Se declaró discípulo de Ivan Michurin (1855-1935),
que ya había atraído la atención de Lenin con una propuesta lamarckista de
cambiar el genotipo de las plantas modificando su entorno. Lysenko contrapuso
el michurismo, que sería ruso, materialista y proletario, con lo que él llamaba
el mendelismo-weismanismo-morganismo, que sería extranjero, idealista y
reaccionario. En esta última categoría caerían todos los genéticos rusos,
incluido Nikolai Vavilov (1887-1943), el más creativo, riguroso y original;
desde luego, todos ellos consideraban que Lysenko era un ignorante y un
estafador. Morgan fue atacado porque «amaba a las moscas y odiaba a los
hombres», debido a sus experimentos con moscas. La no heredabilidad de los
caracteres adquiridos fue rechazada por antiproletaria y aristocrática. Desde 1935,
Stalin confió a Lysenko la dirección de la agricultura soviética y también de
la biología. Las «nocivas» ideas mendelianas fueron prohibidas y censuradas. Se
ordenó el cierre de los laboratorios, la incineración de las moscas y la quema
de todos los libros de genética. Los profesores e investigadores de genética
fueron encarcelados y muchos maltratados hasta la muerte. Vavilov fue encerrado
en una celda subterránea húmeda, fría y sin luz; no se le permitía moverse ni
salir al patio y fue dejado prácticamente sin comida ni medicinas hasta que
murió en 1943. En contraste con lo ocurrido con la física o la matemática, que
mantuvieron un alto nivel, la biología rusa quedó completamente destrozada y
arruinada; todavía hoy, más de setenta años después, no se ha recuperado del
golpe entonces recibido.
Fuente: Mosterín, J. (2013), El reino de los
animales, Alianza
Editorial, Madrid.
No hay comentarios:
Publicar un comentario