30/7/20

Un buen cuento

Un buen cuento parece ser el resultado de juntar un estilo vigoroso, una anécdota interesante e ingenio al relatar. El interés que provoque la anécdota es el elemento más subjetivo del buen cuento, porque cada lector tiene sus temas predilectos. A mí me gustan sobre todo los retratos del dolor y el deseo humanos. El estilo vigoroso en realidad no parece indispensable, como muestran los casos de Chéjov y Mansfield, pero debo decir que los cuentistas que trabajan mucho su estilo, como Borges, Cortázar o Rulfo, me parecen los más virtuosos. Mi favorito es Cortázar. En su «Casa tomada» el estilo es sobrio y claro. La anécdota es fantástica: una extraña presencia en la parte posterior de una casa habitada por una pareja de hermanos, los expulsa por la puerta delantera. El ingenio lo encuentro en la resignación con que los hermanos aceptan su destino, y en la minuciosa descripción de los ambientes hasta el punto que el lector podría trazar el plano de la casa tomada. En «La señorita Cora» el estilo de Cortázar es claro y además exigente, porque todos los personajes narran en primera persona y la batuta paso de uno a otro sin aviso. La anécdota es la de un adolescente con apendicitis que se enamora de su bella enfermera. Ella tiene pareja y él está custodiado por sus padres. Ella le besa y él llora de rabia. El ingenio lo encuentro en la abrumadora tensión sexual que se crea entre esos amantes imposibles.

Un ejemplo de un cuento formidable sin un estilo vigoroso es «Casa de muñecas» de Mansfield. Lo protagonizan las dos hijas de la lavandera del pueblo, que asisten a la misma escuela que las niñas ricas porque es la única que hay. Aunque sus compañeras y hasta su profesora las aíslan y humillan, ellas se interesan por la casa de muñecas de la que se habla en el recreo. Es tan hermosa que todas quieren ir a verla. Es grande y muy completa. Hasta tiene una lámpara que se enciende de verdad. Las niñas pobres, por supuesto, no están invitadas a la casa de la niña dueña del juguete, pero se arriesgan a ir y aprovechan una puerta descuidada para entrar al patio que alberga la casa de muñecas y observar… hasta que un adulto las descubre y las expulsa a escobazos. El ingenio de Mansfield lo encuentro en el suspenso con que arrastra al lector hasta el asombroso final. La hermana más pequeña, que siempre va a la cola de la otra y nunca habla, luego de la expulsión habla por fin y entre lágrimas le confiesa a su hermana que vio la lámpara encendida.


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