Por José Saramago
Atravesaron una plaza donde había grupos
de ciegos que se entretenían oyendo los discursos de otros ciegos, a primera
vista ni unos ni otros parecían ciegos, los que hablaban giraban la cara
gesticulante hacia los que oían, los que oían dirigían la cara atenta a los que
hablaban. Se proclamaban allí los principios de los grandes sistemas
organizados, la propiedad privada, el librecambio, el mercado, la bolsa, las
tasas fiscales, los réditos, la apropiación, la desapropiación, la producción,
la distribución, el consumo, el abastecimiento y desabastecimiento, la riqueza
y la pobreza, la comunicación, la represión y la delincuencia, las loterías,
las instituciones carcelarias, el código penal, el código civil, el régimen de
carreteras, el diccionario, el listín de teléfonos, las redes de prostitución,
las fábricas de material de guerra, las fuerzas armadas, los cementerios, la
policía, el contrabando, las drogas, los tráficos ilícitos permitidos, la
investigación farmacéutica, el juego, el precio de los tratamientos médicos y
de los servicios funerarios, la justicia, los créditos, los partidos políticos,
las elecciones, los parlamentos, los gobiernos, el pensamiento convexo, el
cóncavo, el plano, el vertical, el inclinado, el concentrado, el disperso, el
huido, la ablación de las cuerdas vocales, la muerte de la palabra. Aquí se
habla de organización, dijo la mujer del médico al marido, Ya me he dado
cuenta, respondió él, y se calló.
Fuente: Saramago, J. (1995), Ensayo sobre la
ceguera, Alfaguara, Buenos
Aires.
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