24/3/23

Lo peor de Heidegger

Por Mario Bunge

Los autores mejor conocidos como existencialistas modernos son el alemán Martin Heidegger y el francés Jean-Paul Sartre. Sartre es perdonable porque, cuando no plagiaba a Heidegger, cosa que hizo en su tesis, hacía periodismo y teatro en buen francés. En cambio, Heidegger no tiene defensa: masacró la lengua que habían embellecido Goethe, Schiller y Heine, militó en el partido nazi y, sobre todo, quiso hacer pasar el absurdo por filosofía.

He aquí una muestra mínima del enorme montón de disparates que dejó escritos Heidegger: "El mundo mundea", "la nada nadea", "la palabra es la morada del ser", "el tiempo es la maduración de la temporalidad", "la esencia de la verdad es la libertad" y "la esencia de la libertad es la verdad". Si Heidegger hubiera respetado la lógica, de las dos últimas proposiciones habría deducido estas otras dos, aún más absurdas: "La esencia de la esencia de la libertad es la libertad" y "la esencia de la esencia de la verdad es la verdad". Pero Heidegger denunció la lógica como cosa de maestro de escuela.

Lo peor de Heidegger son las dos opiniones que lo hicieron utilizable por el nazismo. La primera es su concepción sombría, egoísta y degradante del hombre como un ser angustiado y por lo tanto paralizado ante la nada (la muerte). La segunda es su afirmación de que la razón y la ciencia son despreciables: que lo único que importa es la existencia desnuda, el "estar ahí", el Dasein. (¡Qué diferencia con Sócrates, quien enseñaba que la vida no examinada no vale la pena ser vivida!). Ambas tesis ayudan a entrenar soldados dóciles, resignados a "ser para la muerte" (Sein zum Tode).

Lo que es peor, ninguna de esas tesis de Heidegger es original. La primera es de Kierkegaard; y la segunda, de Nietzsche (su autor favorito, así como el de Hitler). En resumen, la metafísica de Heidegger fue una mezcla de afirmaciones carentes de sentido (muchas de ellas intraducibles), de perogrulladas y de falsedades. Y no tuvo teoría del conocimiento ni semántica ni ética. No propuso, en suma, una filosofía propiamente dicha.

Fuente: Bunge, M. (2006), 100 ideas, Laetoli, Pamplona.

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